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procopio: café filosófico

Ajedrez

"Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez", J.L. Borges, "Los justos"

Con el ajedrez me pasa como a Montaigne, el gran ensayista francés del siglo XVI. Es demasiado serio para tomármelo como un juego, y demasiado juguetón para resultarme serio. Qué le vamos a hacer, lo mío no es el ajedrez. Nada de aperturas, defensas, movimientos tácticos o agresivos, paciencia infinita y silencio en el Sur. Soy un poco bullanguero.

Sin embargo, hablemos de ajedrez. El noruego Magnus Carlsen de casi 24 años y el indio Viswanathan Anand, de casi 45 años, están disputando en la ciudad de Sochi (que organizó los últimos juegos olímpicos de invierno), Rusia, el campeonato mundial de ajedrez. Anand ganó el torneo de aspirantes, y es el aspirante que va a intentar derrocar al joven Magnus Carlsen, conocido popularmente por ser seguidor del Real Madrid. Mañana será la séptima partida y de momento vence el noruego por 3,5-2,5 a falta de seis juegos. Carlsen ganó la sexta partida, en la que hubo errores por ambos lados, en treintayocho movimientos. Fue una dura batalla psicológica.

El ajedrez es un juego antiguo. Ya el rey Alfosno X el Sabio mandó escribir un tratado sobre el juego del jaque mate en el siglo XIII. Esto de los siglos antiguos es algo común en el juego de las sesentaycuatro casillas. El tablero sigue siendo el mismo, de hecho, y a los que nos gusta la historia nos gusta esta larguísima tradición ajedrecística. Se cuenta que en el siglo XVI el rey Felipe II envió al ajedrecista Ruy López de Segura a batirse con los mejores jugadores de Italia. Según las enciclopedias, sería el primer campeón del mundo. Luego vendrían italianos y franceses, durante los siglos XVII y XVIII.

Pregunté en un foro de opinión a quién consideraban el mejor ajedrecista del mundo. Una buena respuesta fue: cada campeón del mundo, y ha habido dieciséis, en su apogeo. Pero me dieron otros nombres, figuras del siglo XIX como el estadounidense Morphy, Andersen, Staunton o el francés LaBourdonnais. 

El campeonato del mundo de ajedrez oficial se celebra, como casi todo en este mundo, desde después de la 2ª Guerra Mundial. Pero el primer campeón oficioso fue el austrohúngaro Steinitz, quien tras proclamarse campeón del mayor torneo de la época, el de Londres, se autoproclamó campeón del mundo. Esto ocurrió en 1872.

Como he dicho, desde 1872 hasta la 2ª Guerra Mundial, el campeonato mundial fue oficioso. Luego ya vino el oficial, que en la última década sufrió una escisión y finalmente una refundación. El culpable fue Gari Kasparov, al que algunos de los que pregunté en el foro consideran el mayor ajedrecista de la historia. Las partidas entre Kasparov y Karpov en los años ochenta y noventa revitalizaron el ajedrez y le dieron una enorme popularidad. Al menos así yo lo recuerdo. Karpov representaba la vieja URSS, ya en vías de extinción, mientras que Kasparov, también soviético por entonces, representaba la joven Rusia, liberal, democrática, etc. De hecho Kasparov ha llegado a meterse en política, y no precisamente del lado de Putin.

Pero quizá el genio del juego del escaque más conocido sea Bobby Fisher, un estadounidense que en plena Guerra Fría derrotó al soviético Spaski, en el campeonato del mundo de 1972. Otros grandes campeones han sido Botvinnik, Alekhine, Lasker o el cubano José Raúl Capablanca. Nos suenan algunos de estos nombres, ¿verdad?

En fin, demasiado serio para ser un juego, pero un juego al fin y al cabo que no hay que tomar demasiado en serio, ¿no es también así la vida? Vivir. Y pensar que todos somos un poco peones, que avanzamos trabajosamente y con lentitud en esta vida. O torres, a veces poderosas. O alegres caballos. O alfiles punzantes. O reinas que triunfan porque la belleza está en el movimiento. Y reyes. Siempre reyes amenazados, destronados, finalmente... Así es la vida, que va a dar en la muerte. Pero mientras tanto, salvemos al mundo. Juguemos de vez en cuando al ajedrez, aunque no sea por el título mundial precisamente.

Erase una moto a un hombre pegada

El ingenio de Quevedo me servirá hoy para hablar de motociclismo. Porque esta vez lo que veo pegada a un hombre no es la nariz, sino una moto. Y el hombre es, por supuesto, Marc Márquez. Márquez viene de proclamarse campeón mundial de MotoGP por segundo año consecutivo en su segunda temporada en la categoría reina. Es el bicampeón del mundo más joven de la historia. ¿Podrá alcanzar la estatura mítica de Agostini? El de Cervera, Lérida, es un as del moticiclismo. Su pilotaje, así lo ha dicho otro mito como Mick Doohan, no aporta demasiadas novedades, pero lo que es asombroso en él, es su confianza. Parece que la moto es parte del cuerpo de Márquez, y esto, si habéis visto algún reportaje de cuando era niño, lo parece desde siempre. Márquez no es un piloto cualquiera, es una moto pegada a un piloto, allí donde va el hombre, va la motocicleta. A toda velocidad.

No soy especialmente fan del motociclismo. Paradójicamente, se me da mejor conducir la moto que el coche, pero prefiero las carreras de coches a las de motos. Sin embargo, el mundo motero no me es absolutamente ajeno. Me resulta próximo y cálido, y hasta diría entrañable. Los moteros son buena gente, un poco tercos, un poco marginales, pero buena gente.

Este año seguí la carrera en la que Márquez perdió por primera vez. Venía de ganar los diez primeros grandes premios del mundial, y al undécimo perdió. Ganó no me acuerdo quién, creo que fue Pedrosa. Le pregunté a un motero por qué Pedrosa parecía que nunca podría ganar el mundial de MotoGP, y me contestó: "Es un poco bajito". Pedrosa ganaba las carreras de 250cc con la gorra, como vulgarmente se dice, y me sorprendió que en 500cc, ahora MotoGP, fuese un segundón. Al parecer, pues, las condiciones atléticas también son importantes en el motociclismo. 

Los otros dos corredores en liza en el actual mundial son Jorge Lorenzo y Valentino Rossi, The Doctor. Lorenzo fue el primer español en ganar dos veces la categoría reina. El primer español en ganarla fue, recordemos, Alex Crivillé, en 1999, por delante de Kenny Roberts Jr. Y Rossi... qué se puede decir de Rossi, acaso que de no haber sufrido aquel fatal accidente hubiese igualado a su compatriota Agostini como el mejor piloto de toda la historia. Para mucha gente lo es, simplemente porque a Giacomo Agostini no lo vimos jamás. Pero sabemos qué clase de corredor era Agostini, que corría dos campeonatos a la vez, el de 350cc y el de 500cc, y que los ganaba. Valentino Rossi es un monstruo, Agostini, un monstruo al cuadrado.

Los campeonatos del mundo de motociclismo empezaron su andadura en 1949. Nombres como Leslie Graham, el primer campeón, Geoff Duke, John Surtees, Mike Hailwood, Kenny Roberts, etcétera, han jalonado su brillante historia. En la época en que yo fui adolescente, durante los ochenta y principios de los noventa, sonaban más los estadounidenses como Freddie Spencer, Eddie Lawson, Wayne Rainey, Kevin Schwantz o el australiano Wayne Gardner. Por aquel entonces las grandes fábricas japonesas ya habían hecho acto de presencia en el campeonato, dominando lo que antes había sido dominado por las marcas italianas. La globalización también había llegado al mundial de motos.

En cuanto a los españoles, pues un nombre brilla por encima de otros, a la espera de lo que Márquez pueda lograr en los años venideros. Y ese no es otro que el del madrileño Ángel Nieto y sus 13 títulos mundiales. Era otra época. Una vez tuve la oportunidad de ver un reportaje en la extinta Canal Nou, el medio televisivo autonómico valenciano, sobre Ricardo Tormo y el circuito de Cheste, que sirve para cerrar el mundial todas las temporadas. Era un reportaje bello y trágico (Tormo falleció en un accidente de circulación). En el susodicho reportaje aparecía Nieto, héroe deportivo del tardofranquismo y hoy comentarista del mundial para Tele5. Me sorprendió lo bien amueblada que tenía la cabeza. Nadie gana tanto sin tener cabeza. Y eso que dicen que el mundo de las motos es un mundo para locos. Pues bien, Nieto era un tipo cabal, que sabía cómo vencer, cómo caer de pie, en una palabra. A Tormo le dio para diseñar el circuito de Cheste, ese que ha visitado Michael Jordan en Valencia alguna vez, y que le hizo decir al bueno de Rossi: "Este circuito me hace vomitar". ¡Valentino! ¡Es que Tormo quería hacer un circuito como los de antaño! Popular, revirado, sin balas de paja, con el público en la grada y no en la calle, pero con el mismo espíritu que aquellas carreras de pueblo en las que la afición a las motos exultaba por doquier. ¡Tú deberías ser el primero en admirarlo!

Acabaremos, pues, a lo salvaje, pero con los pies en el suelo, o mejor dicho, en la moto. "Lágrimas de motorista, lágrimas que nublan la vista, no hay ninguna emoción antes de llorar", cantaba el grupo mod barcelonés Brighton 64. Si alguna vez me queréis recordar, recordadme llorando sin emoción a horcajadas de una Vespa de color negro. Modestia aparte, qué bien la conducía. Cómo tomaba las curvas. Qué velocidad, templanza y elegancia.

Aunque hablando de motos, esta breve estampa no podía acabar más que entonando a toda pastilla el himno motero por antonomasia, ese que ya utilicé al final de la introducción a mi libro "La fiebre conquistada. Ensayos sobre rock and roll". Sí, estoy hablando de Born to be wild del grupo Steppenwolf, la banda sonora de la película "Easy Rider":

Pon tu motor en marcha

ponte en la carretera

buscando la aventura

en cualquier cosa que venga en nuestra dirección

etc.

Bosquejo de un partido de béisbol

Cuando encendí el televisor el partido ya había empezado. Los Giants de San Francisco, de la Liga Nacional, franquicia heredera de los viejos Giants de Nueva York, ganaban por 2 carreras a 0 a los Royals de Kansas City, de la LIga Americana, campeones de las Series Mundiales en 1985. Fue el primer partido de béisbol que he visto en mi vida. Como si de leer las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein se tratara, ese libro donde el filósofo austríaco nos habla de las reglas del juego que es el lenguaje, avancé durante las siguientes dos horas bosquejando lo que iba ocurriendo sin entender demasiado, pero lo suficiente para que en un momento dado un batazo formidable de un jugador de los Giants supusiera poner el 5-0 con el que el partido acabó. Y es que desconozco profundamente el juego del béisbol, al que siempre me he acercado no obstante con la mirada más infantil posible, pues el béisbol me parece un juego típico de niños, el típico juego de niños que un día deciden pasar a la acción y divertirse con un palo y una pelota.

El ambiente en San Francisco era formidable. Se trataba del Juego 5, como dicen los latinoamericanos, en este juego tan latinoamericano, por otra parte. Venezolanos, dominicanos, desde 1970 se han repetido varios MVPs con apellidos castellanos. Solo recientemente hubo uno japonés, del mítico equipo de los Yankees de Nueva York. Los estadios de béisbol no suelen sobrepasar los 50.000 espectadores, a diferencia del fútbol americano. Son por tanto pequeño y recoletos, en los que se dibuja el célebre diamante donde ocurre casi toda la acción deportiva. Tampoco el béisbol puede superar la audiencia televisiva de una Superbowl ni los contratos millonarios de la NBA. Y aun así, el béisbol es la esencia de América deportivamente hablando. Un juego derivado del cricket del que ya hay registros en los años 50 del siglo XIX y que se fue popularizando durante y después de la Guerra Civil Americana. Entonces era conocido como New York Game, o eso nos dicen las enciclopedias.

Recuerdo una película de cuyo nombre no puedo sin embargo acordarme. El béisbol es en Estados Unidos lo que el fútbol en Europa, no solo un deporte de masas sino un tema de conversación, quizá el tema de conversación social más socorrido que exista. Sí, el béisbol es la crema de cacahuete del deporte americano. Porque el béisbol no son solo las Series Mundiales y el profesionalismo. A diferencia de los otros deportes, no hay ligas universitarias, sino multitud de divisiones nacionales, regionales, locales, como en el fútbol en Europa. En la película mencionada, Kevin Costner es un buen jugador de segunda división que al final seduce a Susan Sarandon, profesora de inglés y novia temporal de un joven Tim Robbins, al que le lee poemas de Walt Whitman mientras hacen el amor. La película está bien, y retrata fielmente todo ese mundillo semiprofesional del béisbol de segunda o tercera categoría por el que el mismísimo Michael Jordan dejó el baloncesto. Como tiene que ser el béisbol en Estados Unidos para que algo así se produjera. Es un consuelo para un fracasado como yo saber, por cierto, que el sueño de Mike Jordan no era ganar anillos de la NBA, sino triunfar como jugador de béisbol profesional, cosa que uno de los mejores deportistas de todos los tiempos nunca pudo conseguir.

En fin, el béisbol, el bate, la pelota, el guante de lanzador, el guante grande, la gorra, todo lo que no puede faltar en una casa americana, y que por cierto tampoco faltó en mi casa americanizada por mi hermano Loren E. Dieu, ese chico californiano que pasó nueve meses en casa allá por el curso 1984-85. Conociendo todo esto, no me extrañó lo más mínimo que se interrumpiera el partido, nada menos que el quinto partido del Clásico de Otoño de 2014, para que el estadio en pie cantara el God bless America, esa canción que cantan en otra película maravillosa y tan americana como El cazador. No entendía apenas nada de la letra del partido pero desde luego la música me sonaba y mucho. Aguanté y disfruté como un enano.

Como ya he dicho, San Francisco Giants ganó 5-0 a Kansas City Royals y se puso 3-2 en la finalísima de las ligas mayores de béisbol al mejor de siete partidos. Ahora la pelota está en el tejado de los Reales de Kansas City, donde se jugará el sexto partido y, si es necesario, también el séptimo. Kansas estará que arde, porque no recuerdo ahora mismo ningún gran triunfo de sus equipos en las grandes ligas americanas. La oportunidad es única y es de aquellas que se presentan cada treinta años. Bueno, al menos se presentan cada tiempo, porque en España es totalmente impensable no ya que el Elche por ejemplo ganase la Liga española sino que juagse la final de la misma Liga de Campeones. En Estados Unidos es diferente y hay, en contra de la fama de país cruel con los pobres, más igualdad de oportunidades. No haría falta ser rawlsiano para asumirlo y trasladar el sistema a esa Europa que se vanagloria de su justicia social. Aquí, desde que el Nottingham Forest ganó la Copa de Europa, no ha pasado nada extraordinario, salvo quizá las semifinales del Villarreal de hace unos años.

Aun así, en el béisbol también hay hegemonías históricas estrepitosas, como la de New York Yankees, de la Liga Americana, que ganaron 27 títulos desde 1903 de la mano de leyendas como Babe Ruth (fabuloso biopic que echaron sobre su vida y obra por Antena3 hace ya varios años), Joe DiMaggio (que se casó con la divina Marylin Monroe) y otros más recientes (eso sí, en los reaganianos años ochenta 0 títulos) . Con 11 títulos les sigue Saint Louis Cardinals, el mejor equipo histórico de la Liga Nacional. Otros equipos míticos son Boston Red Sox (nada menos que el economista Milton Friedman habla en su libro Libertad de elegir del traspaso de Babe Ruth de los Red Sox a los Yankees) o Los Angeles Dodgers (antiguamente, en Brooklyn). Y los Gigantes de San Francisco, que de ganar esta noche o el séptimo partido de las Series Mundiales de 2014 se irían a los 8 títulos.

Pero mi equipo, mi gorra, verde y amarilla, será siempre la de los Oakland Athletics, los A´s, aquella misma que llevaba siempre puesta el personaje barbudo de la serie Autopista hacia el cielo. Fue un regalo de mi hermano Loren y desgraciadamente la perdí en uno de mis traslados de domicilio. Hasta tenía un autógrafo que conseguí del ciclista español Óscar Sevilla una vez que la Vuelta acabó en Castellón. Con aquella maravillosa gorra íbamos mi amigo Xavi Montserrat y yo a jugar al béisbol a la playa los días grises de verano en los que el mar estaba embravecido y no había nadie a quien molestar con nuestros golpes con el bate o nuestros pases de pelota con el guante. A veces cogíamos la bola grande de softball, el béisbol femenino, para jugar, porque, francamente, no lo hacíamos demasiado bien y con aquella pelota grande era más fácil acertar a golpear. Soñar que conseguíamos un homerun (un jonrón, como decía un exlaumno mío cubano) e impulsábamos una carrera completa, ¿es así? Eso era suficiente para sentirnos como en casa, gracias a ese extraño deporte que sigue siendo para mí el ininteligible pero a la vez familiarísimo béisbol.


Otro Clásico en el bar

El día pintaba plácido. Este sábado no venía la chica de la limpieza y tuve toda la mañana libre. Escribí un rato. Un par de recados. Después de comer, a eso de las dos del mediodía, fútbol inglés. Vi un par de partidos con finales emocionantes. Este año parece que el Chelsea de Mourinho se lleva la Premier de calle, pero hoy juega en Manchester contra el United y ahí se verá. Luego ya se hicieron las seis de la tarde, y a pesar de tener el Plus, este Clásico lo daban en uno de los canales que no poseo, de modo que, una vez más, tuve que bajar al bar para presenciarlo.

En el bar había un gran gentío. El partido estaba puesto en el canal GolT, que no tiene la misma calidad de imagen que el Plus, pero que acaso es más futbolero si cabe. Empezó el partido. La parroquia culé quedó muy contenta con el primer gol de Neymar a los cuatro minutos. El Barça dominaba y se le veía muy suelto, aunque el Madrid llegaba con cierta facilidad al área azulgrana, si bien con poca cabeza. Así transcurrió poco más o menos la primera media hora, en la que el Barça perdonó el 0-2. Y quizá la Liga. De haber ganado el partido se hubiese colocado con siete puntos de ventaja frente a su eterno rival. Pero Casillas detuvo el remate demasiado leve del genial Messi. Poco después, en una jugada sin aparente elaboración, el Madrid volvió a plantarse en el área del FC Barcelona y Piqué midió mal los espacios, sacó el brazo donde no debía y la pelota lanzada por el lateral izquierdo blanco rebotó en el mismo. Penalti. Cristiano Ronaldo no falló y puso el empate a uno en el marcador. Tablas. Alegría momentánea en la parroquia merengue.

El partido volvía a su punto inicial. El Real Madrid había salvado un match ball de campeonato, nunca mejor dicho, y veía el empate con mayor optimismo que el Barça, quizá un poco superior en esta primera parte, pero por eso mismo quizá un poco más preocupado porque el resultado estaba igual que al empezar el gran encuentro de todos las temporadas. Fútbol había habido, pero tampoco demasiado. Las espadas en alto y todo por resolverse en la segunda parte.

Y la segunda parte fue del Real Madrid. Salió más metido, más enérgico, más convencido. En un robo en el centro del campo provocó un córner y del córner botado por Kroos vino el gol en un cabezazo tremendo del central Pepe que ponía en ventaja a los blancos 2 a 1. La hinchada de Chamartín enloqueció. Por primera vez veía la victoria al alcance. La victoria suponía ponerse a un solo punto del Barça, líder todavía hoy, en la tabla de clasificación. Pero sobre todo suponía seguir vivo y de qué manera: con orgullo, con vigor, con juego. Porque aunque sin demasiada elaboración, cada contra del Madrid era un peligro. Ya el año pasado dio una lección en este sentido en los grandes partidos de la temporada, la final de la Copa del Rey, o en los cruces decisivos, especialmente las semifinales contra el poderoso Bayern de Munich, de la Champions. 

Y así, en un córner mal botado por el Barça, llegó el tercero del Madrid, que de algún modo sentenciaba el choque poniendo una distancia insalvable para los culés. Los madridistas del bar vibraban. Los culés, bajaron la cabeza enfadados. Cómo es posible que una acción ofensiva a favor se transforme en una contra ganada por el joven medio Isco Alarcón y acabe en gol en contra de un buen Benzema es una pregunta que quizá no puedan responder en un equipo de primerísima élite como el FC Barcelona. Que aprendan ellos, decía el expresidente culé Laporta. Pues quizá la respuesta es que han aprendido. Fue un gol bello, en una jugada desgraciada.

A partir de entonces, el Real Madrid empezó a tocar. Me gustó mucho la salida de Modric, un jugador que no es una superestrella, pero que tiene gestos de verdadero nivel. El Barça se hundió miserablemente. El partido, salvo por un chut del lateral izquierdo culé Mathieu, estaba para otro gol madridista. Hubiese llegado si los fabulosos delanteros blancos hubiesen culminado alguna de las varias contras de que dispusieron. Pero el partido ya estaba finiquitado. Resultado final, 3-1 para el Real Madrid.

¿Cuáles fueron las claves del match? Pues a mi modo de ver, la estrategia de Luis Enrique Martínez, el entrenador azulgrana. Se equivocó Luis Enrique poniendo como titulares a Xavi Hernández y Piqué. El Barça se pareció más al ajado equipo del curso pasado que al renovado conjunto de este inicio de liga. Xavi es una leyenda viva del fútbol mundial, pero ya no está para noventa minutos contra un grande. De tal modo que Luis Enrique lo cambió por Rakitic, el flamante fichaje estival en Can Barça. Ese cambio tendría que haberse producido de inicio. Luego está el caso de Piqué. Si no estaba jugando con asiduidad, por qué ponerlo de titular en un partido que sí era trascendental. Así, Mathieu pasó al lateral y Alba, indiscutible en la selección, al banquillo. El Barça perdió velocidad por las bandas. Si a eso le añades un partido discreto de Iniesta, es muy difícil sacar algo positivo del Bernabéu.

No es que, a mi modo de ver, el Real Madrid hiciera un partidazo. Su triunfo fue más bien tranquilo, hasta fácil. No se vino abajo con el 0-1, siguió percutiendo, aguantó cuando estuvo contras las cuerdas, y acabó obteniendo su recompensa. Mucha calidad, eso sí. Pero jugar al fútbol, creo que puede hacerlo mejor. De todas formas se planta a solo un punto del líder con ventaja moral. De momento, tras su mal inicio liguero, no es poco. 

Esto fue el Clásico que este otoño nos depararon Real Madrid y FC Barcelona. Una vez más al calor del amor en un bar, como cantaba Gabinete Caligari. No fue el más tenso, ni el más emocionante, ni el más grande de los Clásicos, pero significó mucho: el Real Madrid se postula tras ganar el año pasado la Champions como favorito para ganar este año la Liga. Sí, queda la vuelta en el Camp Nou, pero el vigor del juego blanco hizo añicos no solo el decreciente juego azulgrana sino también sus reservas anímicas. Iremos viendo lo que pasa.

El Barça deberá volver a su versión renovada, con Rakitic como titular y Mathieu como central. Serán decisiones difíciles, pero imprescindibles si pretende seguir siendo líder hasta el final. Soy escéptico sobre esta posibilidad. En Chamartín te montan un circo y en Can Barça una independencia, y así es más complicado hacer las cosas bien hechas. El Real Madrid, sin hacer mucho, está lanzado. Pero queda un largo trecho. Otro Clásico volverá, y bajaré al bar, y estaré entre la gente y celebraremos el fútbol porque nos gusta y nos divierte.

 

La temporada empieza en noviembre

Cuando el frío de noviembre empieza a hacer su aparición, Ismael cogía las maletas y se embarcaba en cualquier barco a correr aventuras por el mundo. Así se hizo a la mar en el Pequod en busca de la ballena blanca llamada Moby Dick, y pudo regresar para contarlo.

Mucho más modesto, yo, cuando se acaba octubre y empieza noviembre, celebro el inicio de la temporada de la NBA. No conozco mejor modo de calentarme durante el otoño y el invierno, y es tan expansivo su efecto que alcanzará el calor de la primavera.

Sí, ya sé que se están disputando las Series Mundiales de Béisbol (este año entre San Francisco Giants y Kansas City Royals), que la LFP ya lleva dos meses disputándose y que, como este año, el Clásico puede celebrarse un 25 de octubre; sí, ya han empezado la ACB y la Euroliga, todo eso ya lo sé, pero para mí hasta que no empieza la NBA no empieza de verdad la temporada. Soy profesor y empiezo siempre el 1 de septiembre, pero el curso realmente no se inicia hasta que empieza la NBA.

El curso baloncestístico 2014-2015 en las Américas se presenta divertido y apasionante. Como no soy un experto no voy a hacer una lista de mis candidatos a clasificarse para Playoffs por conferencias, y menos por divisiones. Tampoco apostaría por quién va a llevarse finalmente el anillo, o quién va a ser el entrenador del año o el mejor defensor de la liga. De quintetos mejor ni hablamos. Lo que sí puedo hacer es una reflexión somera y casi a vuelapluma sobre los equipos de cada conferencia, registrando sus aspiraciones, sus posibilidades, sus novedades.

Empecemos por la Conferencia Este. Lo más llamativo ha sido sin duda la vuelta a Cleveland de Lebron James. Los Cavaliers han formado un equipazo, juntando a King James, Kevin Love (26 puntos y 12 rebotes de media el curso pasado) y Kyrie Irving, elegido recientemente MVP del Mundobasket celebrado en España. Son candidatos al anillo, pero primero tendrán que demostrar que son un equipo fiable, y para eso tienen como Head Coach a David Blatt, cuyo currículum incluye un Oro europeo con Rusia y la última Euroliga con Maccabi de Tel Aviv. Me gusta Blatt y si la presión del circo NBA no puede con él, apuesto por que Cleveland Cavaliers va a estar arriba. Mínimo final de conferencia.

El otro gallito de la Conferencia Este es Chicago Bulls. Aquí no hay un coming home, como el de James, sino una Roserrection, es decir, la vuelta de Derrick Rose, MVP de la liga regular hace unas temporadas, a las canchas de baloncesto. Además los Bulls han fichado al español Pau Gasol, y tienen al último mejor defensor de la liga, y dos rookies importantes, como McDermott y Mirotic. Tim Thibodeau es el entrenador jefe, un especialista defensivo que debe lograr una buena ofensiva que pasará por las manos de Rose y de Gasol. Si las lesiones les respetan, como se suele decir, aspiran igualmente a final de conferencia y quién sabe si al anillo.

Luego hay un grupo de buenos equipos que en playoffs pueden dar una sorpresa, como Washington Wizards, dirigidos por el buen base John Wall. El año pasado eliminaron a los Bulls con el factor cancha en contra y plantaron cara a Indiana Pacers, finalista de conferencia. Precisamente los Pacers no parece que este año puedan repetir las dos últimas finales de conferencia, ya que su alero estrella, Paul George, cayó lesioando mientras se preparaba con el USA Team para el Mundobasket de España. Han dicho que esperan a George para jugar playoffs, pero está por ver que se clasifiquen para la postemporada. Lo mismo podría decirse de Miami Heat, aupados a la historia tras The Decision de Lebron James, y ahora sin el Rey, y aunque hayan fichado a Luol Deng, pueden tener dificultades para meterse en playoffs. Veremos. Esto abriría el abanico de opciones a buenos equipos menores como Charlotte Hornets, que el año pasado cayeron 4-0 en primera ronda, y Atlanta Hawks. No son equipos por los que yo sienta especial simpatía. Los Hawks son un equipo histórico, el viejo equipo de Dominique Wilkins, retador en el concurso de mates del mismísimo Michael Jordan. Están entrenados por Budenholzer, de la escuela de Popovich, lo cual debería ser una garantía.

Hay más equipos en el Este. Por ejemplo Detroit Pistons. Los Pistons sí son de mis equipos favoritos. Espero que se clasifiquen para playoffs después de unas temporadas bastante malas. Han fichado a Stan Van Gundy, un buen entrenador. Después están los Knicks de Nueva York, dirigidos en los despachos por Phil Jackson y por Dererk Fisher en la pista. Han fichado al base español José Manuel Calderon y van a intentar implantar el triángulo ofensivo. Tienen una superestrella como Carmelo Anthony, un superanotador al que vi hacer añicos a la seleccion española en un amistoso celebrado una plácida noche de julio en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Pero les costará. Espero que no se queden a una victoria de meterse en playoffs y que Manhattan vuelva a disfrutar de la postemporada. Al otro lado del río está Brooklyn Nets, que el año pasado jugaron playoffs tras un mal inicio de curso. Han perdido al mítico Paul Pierce, The Truth, que ha recalado en los Wizards. Quizá eso les pueda pesar. El año pasado se enfrentaron en primera ronda con Toronto Raptors, que este año aspira precisamente a superar aquella primera ronda. 

Por lo demás, el Este está en reconstrucción, después de la pésima calidad que mostraron en general sus equipos el curso pasado. Para dicha reconstrucción qué mejor que contar con uno de los claros aspirantes a mejor novato del año, como es Jabari Parker, alero que jugará muchos minutos para Milwaukee Bucks, el viejo equipo de Big O y Abdul-Jabbar. Entrenados por Jason Kidd, aspiran a hacer equipo y poco más. Son una promesa de futuro. Orlando Magic, Boston Celtics, etcétera, etsán en la misma línea de salida, aunque sin jugadores novatos de tanto relumbrón. Veremos a ver lo que pasa.

Pasemos a la Conferencia Oeste, el salvaje y sangriento Oeste. El candidato número 1 para llevarse el título de campeón de la conferencia y de paso para ganar el anillo sigue siendo San Antonio Spurs. Un año más viejos, Tim Duncan, Manu Ginobili y Tony Parker, pero también un año más expertos. Cuentan con el último MVP de las Finales, el escolta Kawhi Leonard, y además tienen algún rookie prometedor. Todo eso dirigido en los banquillos por el mejor entrenador de la NBA, Gregg Popovich, que no hace jugar más de 30 minutos a sus jugadores en temporada regular. El año pasado lograron un récord de 62 victorias y 20 derrotas, asegurando el factor cancha para todas las eliminatorias de postemporada. Veremos si este año repiten la gesta, pero el base francés Tony Parker ya ha declarado que van a por ello.

El otro gallito en el Oeste debería salir de entre dos equipos, a mi modo de ver, que son Oklahoma City Thunder y Los Angeles Clippers. Los Thunder han perdido hasta diciembre por lesión al último MVP de la temporada regular, Kevin Durant, y eso lo pueden notar en número de partidos perdidos a final de temporada y por tanto en la pérdida del factor cancha, muy a pesar del excelente juego de su base estrella Russell Westbrook, un auténtico ciclón en los pasados playoffs. Por todo eso, los Clippers deberían aprovechar la circunstancia y conseguir el factor cancha a su favor, no sufrir en primera ronda (el año pasado Golden State Warrios los llevó al séptimo partido sin su pivot titular) y alcanzar cuanto menos la final de conferencia. Por la cabeza del gran base angelino Chris Paul pasan muchas de esta opciones, porque nivel tienen, empezando por el formidable Blake Griffin. Los Angeles Clippers quieren enamorar y convertirse en el equipo de América. Veremos qué medios ponen para ello y si lo logran. Tienen como Head Coach a Doc Rivers, que fue campeón con los Celtics en 2008.

Luego viene un grupo de verdaderos equipazos que no podrán jugar las finales porque por delante tienen a los equipos ya analizados. Me refiero a Golden State Warriors, a Memphis Grizzlies, que llevaron al Game 7 el año pasado a Oklahoma City Thunder, y a Dallas Mavericks, que el año pasado fueron el único equipo en forzarle un séptimo partido a los posteriormente campeones Spurs. Ojo con los Mavericks, tienen al genial alemán Nowitzki, pero han perdido capacidad de dirección con la salida de Calderón. Y de los Grizzlies, qué decir, equipo defensivo que da gusto ver, solo cayeron 4-3 en primera ronda ante unos esplendorosos Kevin Durant y Russell Westbrook, y eso que el último partido no lo jugó su pivot titular Zach Randolph por una sanción asaz polémica.

Es lo que tiene el ancho Oeste. Un equipo como Portland Trail Blazers, que el año pasado dio signos de patética impotencia ante San Antonio Spurs en semifinales de conferencia, había eliminado en primera ronda a los poderosos Houston Rockets de Harden y Howard. Es posible que este año ambos equipos se vuelvan a ver las caras. Harden viene con la medalla de oro en el Mundobasket en el pecho, lo cual debería darle consistencia a su juego, por aquello de la madurez. Howard sigue siendo el pivot número 1 de la NBA, o eso dicen.

El año pasado Phoenix Suns se convirtió en el equipo que con mejor record no logró meterse en playoffs en toda la historia de la NBA. Este año, con el esloveno Dragic a la cabeza, intentarán no fallar en los momentos decisivos y meterse en esos playoffs. Para eso se han reforzado con más talento. Hay otros equipos en el Oeste que esta temporada van a luchar hasta el final. Por ejemplo New Orleans Pelicans, donde juega Anthony Davis, también reciente campeón mundial de baloncesto con el USA Team. Es un buen jugador, aunque le falta aun un poco de fuerza bajo los aros. Y otros que siempre han estado por la pelea son Denver Nuggets.

Luego vienen equipos destinados a hacer pasar un buen rato pero a perder muchos partidos. Entre estos destacan Minesotta Timberwolves, el equipo dirigido por Ricky Rubio, que este año debe dar un paso adelante en liderazgo y madurez en el juego. Además, los Wolves contarán con el número 1 del último draft (selección de jugadores universitarios), el alero canadiense Andrew Wiggins, tras perder, camino de Cleveland, a Kevin Love. Y finalmente hay que mencionar a Los Angeles Lakers, adonde regresa tras su lesión el legendario Kobe Bryant. Veremos a qué nivel.

En suma, la NBA se presenta una vez más reñidísima e igualada. Es lo que tiene el sistema americano. El 28 de octubre empieza por fin la competición y este año podré seguirla cada día porque he instalado el Canal + en casa. Si Dios quiere, pocos partidos me perderé, así que nos vemos en junio y comentamos cómo ha ido. ¿Vale?

El estilo y la furia

Ríos de tinta han corrido en los periódicos a propósito del juego de la selección española de fútbol. ¿Por qué fracasábamos en los Mundiales? ¿Por qué el techo de nuestra selección eran los cuartos de final? Dos o tres buenos jugadores no bastaban, y aunque desde 1978 la selección ha estado en todos los mundiales, en todos, menos en uno, el que ganó en 2010, ha fracasado más o menos de forma estrepitosa. 

Se habló del juego del equipo, de que era un equipo sin identidad, solo una colección de buenos jugadores, se habló incluso de la dificultad de integrar las regiones y nacionalidades de las que habla nuestra Constitución. Se dijo que si el gol de Cardeñosa hubiese sido gol contra Brasil, todo lo ocurrido en estos últimos treinta años hubiese sido distinto. Pongo en duda esta última afirmación. He visto, en youtube, el partido. Entero. Contra una Brasil que quedó tercera en aquel mundial pero que no era nada del otro mundo, quizá con Dirceu como estrella, a España le costaba incluso pasar de medio campo. Que en un balón largo la defensa brasileña fallara y Santillana le dejara el balón franco a Cardeñosa no signfica que aquel partido lo mereciese ganar España. Además, era la fase de grupos, nada importante o trascendental todavía por jugarse. De modo que el fallo de Cardeñosa ha de dejar de ser un mito, porque el partido de España no daba para más. 

Luego vino el fracaso en el Mundial de México´86. En este torneo, España sí mereció algo más, pero se dejó -no puede decirse otra cosa- marcar primero por Bélgica y ya fue a remolque todo el partido, cayendo finalmente en los penaltis y poniendo el listón en esos cuartos de final que nunca se superarían, hasta el torneo de 2010. En el 2002 repetimos cuartos de final, contra una débil Corea, y los penaltis fueron otra vez el castigo a un mal partido, es posible que con un gol legal anulado, pero en el que España debería haber dominado mucho más de lo que lo hizo. Los problemas venían de antes. Raúl González, que había sido Balón de Plata recientemente, no jugaba, y era el factor diferencial del equipo. No jugó porque se había lesionado en los octavos de final contra Irlanda, otra selección débil a la que se la debería de haber ganado con cierta holgura, y que sin embargo nos empató, mandando el cruce a los penaltis, donde un Casillas ya inspirado hizo de las suyas para meter a España entre los ocho mejores equipos del campeonato mundial.

Otros fracasos de la selección se deben a este penar ante equipos a priorio más vulnerables. Pongamos como ejemplo lo que ocurrió en 1962. Sin un equipo de estrellas aunque con Puskas, que había sido subcampeón mundial en 1954 con Hungría, España se plantó en el último partido de fase de grupos teniendo que vencer a la todopoderosa Brasil, que sin Pelé iba a resultar finalmente la ganadora del torneo. Y España marcó primero e incluso dominó el encuentro, hasta que Vavá aprovechó un fallo, ay, de la defensa española para después sentenciar en otra jugada personal de Garrincha: Brasil 2-España 1 y para casa. El problema no era perder por la mínima en un buen encuentro frente al futuro campeón, el problema fue no haber hecho los deberes antes frente a la soviética Checoslovaquia, que sí, que a la postre fue la subcampeona, pero que no tenía por qué ganar a España. He visto, también en youtube, todos estos partidos, y sé de lo que hablo. 

Unas veces por hacche, otras veces por be, pero el caso es que la selección solo podía ostentar el título europeo de 1964 y la finalísima de la Eurocopa de 1984. Estos triunfos deberían haber indicado a los expertos conocedores del fútbol por donde había que tirar. En la Eurocopa del 64, con mencionar a jugadores como Luis Suárez, único Balón de Oro español, Chus Pereda o Amancio Amaro, estaría todo dicho. En 1984, tras clasificarnos después de la gesta del 12-1 contra Malta, se hizo un torneo irregular, pero se venció a Alemania, vigente subcampeona del mundo, por 1-0. Aquel gol de Maceda sigue siendo mi gol favorito de la selección. En ambos casos, se trataba de buen juego futbolístico, de defensas que sabe sacar la pelota jugando, de medios técnicos y, en el área, de auténticos depredadores del gol. Esa fórmula no triunfó en la selección asumida de forma explícita hasta el Mundial de 2006.

Fue Luis Aragonés el que lo hizo. Además, dotó de un sobrenombre mediático al equipo, La Roja. Lo dijo en una entrevista en el periódico El Mundo. Lo del tiqui-taca tiene, no obstante, otra historia. En aquel mundial, Guardiola escribía para el diario El País. Y recordaba su paso como jugador por Italia, visionando videos del Milan de Sacchi, a propósito del partido de Italia contra Australia de octavos de final, con gol de penalti de Totti en el último segundo. Escribió algo así que jugaban como un reloj, tic-tac, tic-tac. Y este tic-tac, tic-tac, escrito por Guardiola lo convirtió en el célebre tiqui-taca el locutor Andrés Montes, que por aquel entonces estaba en La Sexta. Este es el origen del famoso tiqui-taca.

Otros, más pulcros, lo llamaron estilo. ¡La selección ya tiene una identidad! La selección tenía un estilo, es decir, el estilo como identidad. Lo tendrían que haber escrito entonces Segurola o Iglesias y no haberse subido al carro con el triunfo final en la Eurocopa del 2008, porque lo cierto es que en el Mundial de 2006 en Alemania ya se vio una nueva España, con identidad, con estilo. Especialmente brillante fue el debut contra la Ucrania de Shevchenko, que más tarde llegaría a cuartos de final. 4-0 y un juego a ratos espectacular. Pero todo cambió cuando cierta prensa de Madrid presionó para que jugara Raúl. La entrada de González distorsionó el ritmo de juego del equipo y el equipo español volvió a ser plano, previsible y vulnerable. En fin, cayó derrotado 3-1 contra Francia, futura subcampeona mundial, en los octavos de final, y eso que se había adelantado España con gol de penalti.

Pero llegó la Eurocopa de Austria y Suiza ya sin Raúl en el equipo nacional, y España salió campeona, derrotando a Alemania por 1-0 con gol de Torres en la primera parte del partido. El resto es una historia de éxito. Aragonés dejó la selección y el marqués Del Bosque se hizo cargo de la misma. Sin cambiar casi nada, consiguió, a duras penas, eso sí, saltar la barrera de los cuartos de final en el Mundial de Suráfrica de 2010, volver a ganar a Alemania por 1-0 en la semifinal, y derrotar a Holanda en la final con el histórico gol de Iniesta. ¡España, por fin campeona del mundo! He escrito sobre ello en otras estampas y por tanto no añadiré más.

Lo que sí que diré es que todo ello se hizo, ciertamente, con estilo, pero también con la clásica furia española que se remonta a cierta tarde de 1920, cuando aquello de "¡A mí, Sabino, que los arrollo!". Cabe recordar que España consiguió en aquellos Juegos Olímpicos, cuando aun no existían los mundiales, el subcampeonato. La medalla de plata. El primer gran éxito de una federación de fútbol que según algunos nació en 1909 y según otros en 1913.

No he hablado de la Eurocopa de 2012, que también ganó la selección española. Y eso que Villa estaba lesionado y Torres solo jugó esporádicamente. Con falso 9, España fue de menos a más y acabó arrollando a Italia en la final. 4-0. Lo nunca visto. Nadie hasta entonces había encadenado semejantes triunfos, solo Alemania se le había acercado mucho entre los años 1972 y 1976, la gran Alemania de Beckenbauer.

Repito. Todo ello se hizo con un estilo de juego por bandera, con una identidad, con el tiqui-taca. Pero también con la furia como parte insoslayable de tal identidad. Resumiendo, durante todos estos años el estilo ha sido Xavi Hernández, pero la furia con clase la ponía David Villa. El estilo era Iniesta, pero la furia del gol venía de Puyol. ¡A mí, Xavi, que los arrollo! podría haber gritado perfectamente Puyol antes de su antológico remate de cabeza, que le valió a la postre el pase a la final del mundial de Suráfrica´10 a España, quizá en el mejor partido de fútbol que haya disputado jamás la selección a esos niveles, precisamente en un partido dominado por el estilo de la Roja pero sentenciado gracias a la furia de la testa ya sagrada de Puyol. 

Esperemos que en lo venidero se mantenga el estilo que tantos éxitos nos ha dado. Pero en mi opinión, haríamos bien en mantener también la furia española. La echó de menos en el reciente mundial de Brasil´14 nada menos que Tostao. En declaraciones a un periódico brasileño, el delantero centro del mejor campeón del mundo de todos los tiempos, la Brasil de 1970, manifestó algo así como que el estilo estaba muy bien, pero que no había que recrearse en él, y dijo encontrar a faltar una pizca de furia en el juego español para sobreponerse a los golpes de la fortuna. Del Bosque ha llamado, en este sentido, a la rebeldía. Como nos enseñó Camus, el escritor que dijo aquello de haber aprendido las mejores lecciones de moral en la vida jugando al fútbol, la rebeldía es lo contrario de la revolución. La furia no es ansia ciega ni supremacía racial, lo cual sería por lo demás ridículo amén de execrable en el caso español. La furia es el complemento ideal del estilo. Dicen que habíamos tenido furia durante 90 años y que no había servido de nada. Que había que desterrar la furia y abrazarnos al estilo. Sigo pensando que ni había tanta furia como se piensa ni el estilo estuvo ausente siempre del juego de la selección. Dar con la fórmula que combinara ambos elementos fue el éxito del difunto Luis Aragonés. Volver a dar con la tecla será lo que nos hará regresar a las mieles del éxito. El estilo por el estilo será, en caso contrario, tan estéril como la supuesta furia española como único signo de identidad de la selección.

Por encima de todo, se trata de jugar bien al fútbol, con garra y corazón.

All Blacks

Pocas cosas sagradas hay en esta vida, y una de ellas es el rugby en Nueva Zelanda. Mi pasión por el rugby data de los años 80. Entonces TVE daba el entonces Torneo de las Cinco Naciones, y alli me enamoré del apertura galés Johnathan Davies. Entonces no sabía que la selección de Gales había dominado el mundo del balón oval en los años 70 de la mano, entre otros grandes ases, del medio melé Gareth Edwards. Elegí a Gales cuando podía haber optado por la Francia del zaguero Serge Blanco, o por la Inglaterra de Robert Andrews. Pero Johnathan Davies era demasiado vivaraz como para elegir cualquier otro equipo. En 1988, después de años de sequía, Gales ganó la Triple Corona (vencer a los demás equipos británicos del torneo). Un año antes había quedado tercera en el primer mundial de rugby, celebrado en Nueva Zelanda, derrotando a la Australia de David Campese en el partido por el tercer y cuarto puesto de aquel primer mundial de 1987, cuando el rugby se profesionalizó.

Pero fue precisamente a raíz de aquel mundial cuando sumé a mis amores rugbísticos al equipo del helecho en el pecho, ese extraño combinado que vestía con una equipación de color negro. Sí, entonces, a diferencia de lo que me había ocurrido con Gales, mi primer e ingenuo amor, sabía perfectamente que Nueva Zelanda, en esto del rugby, eran los mejores. Los mejores de la historia. Sabía perfectamente ya entonces que el rugby, como la vela, eran sagrados en la tierra neozelandesa.

De Nueva Zelanda deportivamente hablando solo conocía el hecho de que su selección de fútbol había participado en el mundial de fútbol de España´82. Nada más. Pero en seguida me puse al día respecto de su gloriosa selección de rugby, que ganó ese primer mundial de 1987 (tardadían mucho tiempo en volver a ganar un mundial, exactamente el de 2011 también celebrado en Nueva Zelanda). Mi entusiasmó por los denominados All Blacks aumentó exponencialmente. Todo era fantástico alrededor de ellos, un juego de delantera como el de la temible Suráfrica, un juego a la mano de los tres cuartos como el de la alegre Francia, tal combinación de poderes solo podía darse en los mejores practicantes del rugby del planeta. Y luego estaba lo de los All Blacks, la haka y todo lo demás. Qué maravilla.

Tal fue mi enamoramiento que a nivel mundial me considero más seguidor de Nueva Zelanda que de la propia Gales. En el último mundial, el de 2011, Gales disputaba su partido contra Francia en una de las semifinales. Por primera vez no me importó que el equipo de rojo perdiera, aunque hay que matizar que fue de mala manera, con dudosas decisiones arbitrales. Y es que si ganaba se enfrentaría a los All Blacks en la finalísima, y por nada del mundo quería verme obligado a elegir ganador en un partido disputado entre Gales y Nueva Zelanda. Es más, estoy convencido de que Gales, de haber pasado a la final, podría haber ganado perfectamente el título frente a Nueva Zelanda, y por nada del mundo quería yo entonces que a los All Blacks se les escapase ese mundial, su mundial, después de tantos fracasos anteriores. Al final Nueva Zelanda derrotó a Francia por un ajustadísimo 9-8 en un partido feo a causa del mezquino planteamiento francés, tan alejado del rubgy champán al que nos tiene normalmente acostumbrados el XV del gallo. 

El nombre de All Blacks caló, pues, profundamente en mi persona allá a finales de los 80, cuando yo tenía unos quince años. Tan es así que parafraseamos ese nombre a la hora de elegir uno para participar en las 24 horas de baloncesto que se organizaban entonces en mi pueblo. Vestíamos todo de negro, estábamos enfadados como los All Blacks, éramos aguerridos y fieros, pero a la vez tiernos, como Nueva Zelanda jugando al rugby. Mayo espectáculo deportivo en el mundo era y es difícil de encontrar.

Se ha podido comprobar en el último Rugby Championship, el torneo heredero del Tri-Nations, campeonato que agrupa a los países rugbísticos del hemisferio sur. El Tri-Nations se empezó a jugar en 1996, nueve años después del primer mundial, al albur de la profesionalización del deporte del balón oval. Nueva Zelanda, Suráfrica y Australia, cada una con 2 títulos mundiales, casi nada al aparato. Se sumó Argentina hace tres años y pasó a llamarse The Rugby Championship. Ahora que me he puesto el Canal Plus en casa he podido ver algunos partidos. Rugby de alta escuela, poderorísimas delanteras, sapiencia en el desarrollo de las fases, tres cuartos muy físicos y técnicos, lucha de poder a poder. El torneo lo ha vuelto a ganar, por tercera vez seguida, Nueva Zelanda, que por tanto ha vencido en todos los torneos que se han disputado bajo la denominación de The Rugby Championship.

14 son los títulos que en global poseen los All Blacks, por 3 de Suráfrica y 3 de Australia. Allí donde falla Nueva Zelanda en los mundiales, en partidos que se les hacen cortos, por la presión de ser los favoritos, perdiendo por ejemplo contra Francia en la histórica semifinal del 99, etcétera, todo eso se desvanece en este torneo que los All Blacks dominan de forma aplastante, porque aquí no hay partidos de la muerte, sino que es un torneo de la regularidad, y entonces Nueva Zelanda demuestra que siguen siendo los mejores jugando a esto del rugby, enseñando al mundo qué es el rugby, como los Globetrotters, a su modo circense, enseñan al mundo qué es el baloncesto.

A falta de una jornada, ya fueron campeones, aunque, tras dos años sin perder, cayeron en la última jornada frente a Suráfrica 27-25. Un aviso para navegantes de cara al próximo mundial de 2015 en Inglaterra. La otra noticia reseñable de la última jornada es que por primera vez Argentina, es decir, los Pumas, lograron vencer en el torneo, en concreto ganando 21-17 a Australia, en un partido un poco extraño, pues empezaron arrollados 0-14 por los Wallabies, y sin embargo consiguieron ir remontando hasta hacerse con el partido gracias entre otras cosas a que el pateador de Australia, el apertura Foley, erró sendos golpes de castigo aparentamente sencillos y a que Argentina demostró casta y saber estar. Sin Pichot y otras de las estrellas que en 2007 llevaron a los Pumas al tercer cajón del mundial de Francia, Argentina logró su primera victoria tras 18 encuentros con una apuesta decidida del entrenador Hourcade por el juego ofensivo, cuando tradicionalmente la fortaleza de los Pumas ha residido siempre en la delantera. Manteniendo esa fortaleza, Argentina ha querido explotar otros recursos ofensivos, jugando a la mano con los tres cuartos, apoyados siempre por el trabajo inconmensurable de la tercera línea. Errores subsanables en la fase de obtención del balón hacen creer a la afición que los Pumas todavía tienen trecho para ir creciendo y mejorando, y ya hay quien habla de una posible final del mundial para ellos si el sorteo del torneo es benévolo en los cruces. Argentinos con los que he podido charlar en el foro de internautas de marca.com, sin embargo, han llamado a tener los pies en el suelo y a mantener un realismo más cauto con las posibilidades de su enorme selección de rugby.

Pero volvamos a los All Blacks, pues yo siempre seré un all black, y esto es tan sagrado para mí como el rugby en las islas de Nueva Zelanda. El capitán y flanker (número 7) Richie McCaw batió el récord de caps (internacionalidades) de los All Blacks con su cap número 134. McCaw es un jugador de otra época. Ahora empieza a estar ya un poco envejecido, pero sus placajes siguen siendo antológicos, capaces de hacerte retroceder diez metros... ja ja ja. Me alegro por él y por los All Blacks, que a falta de un Lomu, siguen encontrando jugadores de considerable talla mundial en todos los puestos clave. Son fuertes y son exquisitos, y además, cantan la Haka. Para despedirme de esta estampa, qué mejor, pues, que hacerlo como ellos empiezan los partidos:

 

All Blacks, dejame ser uno con la tierra
Hī aue, hī!  
Ko Aotearoa e ngunguru nei! Esta es mi tierra, que vibra
Au, au, aue hā! ¡Es mi hora! ¡Mi momento!
Ko Kapa o Pango e ngunguru nei! Esto nos define como All Blacks
Au, au, aue hā! ¡Es mi hora! ¡Mi momento!
I āhahā!  
Ka tū te ihiihi Nuestro dominio,
Ka tū te wanawana Nuestra supremacía triunfará.
Ki runga ki te rangi e tū iho nei, tū iho nei, hī! Y llegará a lo más alto.
Ponga rā! ¡Helecho Plateado!
Kapa o Pango, aue hī! ¡All Blacks!
Ponga rā! ¡Helecho Plateado!
Kapa o Pango, aue hī, hā! ¡All Blacks!

En la muerte de Alfredo Di Stéfano

En la muerte de Alfredo Di Stéfano se ha vuelto a plantear el debate de quién es el mejor futbolista de todos los tiempos. Don Alfredo Di Stéfano ganó cinco copas de Europa seguidas, ocho ligas españolas, dos balones de oro (57 y 59, Pelé entonces no optaba) y, el único en poseerlo, un Superbalón de Oro otorgado por la revista France Football en 1989. Cambió la historia del Real Madrid y revolucionó el fútbol; Sacchi ha dicho de él que verlo fue como pasar del cine mudo al sonoro.

Hay consenso en lo siguiente: Di Stéfano dominó el fútbol durante los años 50; Pelé, durante los 60; Cruyff durante los 70 y Maradona durante los 80. A partir de aquí empieza la polémica. Pero, ¿por qué contar a partir de los años 50 y no antes? El fútbol era olímpico antes de existir el Mundial ya en 1908, la primera Copa del Mundo es de 1930, entonces ya existían figuras como el brasileño Leónidas o el italiano Meazza. Pero como la NBA, la liga nacional española de baloncesto, las copas de Europa de fútbol y baloncesto, todo empezó a ser como ahora a partir del final de la 2ª guerra mundial (incluso la Superbowl o la era Open en el tenis datan de finales de los años 60). Hablando de Di Stéfano, su figura siempre estará ligada a la actual Champions League, cuando el inglés ha sustituido a la vieja y francesa Coupe d´Europe. Y fue Di Stéfano quien, por encima de Kubala o Puskas, se convirtió en el primer jugador mediático. Por todo ello, en la hora de su muerte, L´Équipe lo ha llamado "pionero".

Mi padre estará contento. Por fin allá en el cielo volverá a ver jugar a Di Stéfano. Mi padre -sí, ya sé que parezco un poco Jorge Manrique con la copla de mi padre- residió en Madrid entre 1957 y 1960, en el Hospital del Rey, que hoy en día es un centro de investigación en la rama de la salud bajo el nombre de Carlos III. Así que si no lo vio jugar en los años de su apogeo en el Real Madrid, vivió de primera mano tal apoteosis madrileña. Y es que nunca me llegó a decir que iba a Chamartín a ver al equipo blanco, pero es muy probable que así fuera, y aunque así no fuera, seguro que pudo respirar el ambiente distefanista de aquel Madrid de finales de los años 50. Para mi padre, Di Stéfano era el mejor jugador de todos los tiempos, el más completo, el futbolista total, en una palabra, el más grande.

Este es el debate. Nadie discute que técnicamente no ha habido otro como Maradona, que nadie tenía el cambio de ritmo y el regate de Cruyff, que el genio Pelé era el talento futbolístico incomnensurable. Repito que a partir de los años 80 empieza la discusión de quién es el mejor de cada década. Desde mi punto de vista, Maradona alargó su reinado hasta mediados de los años 90 (jugó el Mundial del año 94, aunque fue expulsado del mismo por dopaje), y lo que se da es un cambio de siglo más que una década, y que en este cambio de siglo quien reinó no fue otro que Zidane, quien a su vez todavía en 2006 llevó a su equipo de Francia a la final de la Copa del Mundo. Luego ya si acaso viene Messi. Pero para algunos, entre los que me incluyo, Pelé ha sido el mejor de la historia del fútbol, para otros ha sido Maradona, para los más jóvenes lo es Messi. Sin embargo, aunque no fuera un 10 en nada, Di Stéfano era un 9 en todo, y repito en mayúsculas, EN TODO: todo lo hacía dentro de un rectángulo de juego y todo lo hacía bien. Que, por eso, fue el más completo de todos los futbolistas, primer crack mundial, genio irrepetible, no admite demasiada discusión.

Y es que lo que cuentan de don Alfredo es totalmente cierto, como se puede comprobar visionando el partido de la quinta Copa de Europa del Real Madrid, la de Glasgow en 1960. El partido completo lo vendió el As en una ocasión afortunada. Por eso los periodistas franceses lo llamaron el omnipresente. Por eso aquel partido frente al Eintracht de Frankfurt fue repetido durante varios años en Navidades en la BBC. Di Stéfano era la leyenda de aquel equipo. Y eso que cuando llegó al Real Madrid, procedente del Millonarios de Bogotá, al que había llegado a su vez del River Plate bonaerense, contaba ya con 27 años. Es decir, aquella final de 1960 la disputó ya con casi 34 años. ¡Y aun jugó otras dos finales! También en eso, en la longevidad de su carrera, Di Stéfano fue excepcional.

Un jugador que era a la vez Beckenbauer, Zidane y Ronaldo, es decir, el mejor medio centro, el mejor interior o media punta y el mejor delantero centro, todo en uno, todos los papeles en el mismo protagonista, eso era Alfredo Di Stéfano. Nos los habían contado -en mi caso, mi querido padre-, lo habíamos oido, pero no nos lo creíamos, hasta que vimos la final del 7-3 en Glasgow. El más determinante es poco para lo que hizo Di Stéfano en los campos de fútbol de España y de Europa. Era simplemente la Saeta Rubia, pero nadie se lo quería perder.

En la muerte de Alfredo Di Stéfano me he acordado de todo esto. Los elogios le han caido, todos en el mismo sentido, de varias figuras mundiales: Luis Suárez, Gento, Pirri, Amancio Amaro, Cruyff, Bobby Charlton, Mazzola, Pelé, Maradona, etcétera. Eusebio, la Pantera Negra, también fallecido este año, era buen amigo suyo. Ha muerto Di Stéfano y con él la parte del león del fútbol. No llegó a disputar ningñun Mundial, porque primero si interpuso la seudopolítica peronista, luego la selección española y finalmente una inoportunda lesión. Miles de portadas y páginas se han escrito, anécdotas, análisis, en estos días. Y yo, peleísta de toda la vida, me rindo hoy a sus pies y afirmo bien alto: Alfredo Di Stéfano es el más grande.