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procopio: café filosófico

En la muerte de Alfredo Di Stéfano

En la muerte de Alfredo Di Stéfano se ha vuelto a plantear el debate de quién es el mejor futbolista de todos los tiempos. Don Alfredo Di Stéfano ganó cinco copas de Europa seguidas, ocho ligas españolas, dos balones de oro (57 y 59, Pelé entonces no optaba) y, el único en poseerlo, un Superbalón de Oro otorgado por la revista France Football en 1989. Cambió la historia del Real Madrid y revolucionó el fútbol; Sacchi ha dicho de él que verlo fue como pasar del cine mudo al sonoro.

Hay consenso en lo siguiente: Di Stéfano dominó el fútbol durante los años 50; Pelé, durante los 60; Cruyff durante los 70 y Maradona durante los 80. A partir de aquí empieza la polémica. Pero, ¿por qué contar a partir de los años 50 y no antes? El fútbol era olímpico antes de existir el Mundial ya en 1908, la primera Copa del Mundo es de 1930, entonces ya existían figuras como el brasileño Leónidas o el italiano Meazza. Pero como la NBA, la liga nacional española de baloncesto, las copas de Europa de fútbol y baloncesto, todo empezó a ser como ahora a partir del final de la 2ª guerra mundial (incluso la Superbowl o la era Open en el tenis datan de finales de los años 60). Hablando de Di Stéfano, su figura siempre estará ligada a la actual Champions League, cuando el inglés ha sustituido a la vieja y francesa Coupe d´Europe. Y fue Di Stéfano quien, por encima de Kubala o Puskas, se convirtió en el primer jugador mediático. Por todo ello, en la hora de su muerte, L´Équipe lo ha llamado "pionero".

Mi padre estará contento. Por fin allá en el cielo volverá a ver jugar a Di Stéfano. Mi padre -sí, ya sé que parezco un poco Jorge Manrique con la copla de mi padre- residió en Madrid entre 1957 y 1960, en el Hospital del Rey, que hoy en día es un centro de investigación en la rama de la salud bajo el nombre de Carlos III. Así que si no lo vio jugar en los años de su apogeo en el Real Madrid, vivió de primera mano tal apoteosis madrileña. Y es que nunca me llegó a decir que iba a Chamartín a ver al equipo blanco, pero es muy probable que así fuera, y aunque así no fuera, seguro que pudo respirar el ambiente distefanista de aquel Madrid de finales de los años 50. Para mi padre, Di Stéfano era el mejor jugador de todos los tiempos, el más completo, el futbolista total, en una palabra, el más grande.

Este es el debate. Nadie discute que técnicamente no ha habido otro como Maradona, que nadie tenía el cambio de ritmo y el regate de Cruyff, que el genio Pelé era el talento futbolístico incomnensurable. Repito que a partir de los años 80 empieza la discusión de quién es el mejor de cada década. Desde mi punto de vista, Maradona alargó su reinado hasta mediados de los años 90 (jugó el Mundial del año 94, aunque fue expulsado del mismo por dopaje), y lo que se da es un cambio de siglo más que una década, y que en este cambio de siglo quien reinó no fue otro que Zidane, quien a su vez todavía en 2006 llevó a su equipo de Francia a la final de la Copa del Mundo. Luego ya si acaso viene Messi. Pero para algunos, entre los que me incluyo, Pelé ha sido el mejor de la historia del fútbol, para otros ha sido Maradona, para los más jóvenes lo es Messi. Sin embargo, aunque no fuera un 10 en nada, Di Stéfano era un 9 en todo, y repito en mayúsculas, EN TODO: todo lo hacía dentro de un rectángulo de juego y todo lo hacía bien. Que, por eso, fue el más completo de todos los futbolistas, primer crack mundial, genio irrepetible, no admite demasiada discusión.

Y es que lo que cuentan de don Alfredo es totalmente cierto, como se puede comprobar visionando el partido de la quinta Copa de Europa del Real Madrid, la de Glasgow en 1960. El partido completo lo vendió el As en una ocasión afortunada. Por eso los periodistas franceses lo llamaron el omnipresente. Por eso aquel partido frente al Eintracht de Frankfurt fue repetido durante varios años en Navidades en la BBC. Di Stéfano era la leyenda de aquel equipo. Y eso que cuando llegó al Real Madrid, procedente del Millonarios de Bogotá, al que había llegado a su vez del River Plate bonaerense, contaba ya con 27 años. Es decir, aquella final de 1960 la disputó ya con casi 34 años. ¡Y aun jugó otras dos finales! También en eso, en la longevidad de su carrera, Di Stéfano fue excepcional.

Un jugador que era a la vez Beckenbauer, Zidane y Ronaldo, es decir, el mejor medio centro, el mejor interior o media punta y el mejor delantero centro, todo en uno, todos los papeles en el mismo protagonista, eso era Alfredo Di Stéfano. Nos los habían contado -en mi caso, mi querido padre-, lo habíamos oido, pero no nos lo creíamos, hasta que vimos la final del 7-3 en Glasgow. El más determinante es poco para lo que hizo Di Stéfano en los campos de fútbol de España y de Europa. Era simplemente la Saeta Rubia, pero nadie se lo quería perder.

En la muerte de Alfredo Di Stéfano me he acordado de todo esto. Los elogios le han caido, todos en el mismo sentido, de varias figuras mundiales: Luis Suárez, Gento, Pirri, Amancio Amaro, Cruyff, Bobby Charlton, Mazzola, Pelé, Maradona, etcétera. Eusebio, la Pantera Negra, también fallecido este año, era buen amigo suyo. Ha muerto Di Stéfano y con él la parte del león del fútbol. No llegó a disputar ningñun Mundial, porque primero si interpuso la seudopolítica peronista, luego la selección española y finalmente una inoportunda lesión. Miles de portadas y páginas se han escrito, anécdotas, análisis, en estos días. Y yo, peleísta de toda la vida, me rindo hoy a sus pies y afirmo bien alto: Alfredo Di Stéfano es el más grande.

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