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procopio: café filosófico

Ronaldo y los calcetines doblados

Ronaldo, al que en el artículo "El fantasma de Pelé" cito todavía como Ronaldinho, como entonces aún era conocido, ha batido el récord de goles en Mundiales de fútbol. Es ya el máximo goleador de los Mundiales. A Ronaldo lo he visto jugar en directo una vez, en un Barcelona 3-Valencia 0: marcó los tres de forma espectacular. Temporada 96-97. Ronaldo optaba a formar parte del Olimpo de futbolistas, pero las lesiones y el hecho de que sea un especialista (como Beckenbauer en la defensa) limitaron esta posibilidad. Pero Ronaldo se ha colado en el cielo de las estrellas con luz muy brillante de la forma en que mejor sabe: por los goles. Falta por ver si también por los títulos mundialistas. Ronaldo me gusta más que el actual Ronaldinho; si supiese jugar un poco más atrasado o incluso de centrocampista, veríamos un Pelé redivivo. Pero no. Por eso Zidane es quien realmente ha marcado la última década del fútbol y quien podría aspirar a ese quinto puesto en el Olimpo. Después de Cruyff, en todo caso, Zidane es el mejor futbolista europeo de todos los tiempos, con su algo de sangre africana, en este caso mediterránea. Ayer, de forma cruel, lo pudimos comprobar una vez más. ¿Saben que conocí a un primo suyo hace unos meses aquí en Castellón?

Pero no venía a jerarquizar. Sino a rememorar unas tardes y una declaración periodística. Las tardes que pasábamos mis hermanos Jorge, Javier y yo en la habitación que un servidor compartía con el segundo, jugando a fútbol -simulando jugar al fútbol- con calcetines doblados. Tardes oscuras de invierno en mi pequeña ciudad. La luz grande encendida. Las paredes en las que rebotaban los calcetines que luego tenían que ser cabeceados por uno de los dos contrincantes. El tercero, de portero, a lo largo de toda una cama. La típica frase de mis hermanos: "Chimo, esto no es el Camp Nou" que frenaba mis ímpetus (yo era y soy 9 y 7 años más pequeño que ellos). Y al fin el timbre de casa, mi madre que llegaba de compras y que nos tenía prohibido jugar a fútbol- simular que jugábamos a fútbol- en la habitación y de esa manera -o de cualquier otra, salvo con clicks de famóbil. Las prisas por recoger, secarse el sudor, guardar los calcetines, arreglar la cama y disimular. Y hasta otro día, otra tarde.

La declaración a la prensa. Hace unos años. De Ronaldo Nazario Da Lima, máximo goleador de los mundiales profesionales de fútbol, afirmando que él empezó a jugar al fútbol con calcetines doblados. No sé lo que es jugar al fútbol profesional, ni ser el máximo goleador de los mundiales, ni nada por el estilo. Pero, caro Ronaldo, tú y yo sabemos lo que es jugar al fútbol con calcetines internamente doblados. Eso sí. El otro día marcaste un gol de cabeza contra Japón y no sabías si era un balón o un calcetín doblado. Pero con alegría adentro fue. Y ahora, cuidado, que llaman.

4 comentarios

Melò Cucurbitaciet -

Muy bueno Procopio, el juego siempre es bonito.

procopio -

muchas gracias. no conocía ese juego de las campanas.

Francisco -

A fútbol, no, pero a colgar maceteros metálicos en las habitaciones metiendo dentro una cabilla de hierro a modo de badajo conectado a una cuerda para poder accionarlo, sí que jugábamos; mi hermano y yo preferíamos ejecutar el dúo de campanas las horas asfixiantes de la siesta; el lugar, un pueblo del valle inferior del Guadalquivir; la época, el verano, con temperaturas rondando los 45º a la sombra; eran las horas en las que nuestra bendita madre aprovechaba para entregarse al reparador yoga ibérico. Los días de redoble no la dejábamos dormir. Ella rezongaba, reñía, pero nosotros, erre que erre.

No tiene nada que ver mi cuento, claro, con Ronaldo, ni con el fútbol, ni con pelotas hechas con calcetines doblados, pero sí con unos niños inmisericordes con la paciencia de las madres.

Magnífico su blog. Y muy buenos sus posts en el de Arcadi. Saludos

Francisco -

A fútbol, no, pero a colgar maceteros metálicos en las habitaciones metiendo dentro una cabilla de hierro a modo de badajo conectado a una cuerda para poder accionarlo, sí; mi hermano y yo preferíamos ejecutar el dúo de campanas las horas asfixiantes de la siesta; el lugar, un pueblo del valle inferior del Guadalquivir; la época, el verano, con temperaturas rondando los 45º a la sombra; eran las horas en las que nuestra bendita madre aprovechaba para entregarse al reparador yoga ibérico. Los días de redoble no la dejábamos dormir. Ella rezongaba, reñía, pero nosotros, erre que erre.

No tiene nada que ver mi cuento, claro, con Ronaldo, ni con el fútbol, ni con pelotas hechas con calcetines doblados, pero sí con unos niños inmisericordes con la paciencia de las madres.

Magnífico su blog. Y muy buenos sus post en el de Arcadi. Saludos