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procopio: café filosófico

En el principio fue... el hockey sobre patines

En el principio no fue el fútbol. No tenía un padre que me llevaba cada quince días al estadio. En el principio no fue tampoco el baloncesto. No tenía un padre que me llevaba cada quince días al pabellón. En el principio no fueron las carreras de caballos, ni el boxeo, ni el tenis, el balonmano o la vela. Tampoco el rugby. No tenía un padre adinerado, ni vivía en una gran ciudad ni con tradiciones en estas actividades deportivas. En el principio no fueron el atletismo ni la natación. Hubo un principio, sí, hubo una visita quincenal a un recinto deportivo animando al equipo local en una liga de categoría nacional, pero ese princpio fue... el hockey sobre patines.

Sí, el hockey sobre patines y el CP Vilanova, que vestía, y viste, de verde claro la camiseta y de blanco el pantalón. Sí, sí, sí, senyor, Vilanova, millor. Ese era el grito de guerra. Hubo un principio, y radios y televisiones y crónicas a nivel nacional. Partidos de la máxima división de aquel deporte. Entonces era la División de Honor, hoy es la OK Liga. Equipos legendarios como la seccón de hockey sobre patines del Barça, el Liceo de La Coruña, el Reus Deportiu, el Noia, más tarde -ese ya no lo vi- el Igualada-, y antes -tampoco los vi- el Voltregà. Jugadores míticos como Carlos Trullols, el gran portero de la gran selección española, que cuando jugaba en el Patí Vilanova vestía siempre de negro, como aquel portero ruso de fútbol, Yashin, la Araña Negra.

En el principio, desde que yo tenía unos cuatro o cinco años hasta que tuve unos diez, era visitar cada quince días el vetusto pabellón de la plaza de los Cuarteles de mi pueblo y animar al Patí, fundado como Patín Villanueva. En el principio era la espera agónicamente gozosa del inicio del encuentro, la cola que se formaba para sacar entrada o bien enseñar el carnet de socio, las gradas a rebosar cuando nos visitaban el Barça o el Liceo, el ruido de los sticks y de los patines al deslizarse trabajosamente por el frío cemento de la pista. Era el descanso. ¡Y el refresco y las patatas! Cómo entiendo ahora a los aficionados de los Miami Heat que vacían durante el descanso el graderío del American Airline Center y no lo vuelven a llenar hasta pasados unos minutos del tercer cuarto. Y es que lo importante es lo importante. Aquel descanso en medio de tanta gente, de tanta pasión, de tanta celebración, ¡casi era imposible tomarse el refresco y las patatas! Pero era mejor que ir a la iglesia. Bares, qué lugares, tan gratos para conversar... Ya lo decía el poeta inglés del siglo XVIII William Blake, sí, el de las puertas de la percepción. Qué pequeño yo era entonces, papá. Pero qué dulce percepción se me grababa en el corazón cada jornada que íbamos a la plaza de los Cuarteles. Sí, sí, sí, senyor, Vilanova, millor!

España le debe al hockey sobre patines la selección deportiva nacional más laureada de toda la era deportiva mundial, la que empieza a mitad o finales del siglo XIX y dura hasta hoy. Y el profesionalismo, que también a su modo ha llegado al hockey sobre patines, no ha hecho sino reforzar la hegemonía de nuestra selección en dicho deporte, hegemonía que le disputan las selecciones nacionales de Portugal, Italia, Argentina y poco más -hace poco Suiza llegó a la final, creo recordar que de un Europeo. Pero en los años 30 el país dominador del hockey sobre patines era... Inglaterra. Fue después de la 2ª Guerra Mundial cuando Portugal y España empezaron a destacar en el hockey sobre ruedas, al que yo siempre he llamado hockey, pues no soy de Terrassa donde el hockey es el hockey hierba ni soy canadiense donde el hockey es, claro está, la NHL y el hockey sobre hielo. No es que yo prefiera la modalidad sobre ruedas, simplemente escribo esto porque mi afición por el deporte en vivo y en directo empezó con el hockeysobre patines, ni con el hockey hierba ni con el hockey sobre hielo (pude gozar no hace mucho de una final olímpica de hcokey sobre hielo entre Canadá y Estados Unidos mientras estaba de visita en casa de mis tíos en Jaén, la final de los JJOO de invierno de Vancouver, Canadá, ganada finalmente por Canadá ante el éxtasis de su público: ¡make noise, faites de bruit!

Como decía, nuestro país es el líder histórico mundial del hockey sobre patines. Lástima que no sea deporte olímpico. Y me extraña, siendo Samaranch uno de sus primeros impulsores en España desde la sección de hockey sobre patines del RCD Español. La medalla estaría asegurada, aunque hay que constatar que se han ganado medallas olímpicas en el que para mí es el otro hockey, el de hierba. Pero hay que repetirlo varias veces. Sí, ya sé que es un deporte minoritario, muy minoritario de hecho. Muy localizado en Cataluña, y luego esporádicamente en La Coruña, Tenerife, Asturias, Sevilla, Madrid o Alcoy. Que es un deporte a veces aburrido -sobre todo por televisión, donde cuesta ver por dónde circula la pelota. Pero con todo, es en verdad nuestro deporte nacional. Yo al menos aprendí a patinar exclusivamente para probar de jugar al hockey, y así fue como se quiso fundar en el club de tenis de mi localidad una sección de hockey, y con algunos más hicimos algunos entrenamientos con patines, sticks y pelotas, pues, según cómo, eso es lo primero que te regalan en Vilanova, igual que en Badalona lo primero que te regalan cuando eres pequeño es, afortunados ellos, una pelota de baloncesto.

Otro deporte minoritario, aunque popularmente no lo sea en absoluto, es el fútbol-sala. A mi padre no le gustaba el fútbol-sala, decía que ni era fútbol ni era nada. Bueno, yo fundé un equipo de fútbol-sala, llamado Cal Tano por el nombre del bar que nos patrocinaba y que frecuentábamos los fines de semana. Vestíamos como la Fiorentina, pantalón blanco y camiseta violeta. El fútbol-sala ha dado glorias al deporte español, mundiales y europeos. Amado, Kike Boned, Jordi Torras, etcétera. Pero ni por asomo se puede comparar con el hockey sobre patines.

Un domingo de hace muchos años -siempre era domingo cuando jugaba el Vilanova en casa a las 12 del mediodía- nos visitó el Liceo de La Coruña, que era entonces el líder de la liga. El Vilanova es un equipo histórico, pues tiene 2 Copas, una Copa CERS y un subcampeonato de liga, si mal no recuerdo. La única vez que mi padre salió de ESpaña fue para irse no muy lejos, a Portugal, a Lisboa: el Vilanova jugaba la finalísima de la Copa de Europa contra el legendario Sporting de Portugal de Livramento. Pues bien, decía que era un domingo cuando estas glorias de los años 60 y 70 ya habían pasado por Vilanova cuando recibimos al Liceo. El Patí era entonces un conjunto de media tabla, y el Liceo el líder. Hete aquí que en la primera parte el Vilanova hizo un partidazo y se puso 2-0. El pabellón, la vieja casa de los Cuarteles, antiguo caserón militar, hervía. Sí, sí, sí, senyor, Vilanova millor! Pero lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. El Liceo empezó a remontar en la segunda parte en un ambiente muy caldeado. Total. Que hubo agresiones al árbitro y tangana entre los jugadores. Suspendieron el partido y cerraron el pabellón con una sanción de dos años, si recuerdo bien. El Vilanova descendió de categoría. No volvió a la máxima categoría hasta casi veinte años después. Luego ganó la CERS en 2007 y mi hermano Javier me envió un mensaje eufórico desde Vilanova. Una de las últimas cosas que hice en Vilanova antes de independizarme a los treinta años fue ir a ver al Patí un partido contra el Barça y, como en los viejos tiempos, el pabellón rugía, aunque los malditos tambores habían sustituido a las amables palmas de la gente. El resultado fue de 2-2 contra el todopoderoso Barça y lo pasamos en grande. Adiós, Vilanova.

Esta temporada el Patí Vilanova ha vuelto a descender. Veremos cuánto tarda en recuperarse. Quizá cuando vuelva a la máxima división nacional del deporte que más gloria ha dado al deporte español vuelva yo a mi vez al viejo pabellón de la plaza de los Cuarteles, donde aun juegan. Una vez más. Quizá aquellos descansos donde el fervor se mezclaba con la incertidumbre del resultado, en el bar, o saltando a la pista a jugar fútbol con las porterías, se me antojen entonces llenos de sosería. Pero juro que no conozco de primera mano más que esos. Con mi padre, que era médico -¡un médico, por favor, un médico!, así funcionaba entonces- llegamos a entrar incluso en los vestuarios. Algún jugador se había lesionado, o le había dado un vahido, vaya usted a saber. ¡Los vestuarios de un equipo de división de honor! Más emoción imposible para un crío como yo entonces. Aunque luego esos vestuarios me cansara de utilizarlos cuando fui jugador federado de baloncesto, o cuando más tarde fundamos el equipo de fútbol-sala Cal Tano, de la liga local. Perdieron todo el glamour. 

En definitiva, hubo un principio a mi indeleble afición por el deporte en vivo y en directo no siempre satisfecha en el grado que a mí me gustaría. Quizá cuando estuve en Alicante, en el curso 2006-07, reviví algo de aquel hermoso recuerdo cuando iba a ver casi quincenalmente al Lucentum de la ACB de baloncesto. Pero para mí el principio fue, es y será siempre el hockey sobre patines y más en concreto el Patí Vilanova de mi ciudad. Hablando de mi ciudad, escribe Eugenio D´Ors una cosa muy bonita. Pero como aquellos partidos de hockey y el olor al cuero de las pelotas y el ruido prometedor de los patines perdí la hoja de entre las que van cayendo del árbol de la memoria hasta ser pisadas por el olvido.

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