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procopio: café filosófico

Pero sigue siendo el rey

Los San Antonio Spurs vienen de proclamarse campeones de la NBA 2014. Es su quinto anillo, al que hay que sumar los logrados en 1999, 2003, 2005 y 2007. El MVP de las Finales ha sido Kawhi Leonard, el más joven en lograrlo tras Magic Johnson y Tim Duncan, quien lo fue con los Spurs precisamente en 1999, además de en el 03 y el 05. El equipo finalista derrotado han sido los Miami Heat liderados por Lebron James, a quien está dedicado esta estampa deportiva.

Voy a decirlo brevemente. Los Spurs son, a día de hoy, la cuarta dinastía de la NBA, tras los Celtics, los Lakers y los 6 anillos de los Bulls de Jordan. Duncan, Parker y Ginobili son el trio o Big Three más exitoso en la historia de los playoffs de la NBA, por delante de los trios del Showtime de los Lakers de Los Angeles. Duncan es el jugador con más dobles-dobles (números de dos dígitos en algún apartado de la estadística) también de la historia de los playoffs. Tim Duncan es, a sus 38 años, el nuevo Abdul-Jabbar, y ante esa evidencia hay que rendirse. Cómo jugó por ejemplo el segundo cuarto del Game 5, el que ha otorgado la serie finalmente a los Spurs por 4-1, es digno de clinic. Ginobili fue el que inició la remontada, y finalmente Parker, en el cuarto y último cuarto, el que sostuvo la amplia diferencia de puntos con la que acabó el marcador final. No menos de diez partidos de los veintitrés que han jugado los Spurs para llevarse el Anillo han acabado con palizas de viente o más puntos a su favor. Se ha llegado a comparar el juego coral de San Antonio frente al juego individual de Miami con el Showtime de los Lakers de los años 80. Esto no me parece lo más desatinado que se ha llegado a decir a propósito de este quinto anillo de los Spurs. Lo verdaderamente desatinado ha sido leer comentarios en foros de baloncesto -como el del diario Marca, por ejemplo, normalmente lleno de gente sabia, experta y con humor- en el sentido de que la victoria de los Spurs era una victoria de un modo de vida donde prima lo colectivo sobre lo individual, donde prima lo europeo sobre lo norteamericano, etcétera.

Que el juego colectivo y coral de San Antonio ha sido un vendaval, tanto en defensa como en ataque, con una gran movilidad tanto de sus jugadores como del balón, con un altísimo porcentaje de acierto en el tiro de sus jugadores, llenos de confianza en sí mismos, es una evidencia que nadie en su sano juicio negará. Que ese juego enamore, eso ya es otra cuestión. Que se diga que ha ganado el baloncesto, perdónenme los colectivistas, es un desatino que ni Gregg Popovich, el legendario entrenador de San Antonio, seguramente corroboraría.

Como yo iba a favor de Miami, para mí no ha sido un placer el triunfo spur. Fueron un placer para el aficionado los dos primeros partidos, igualados. Ha sido un placer la primera ronda contra los Mavericks de Dallas, a la postre el único equipo que los llevó al séptimo partido -ya se sabe, lo igualado e imprevisible de los derbis, en este caso tejano, solventado de forma contundente por los Spurs cuando justo era ya imposible otra cosa. Durante todos los playoffs, unas veces habrán sido un placer partidos defensivos, otros más ofensivos, la primera ronda entre los Grizzlies de Memphis y los Thunder de Oklahoma City, cuyo fragor de la batalla aun resuena en mis oídos. Fue un placer la primera ronda entre los Warriors de Oakland y los Clippers de Los Angeles. Han sido un placer la dura pelea del último partido entre los Spurs y los Thunder, que cayeron derrotados finalmente por 4-2 en la serie. En suma, los playoffs en general han sido un placer, pero no evidentemente las palizas de San Antonio y menos al equipo de Miami, porque, repito, yo iba con Miami.

Ahora bien, alguien podría seguir preguntando: ¿pero le ha dado gusto como espectador imparcial cómo movía el balón San Antonio? Jugadores secundarios que podrían ser titulares en otros equipos, como el francés Diaw, el australiano Mills, etc. Pues diré: a ratos. No globalmente. Prefiero los equipos con superestrellas que meten más de treinta puntos, cogen más de diez rebotes y están cerca del triple-doble. Y ante el desatino de ver en la victoria de los Spurs el fin de la era americana y el resurgir de no sé qué era europea, así en el baloncesto como en la vida, contestaré: aquí ya no es cuestión de gustos, aquí es cuestión de que es objetivamente mejor la democracia individualista que el totalitarismo colectivista.

De modo que los San Antonio Spurs han entrado esta temporada 2013-14 definitivamente en la leyenda de la NBA. Durante los últimos quince años no han bajado prácticamente de las 60 victorias en Regular Season (temporada regular), y no parece que el año que viene vayan a bajar el listón, pero el rey, ah amigos, el rey sigue siendo Lebron James, quien por cierto ha promediado más de 28 puntos, más de 7 rebotes y más de 3 asistencias por noche en lo que la serie de las Finales ha durado. ¿Por qué me enamora Lebron James y no los Spurs, o Duncan? Pues bueno, de eso va este artículo, de explicar porque para mí -y no solo para mí, claro-, King James sigue siendo el rey. Y es que yo volví a la NBA cuando se consolidaba el reinado de James. Yo regresé a la NBA con King James y no con ningún otro. Era el año 2007. 

Empecé a jugar al baloncesto de una forma más o menos seria en el verano de 1984. Y desde entonces sigo la NBA. Por aquellos años, como es sabido, destacaba la rivalidad entre los Lakers y los Celtics, aunque el Dr.J, Julius Erving, había ganado su anillo de campeón junto al pivot Mo Malone, en los Sixers de Filadelfia. Aquel curso vino Loren E. Dieu, un americano de California de 18 años, a pasarlo a mi casa. Por si fuera poco, mi americanización se disparó con semejante compañía. Supe de la NFL, de los 49ers de San Francisco, y del legendario Joe Montana. Y la NBA no me parecía terrendo vedado, lejano e innaccesible. Desde entonces, de una manera u otra, sabíamos quién había ganado la NBA aquel año, si Magic Johnson o Larry Bird. Yo era más de los Lakers que de los Celtics, aunque la rivalidad, como el roce, hace también el cariño.

Pero ver la NBA, lo que se dice ver la NBA (por televisión, claro), eso no sucedió hasta el programa de Trecet en TVE, "Cerca de las Estrellas", que si mal no recuerdo es de finales de los años 80. La primera vez que trasnochamos para ver en directo un partido de la NBA fue, si no me equivoco, durante las Finales que los Pistons de Detroit ganaron a los Lakers. Cómo debían ser aquellos Bad Boys que los que habíamos preferido a LA frente a Boston, nos hicimos aficionados de los Pistons de Chuck Daly. Recuerdo como si fuera hoy, ahora mismo, a mi padre entusiasmado con Magic Johnson, mi padre, que era y fue siempre un futbolero contumaz. Lo recuerdo con aquellas anticuadas gafas de sol que se ponía, ¡de madrugada!, porque le molestaba la luz eléctrica. Casi totalmente a oscuras, ahí y entonces vimos como Isaiah Thomas destronaba a nuestro eterno héroe, Earvin Magic Johnson, como lo escoltaba Joe Dumars, cómo peleaban Rodman y Lambeer, y cómo salía desde el banquillo un tal Vinnie Johnson al que apodaban el Microondas. No era el showtime, no eran los orgullosos Celtics de Boston, pero ese base que lanzaba triples parabólicos hacia dentro de la canasta, esas canastas de media distancia de dumars o de vinnie jonhson, esos rebotes de rodman. Bueno, sí, todo aquello ya no hacía falta leerlo o escucharlo o que nos lo explicaran nuestros entrenadores unos días, unos meses, a veces un año más tarde. No. Aquella vez lo estábamos viendo en directo por televisión. Y era la NBA.

Entonces sucedió. Y lo que sucedió es que el volador Michael Jordan, que ya entonces era el mejor jugador de la Liga, aquel que habíamos visto en las Olimpiadas de Los Angeles de 1984 alzarse siempre con tres posibilidades (tirar a canasta, pasar a un compañero, y, tercero y no menos importante, hacer lo en principio imposible e impensable y meter canasta o pasar a un compañero), destronó a los Pistons y empezó a ganar finales de la NBA. Primero tres seguidas. Luego un parón. Luego otras tres seguidas, dejando por en medio un récord aun no superado ni igualado de 72-10 en Regular Season (72 victorias y 10 derrotas). Los años 90. No vi nada de aquello por televisión. "Cerca de las estrellas" ya no funcionaba y luego el Canal Plus se hizo con los derechos de emisión en España de la mejor liga del mundo. Y mis padres nunca pusieron el Canal Plus en casa.

No vimos nada de aquello -mi padre falleció en 1994- ni tampoco nada de lo que vino después. Hasta que en 2007, tachán, el nuevo canal de TV Cuatro empezó a emitir partidos de NBA en abierto los viernes de madrugada. Entonces regresé a la NBA. Entonces la NBA volvió a mí. Por tanto, de todo lo anterior, me iba informando como buenamente podía, qué equipo ganaba el anillo, quién era el jugador más destacado. Vaya, me perdí el primer anillo spur y los siguientes, me perdí el threepeat de los Lakers de Shaquille O´Neal y Kobe Bryant, me perdí, aunque me alegré un montón, el anillo de los Pistons liderados por el base Chauncey Billups. Me perdí el primer anillo heat, el de Wade. Pero en la temporada 2006-07 todo cambió. Ahora volvía a ver NBA en directo, un partido a la semana, incluidos los playoffs, con suerte si el partido coincidía en viernes. Lo que Canal Plus nos quitó, ahora nos lo daba con Cuatro y, esta temporada, con la plataforma Yomvi, que permite seguir los partidos por internet. He visto varios partidos de playoffs por Yomvi de esta temporada, y me sigue quedando con la televisión. Por eso quién sabe si durante el curso que viene me instalaré el Plus. Mi reencuentro con la NBA habrá llegado, entonces, a su cénit, jeje.

No vi, pues, la era Jordan (ni el paréntesis de Olajuwon), ni el threepeat laker, ni los primeros anillos de los Spurs. Bueno, sí, rectifico, aun me dio tiempo de ver un partido de playoffs entre San Antonio y los Phoenix Suns de Nash y Stoudamire en el que Ginobili hizo un partidazo. Ginobili es de lo poco que me encanta de los Spurs, dicho sea de paso. Luego San Antonio barrió en las Finales a los Cavaliers de Cleveland, comandados por un tal Lebron James, al que habían llamado el Mesías desde muy joven y cuyo apodo era, jugando con su apellido y con la edición clásica de la Biblia en los EEUU, King James. No era de Memphis, sino de Akron, Ohio, una de las cunas precisamente del baloncesto. Era el Elegido. El sucesor de Jordan, ay.

Nunca vi a Lebron James como el sucesor de Jordan. No es de su estilo, mucho más parecido por ejemplo al de Kobe Bryant. De hecho, nos guste más o menos, Jordan no tiene sucesor. Es el mejor de todos los tiempos. A algunos ya nos desquiciaba su lengua fuera de la boca cuando se dedicaba a ganar concursos de mates contra Dominique Wilkins, que tampoco era de nuestro agrado. Pero la evidencia empírica y lo que ya vimos que apuntaba en su aparición estelar en los JJOO de Los Angeles de 1984 son irrefutables. Ha videos para deleitarse con Jordan. No los suelo ver, aunque alguno he visto, porque haberlos, haylos.

Pero mucha atención. Las primeras once temporadas de máximo PER (lo que en Europa llamamos Valoración, más o menos) a lo largo de toda la historia de la NBA se las reparten entre tres jugadores. Uno de ellos es, claro está, Michael Jordan. El otro es, sí, aquel que metió cien puntos en un partido, Wilt Chamberlain. ¿Y quién es el otro? Ah, pues vaya, no lo sabía, pero sí, es Lebron James. De modo que estamos teniendo suerte de ver NBA desde el año 2007, cuando King James llegó a su primera final. Hemos tenido suerte de disfrutarlo en los Cavaliers, y luego en Miami, donde ha ganado dos anillos -yo predije que solo ganaría uno, como Dr. J- y llegado a cuatro finales consecutivas, cosa que por cierto además de los Heat de Miami solo han logrado los Celtics y los Lakers.

En suma, ha sido un año para la leyenda. Los San Antonio Spurs se han coronado sin discusión. Los Lakers y los Celtics y los Knicks se han quedado fuera de playoffs. Kevin Durant, de los Oklahoma City Thunder, ha sido el MVP de la temporada. Pero el rey, mientras podamos seguir viendo en vivo y en directo la NBA (o en diferido, pero viéndola), seguirá siendo Lebron James. Con su era volvimos a la NBA y viendo la NBA queremos disfrutarla hasta el final. Y ahora, canten conmigo:

"Con anillo o sin anillo,

hago siempre lo que quiero,

porque sigue siendo el rey"

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