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procopio: café filosófico

El finalismo, asilo de la ignorancia, según Spinoza

Critiqué en su día la moral europea kantiana fundamentada en un Dios kantiano en contraposición a la moral pragmatista norteamericana. Si alguien comprendió aquella nota que versaba sobre la relación entre Locke y Spinoza, hoy podrá comprender mejor en qué sentido atacaba yo al Dios kantiano.

Dice Spinoza, en el Apéndice de la Parte I de su Ética, después de resumir su concepto de Dios: "Todos los prejuicios que intento indicar aquí dependen de uno solo, a saber: el hecho de que los hombres supongan, comúnmente, que todas las cosas de la naturaleza actúan, al igual que ellos mismos, por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que Dios mismo dirige todas las cosas hacia un cierto fin, pues dicen que Dios ha hecho todas las cosas con vistas al hombre, y ha creado al hombre para que le rinda culto. (...) Y así este prejuicio se ha trocado en superstición, echando profundas raíces en las almas, lo que ha sido causa de que todos se hayan esforzado al máximo por entender y explicar las causas finales de todas las cosas".

Vuelvo sobre la Ética de Spinoza porque me parece que este es uno de los puntos fundamentales en los que todos los lectores podemos estar de acuerdo sobre lo que quiere decir Spinoza cuando escribe lo que escribe. No hay lugar aquí para demasiadas discrepancias de interpretación. La "voluntad de Dios, ese asilo de la ignorancia" es frase literal de este Apéndice de la Parte I, y por tal debe entenderse la superstición de otorgar a la naturaleza un fin prefijado. Acto seguido Spinoza llama ficciones a las causas finales. Estas privan a Dios de perfección y además conducen al escepticismo.

Insiste Spinoza más adelante en el Prefacio de la Parte IV de la Ética: "Hemos mostrado, efectivamente, en el apéndice de la parte primera, que la naturaleza no obra a causa de un fin, pues el ser eterno e infinito al que llamamos Dios o Naturaleza obra en virtud de la misma necesidad por la que existe. Hemos mostrado, en efecto, que la necesidad de la naturaleza, por la cual existe, es la misma en cuya virtud obra (Proposición 16 de la Parte I). Así pues, la razón o causa por la que Dios, o sea, la Naturaleza, obra, y la razón o causa por la cual existe, son una sola y misma cosa. Por consiguiente, como no existe para ningún fin, tampoco obra con vistas a fin alguno, sino que, así como no tiene ningún principio o fin para existir, tampoco los tiene para obrar".

Esta crítica del prejuicio finalista o teleológico forma parte también de los principios del spinozismo que quería trasladar con las propias palabras de Spinoza.

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