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procopio: café filosófico

Thoreau o la extravagancia necesaria

"Amo lo salvaje tanto como el bien", Thoreau

 

No he podido esperar ni un día. Esta tarde he acabado de leer Walden, de Henry David Thoreau. Ya saben, el escritor trascendentalista norteamericano que en 1845 se fue a vivir dos años a una cabaña por él mismo construida junto al lago Walden, a tres kilómetros de Concord, su villa natal, en el estado de Massachussets, Estados Unidos. ¿Qué decir de este asombroso libro? Pues lo primero, recomendar su lectura. Lo segundo, manifestar cierta irritación por su detallismo naturalista. Lo tercero, sacarse el sombrero. Thoreau no es un gran escritor, no, es un escritor, como él diría, heroico.

Sobre el significado del libro no diré mucho más, dado que hay expertos en la materia mucho más duchos que yo. Lo que sí quería escribir aquí hoy es algunas dudas que la lectura de Walden me ha dejado, añadidas a las que me dejó hace algunos días la lectura de su célebre ensayo Desobediencia civil. Y ambas tienen que ver con la "extravagancia", palabra que Thoreau utiliza en Walden y que tiene que ver con el asunto de la obediencia a la ley. Veamos.

Dice el escritor trascendentalista al final de su gran libro que teme no haber sido suficientemente extravagante. ¡Suficientemente! Lo has sido, Thoreau, lo has sido. Por esa parte, ningún problema. Pero esto de la extravagancia me recuerda aquello que decía Montaigne, que odiaba -no sé si utiliza esta dura palabra- la extravagancia. 

Pero vayamos a la cuestión de la ley. Mis dudas respecto a la res privata y a la "mayoría de uno" o a las "leyes más altas" de Thoreau también son similares a las de Montaigne cuando afirmaba: "Las leyes no se cumplen por ser justas, sino por ser leyes". Y es que no sé hasta qué punto Thoreau era consciente de que, en efecto, hay una distancia -democrática- entre la ley y la realidad, y que esa distancia es precisamente la que nos permitiría en su caso desobedecer a la ley. Algo de esto, instando al desobediente a participar en el cambio de la ley, expuse yo mismo en mi Ensayo sobre el sentido común (me hubiese gustado leer entonces el famoso escrito de Thoreau).

¿Montaigne contra Thoreau, pues? No. Mejor, en mi caso, Montaigne antes que Thoreau. Pero sí creo que hay una lección inolvidable en la vida y en la obra del joven escritor estadounidense, un valor que sirve para medir hasta qué punto puede ser injusta una ley, y hasta qué punto debemos salvar nuestra alma sean cuales sean las circunstancias. Es lo que llamaré, para acabar, la lección de la extravagancia de Thoreau.

 

 

 

 

 

1 comentario

yo mismo -

no se q pasa q no salen bien las letras