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procopio: café filosófico

Bachillerato flexible, bachillerato privado

Nada más llegar de Nueva York escuché o leí la noticia de que el MEC iba a implantar una modalidad flexible de bachillerato, según la cual los alumnos podrían escoger cada año solo la mitad de las asignaturas y hacer el bachillerato en cuatro años enteros, contando que aprobasen todos los cursos. De los ciclos formativos, ni palabra, como en todo el proceso de elaboración y aprobación de la Loe. Esta noticia, apenas comentada, coincidió con otra, específica para la Comunidad Valenciana, que era el anuncio por parte de la Generalitat de nuevos conciertos con centros privados en detrimento, al parecer, del bachillerato público. A las pocas semanas, el PP, autor de esta medida, obtuvo una holgada mayoría absoluta en las elecciones autonómicas. La gente sabía lo que votaba; la alternativa era, básicamente, apelar al mal de Almansa. C´est tout.

El bachillerato flexible es un parche más de los muchos que trae la Loe. Yo he tenido este curso por primera vez un grupo de 1º de bachillerato cuya nota media en Filosofía no ha llegado ni siquiera al 5. O sea, una clase como tal insuficiente. Y esto, bajando el nivel, lo que pone en serias dudas el nivel final adquirido en la Eso. Supongo, porque es claro, que el bachillerato flexible está pensado para este tipo de grupos o alumnos: pero aun me parecería bien si fuera compensado con alguna exigencia básica, alguna condición básica, no ya para la salud de la educación pública (como gastarse bien y con provecho el dinero público), sino para la simple salud de los simples profesores de la educación simplemente pública. Simplemente, no hay nada de esto: ni exigencia de esfuerzo, ni de respeto, ni de compaginar trabajo y estudios. Nada que tenga que ver con una auténtica vocación ciudadana. Nada o casi nada que tenga que ver con un verdadero aprendizaje. Nada de nada, vaya. Lo que hay, yo no lo entiendo muy bien, y así me veo.

He sido generoso, porque el roce hace el cariño y uno es capaz hasta de sentir aprecio por adolescentes que han estado haciéndole el trabajo, incluso a veces la vida, a menudo imposible. Pero tengo una amenaza de un nuevo expediente administrativo abierto, en parte por culpa de este grupo, y por algún alumno más, rico o pobre pero mentalmente perezoso, que goza de todos los derechos antes incluso de ser un individuo, como decimos los juristas, "sui iuris". Cuando llegan a la edad adulta, no es que hayan aprendido a protestar, como bien enseña Glucksman, sino que han aprendido a simplemente mangonear, por utilizar un lenguaje bajo, tan caro a la adolescencia española.

A esto yo le llamo corrupción, corrupción intelectual, que es la que asola la enseñanza o educación pública, institucionalmente, desde luego, con los inspectores como gorilas del sistema y la ministra de florero decorativo, y también idealmente (véanse mis comentarios pasados sobre la "Educación para la ciudadanía", sobre los que me temo que voy a volver en breve). Si bien es criticable, en fin, que los centros concertados no se ajusten a las reglas públicas de admisión de alumnos, no es de extrañar, sin embargo, esta transferencia de dinero público (pública, notoria y plebiscitada, no tramposa como en tiempos de CiU en Cataluña) a dichos centros: al menos allí los chavales están más recogidos y el dinero un poco mejor gastado. Parece que el resultado del bachillerato flexible no es una educación pública de calidad sino, entre otras cosas, el auge del bachillerato concertado. ¿Han pensado en todo esto?

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