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procopio: café filosófico

Reseña: "La libertad de lenguaje, en serio", sobre un libro de Paolo Virno (publicada en El Viejo Topo, octubre 2005)

LA LIBERTAD DE LENGUAJE, EN SERIO

"Cuando el verbo se hace carne. Lenguaje y naturaleza humana", Paolo Virno, trad. de Eduardo Sadier, Traficantes de Sueños, Madrid, 2005, 264 págs.

“No es el amor a la riqueza ni a ningún bien lo que pervierte la voluntad, es la necesidad de pensar bajo el signo de la desigualdad. Hobbes hizo al respecto un poema más atento que el de Rousseau: el mal social no proviene del primero al que se le ocurrió decir: `Esto es mío´; proviene del primero al que se le ocurrió decir: `Tú no eres mi igual´”.
"El maestro ignorante", Jacques Rancière

A mí me parece que toda filosofía debe ligar su teoría política final con una práctica de la educación, o como la llama en este libro Paolo Virno, con la antropogénesis. Virno, profesor de filosofía del lenguaje en la Universidad de Calabria en Cosenza, ya había escrito varios libros referentes a ambas cuestiones. Por un lado, en castellano, Traficantes de Sueños ha publicado sus libros políticos más comprometidos, "Virtuosismo y revolución" y "Gramática de la multitud". Por otro lado, Paidós ha hecho lo propio con dos libros más inclinados a la investigación del lenguaje y el tiempo histórico: "Palabras con palabras" y "El recuerdo del presente". Me parece sin embargo que es por fin en este libro donde Virno aborda el nudo mismo entre antropogénesis y política, ofreciendo precisamente lo que algunos pedíamos. Esta obra, pues, parte del aserto aristotélico que define al ser humano a la vez como animal lingüístico y político (se diría, según Virno, político porque lingüístico), y resulta ser al fin una especie de “Tratado lingüístico-político”, por decirlo evocando el teológico-político de Spinoza con el que esta obra mantiene parecidos intereses.

Pero lo de “lingüístico” en lugar de “teológico” no es uno de los problemas menores que el profesor italiano afronta en "Cuando el verbo se hace carne", libro, digámoslo sin dilación, de enorme calibre aunque con alguna limitación que más adelante comentaré. Virno declaró en una ocasión a la prensa: “El materialismo que yo propugno busca unir naturalismo e historia”. Y en efecto, la tesis de Virno es materialista de principio a fin. Más exactamente, lo que aquí estudia y sostiene Virno es un naturalismo historizante o, en otras palabras, un materialismo lingüístico ateológicamente político (sobre el spinozismo como fuente del ateísmo político moderno véase mi reseña en El Viejo Topo, nº 189-190). Veamos.

El libro, que empieza con una entrevista del japonés Jun Fujita Hirose a Virno (ambos son miembros de la revista francesa Multitudes), tiene la intención última, según el autor, de “mostrar que las condiciones de posibilidad de la experiencia son objeto de experiencia inmediata; que los presupuestos trascendentales se manifiestan, en ciertos fenómenos empíricos trillados; que los fundamentos ontológicos ocupan humildemente su lugar en el mundo de las apariencias. El libro recorre las diversas ocasiones en las que el fondo pasa a primer plano, acomodándose al papel de hecho tras los hechos. Si se desea: las ocasiones en las que la naturaleza humana conoce una completa revelación. Salvado de toda coquetería teológica, el término significa solamente: plena visibilidad empírica de aquello que se creía erróneamente inaccesible a la percepción directa. Los títulos de los capítulos designan las categorías que permiten pensar mejor esta `revelación´ totalmente materialista: performativo absoluto, repetición de la antropogénesis, sensismo de segundo grado, reificación, historia natural”.

Lo que precede es un subrayado mío de la página 37, y tengo muchos otros hasta la página final, 264, de modo que me limitaré a recomendar aquí su pronta lectura para quien quiera esclarecer y enlazar mejor todos estos términos acompañando a Virno y a quienes Virno cita: Sausurre, Austin, Benveniste, De Martino, Lo Piparo, Piaget, Vygotskij, Simondon, Marx, etc. De momento, me conformaré con plantear algunas dudas respecto de alguno de estos ritornellos, en especial respecto del concepto de “historia natural” y sobre todo respecto de uno que aparece después, “individuación”.

Repitamos que en "Cuando el verbo se hace carne", “las consideraciones sobre la estructura de la enunciación y la publicidad de la mente hallan finalmente su propio equivalente macroscópico en el concepto (sin embargo, con renovado respeto ante el significado habitual) de historia natural”. Y aquí surge la pregunta del ingenuo lector: ¿historia natural? ¿Estamos hablando de museos de dinosaurios o necrópolis egipcias donde el misterio mora? No. El concepto de historia natural le sirve a Virno para tratar de unir lo que -como paradigma último del debate- quedó dividido en el coloquio sobre la “naturaleza humana” y la “justicia ideal” sostenido en Eindhoven en 1971 entre Chomsky y Foucault. El concepto de historia natural trata de conjugar los aspectos invariantes de la especie humana con la variabilidad histórica de sus manifestaciones (puede leerse mi reseña "Por una estrategia de poder liberadora", que trata en parte sobre este famoso debate entre Foucault y Chomsky, en www.inisoc.org). A mí me suena bastante al concepto de “trascendencia inmanente” de Castoriadis.

En suma, la tesis de Virno es que la antropogénesis se repite tanto por el lenguaje, en especial en su forma performativa absoluta, como por la política, mediante la individuación de la multitud. Sin embargo, es en este último avatar donde encuentro algunos problemas.

Para empezar, ya en la entrevista del inicio con Hirose, y más adelante también, me parece que Virno solo piensa en un ética kantiana del deber trascendental cuando rechaza que la ética pueda ser algo así como un umbral entre el lenguaje y la política. Pero es eso y no otra cosa, me parece, lo que piensa Aristóteles (y después Spinoza) cuando sostiene que la ética es “preparación para la política” en el camino de la antropogénesis. Virno no menciona la quinta virtud del Libro VI de la Ética aristotélica, la del intelecto (nous), que Aristóteles no sabe muy bien dónde colocar, como le pasó luego a Kant, y que en cambio Spinoza, y luego Nietzsche, equiparan en efecto a la razón misma, o mejor, al “nous anterior al logos” para decirlo con Castoriadis. Por eso no se entiende muy bien esta afirmación: “La repetición de la antropogénesis está referida a la ontología, no a la ética; la constitución biológica de nuestra especie, no una u otra actitud cultural” (pág. 116). Tanto menos cuanto que a fin de cuentas el propósito de fondo de "Cuando el verbo se hace carne" es sumamente ético al plantear como principal la cuestión de la buena vida (“sensación conclusiva”, en efecto, pero no mero producto de ninguna actitud cultural, sino obra del pensamiento concreto -por abstracto, imaginación y sentido común mediantes, según Castoriadis-, fruto de la capacidad, que Aristóteles llamaría virtud intelectual, de lenguaje-acción, tal como por otra parte neurobiólogos como Damasio han tratado de probar).

Y es que este decantamiento hacia cierto relativismo foucaultiano es a mi modo de ver lo más débil del libro. Sorprende la ausencia en su largo recorrido de toda mención al concepto de “imaginación”, al modo de Castoriadis, pues sin esa imaginación, ¿cómo íbamos a poder “percibir la propiedad de un concepto”, cima del materialismo tout court. Esa especie de deslizamiento foucaltiano de la inicial posición conciliadora de Virno entre naturaleza e historia hace que el concepto último de “individuación” presente graves deficiencias, al menos tal como está expuesto en este libro. Aquí solo puedo referirme a ello de forma demasiado sumaria, pero el problema está en que al hablar de la comunidad política, allí donde Virno hubiese debido tomar como premisas la historia natural y el concepto de lo transindividual (el “entre-sí inesencial” de Arendt), lo hace en cambio sustentándose en la historia actual de la última fase del capitalismo y en cualquier determinada lengua materna. Lo cual, a mi modo de ver, lleva a Virno a considerar a la historia como símbolo y por tanto a la comunidad política, sino desde el punto de vista de una justicia ideal (idealista), sí en cambio como una especie de ambiente biológico-místico, en este caso “revolucionario”, y eso porque sin poder dejar de lado lo invariante biológico este factor se ve reducido a la percepción en efecto ya muy mediada (no subjetivamente inmediata, “ontológica”, que es lo que buscábamos) de la “actualidad”. Me parece que a Virno todavía le queda por realizar con el concepto de “actualidad” la misma operación que en este libro realiza con el de “apocalipsis”.

En definitiva, Virno discrimina entre formas de historizar la metahistoria y arremete juntamente contra el capitalismo y el Estado (pero, en Spinoza, Estado -y no sé si incluso liberalismo- y multitud no son incompatibles), aportando todo su arsenal ya categorizado en otros libros, pero a mi modo de ver obviando que como sostenía Castoriadis la brecha entre instituyente e instituido no solo no se puede cerrar (consecuencia que no asume Virno), sino que su mantenimiento es vital para que no se produzca ningún tipo de avasallamiento, ni en aras de la representación [aquí debería de decir "de lo representado"] ni en aras de lo irrepresentable. ¿Y no es en esta brecha donde está en juego, anterior aunque inseparablemente recurrente a la insoslayable acción política del lenguaje [hecho cuerpo], lo que podemos llamar ética, umbral entre lenguaje y política, etc.?

Coda: ciertamente, categorías como multitud y principio de individuación me parecen que se hacen más relevantes a tenor del apéndice de "Cuando el verbo se hace carne", apenas un esbozo, eso sí audacísimo, de una metacrítica atea dirigida especialmente contra el rechazo religioso de la metafísica por parte de Wittgenstein y en favor de una crítica atea de la metafísica. Aquí sí, y no en el moralismo religioso marxista, el lenguaje se hace políticamente cuerpo: “La crítica atea de la metafísica (y de Wittgenstein) se compendia, quizá, en esta simple constatación: los límites de mi lenguaje no son los límites de mi mundo”. Bravo Virno, malgré tout; esto es tomarse la libertad de lenguaje en serio, logremos o no la abolición del trabajo asalariado (algunos con mantener nuestro puesto de profesores de filosofía de Eso-Bachillerato en tiempos de directores progre-caciquiles tenemos bastante).

Ximo Brotons (www.blogia.com/procopio)

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