¡Viva "Star Wars"!
Ayer fui a los cines Rafalafena de Castellón a ver el último episodio de "Star Wars". Una pasada. En los 10 segundos iniciales de la película, todas las últimas proezas cinematográficas, de "Matrix" a "Salvar al soldado Ryan", desmontadas. En "Star Wars" está todo el cine: el western, el de capa y espada, el melodrama, la comedia, el cine negro, el de piratas, el bélico, el neorrealista, el existencialista, el de gángsters, el de monstruos, y por supuesto está la aventura. Un auténtico festival en versión cine-cómic: viñetas profundas y sugestivas del mejor tebeo de superhéroes.
Y está el paganismo. Y la democracia, la república, la libertad. La rebelión (de tintes cristianizantes, o eurobudistas, "ma non troppo") contra el Imperio y la dictadura, sustentados ambos en el deseo de omnipotencia de la Federación de Comercio y el cretinismo de los Separatistas.
Es fácil y lo voy a hacer: comparar "Star Wars" con el mundo actual, que después de la afortunada caída del comunismo soviético no ha logrado hacer efectivos realmente los ideales de la Declaración Universal de Derechos de 1948. Las tentaciones imperialistas yanquis son muy fuertes: apoyadas naturalmente por el poder fáctico de las Multinacionales y las grandes corporaciones guiadas por gente que nadie ha elegido (FMI, OMC, BM) y alentando, allí hasta donde sea conveniente para el interés egoísta de EEUU, "el derecho de autodeterminación".
La rebelión no se hizo esperar, allí donde el fin de la historia parecía haberse hecho realidad: Seattle 1999, ese finisterre que se quiso inicio de algo nuevo. Sin embargo, la rebelión tomó un camino equivocado: la anti-globalización, y no el universalismo político y moral. Por suerte, EEUU sigue siendo una Democracia, aunque quizás cada vez con más mala salud de hierro. En Europa también se lucha por la Democracia, rehuyendo tanto las tentaciones alto-burocráticas como el intra-nacionalismo neciamente alentado por buena parte de la anti-globalización, como he dicho.
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Se habla por lo menos de reformar la ONU. Será necesario. Será necesario el contrapeso -no ingenuo ni cínico- de la Unión Europea. Será necesario hacer efectiva una "ética de la glocalización" (Ulrich Beck).
En cualquier caso, será necesario, como dice George Lucas (acaso mejorando a su tocayo el filósofo húngaro marxista Gyorgy Lukacs), "cuidar la democracia y cultivar la amistad".
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Es el miedo a la muerte propia, el miedo a admitir nuestra condición MORTAL, es el miedo a la pérdida que debe reconocerse como irrevocable de aquello que ha ayudado a forjarnos ("la muerte de las lenguas y culturas", "la transformación del paisaje", "la mujer: dadora de vida", etc.) y que tampoco puede ser reparada por múltiples "gadgets" (mercancías, objetos en general), son todos esos miedos los que convierten al encantador Anakyn Skywalker en el malvado Darth Vader.
"Sólo el amor puede juzgar", escribió Nietzsche. Y así es. Por el amor se redime lo-que-queda-de-Anakyn y con él la República y la democracia. Pero es cuando Anakyn no tiene suficiente con amar y prefiere entregarse al deseo de omnipotencia (que ni siquiera él, poderoso entre los poderosos, puede alcanzar), cuando la República y el amor sucumben. Esto no es voluntad de poder ("como amor", según el filósofo español Manuel Barrios), sino voluntad de dominio, execrable. Es la ilusión moral del Bien (¡y del Mal!) Supremo la que acaba con Anakyn: ¡horror!, quiere arreglar el mundo.
No se puede amar teniendo a la vista algún fin: se ama más allá del Bien y del Mal o no se ama. No se puede esperar que lo que se ama nos ame (Spinoza): entonces hemos dejado de entender.
Anakyn deja de entender. Todo aprendizaje requiere su ascetismo. Pero en el esfuerzo está la alegría, y aun el placer que no desdeña su entraña dolorosa.
Si es el miedo a la muerte lo que hace a Darth Vader, es el amor a la libertad lo que pone en marcha la rebelión de Luke Skywalker, su hijo.
¡Que la Fuerza os acompañe, amigos, que la sepáis controlar y que no os la controlen!
La Fuerza es la alegría.
PD: he leído la noticia que trae hoy El País. M. Torreiro llama "pedestremente religiosa" a la película. Quizás hay que cursar estudios de Teología, en plan talibán, para ser sabios y buenos. Lo que pasa es que Torreiro debería de haberse mirado algo del "tema de la religión", aunque sea en el Google, antes de escribir lo que escribe (además de lo dicho, Torreiro escribe sobre las "peroratas pretendidamente democráticas" -otra cosa sobre la que tal vez debiera informarse, sobre la democracia, digo, pues quizás ni esas simples peroratas le suenan de nada). Luego Elsa Fernández-Santos cifra la conversión al Mal de Anakyn en el dolor y el sufrimiento, en una interpretación literal y corta de miras propia de los periodistas de nuestro tiempo. Pero bueno, señora, me ha recordado usted que George Lucas nació en Modesto, California, el pueblo de mi "hermano americano" (Loren E. Dieu, abogado que vive hoy en Sacramento felizmente casado con dos hijas), que vivió nueve meses en mi casa hace 20 años. Muy bonito el Valle de San Joaquín (en Modesto está filmada "American graffiti"). Y finalmente volteo página y empiezo a leer al director de cine Álex de la Iglesia: sigue haciendo parodias, hermano. Si quieres densidad dramática, leéte "Moby Dick". En efecto, la gracia y la grandeza de esta película es que hasta los niños menores de 8 años la podemos entender. Cosa que no os ocurre ni a ti, ni a Elsa Fernández-Santos, ni a M. Torreiro.
Y la Democracia triunfa.
Y está el paganismo. Y la democracia, la república, la libertad. La rebelión (de tintes cristianizantes, o eurobudistas, "ma non troppo") contra el Imperio y la dictadura, sustentados ambos en el deseo de omnipotencia de la Federación de Comercio y el cretinismo de los Separatistas.
Es fácil y lo voy a hacer: comparar "Star Wars" con el mundo actual, que después de la afortunada caída del comunismo soviético no ha logrado hacer efectivos realmente los ideales de la Declaración Universal de Derechos de 1948. Las tentaciones imperialistas yanquis son muy fuertes: apoyadas naturalmente por el poder fáctico de las Multinacionales y las grandes corporaciones guiadas por gente que nadie ha elegido (FMI, OMC, BM) y alentando, allí hasta donde sea conveniente para el interés egoísta de EEUU, "el derecho de autodeterminación".
La rebelión no se hizo esperar, allí donde el fin de la historia parecía haberse hecho realidad: Seattle 1999, ese finisterre que se quiso inicio de algo nuevo. Sin embargo, la rebelión tomó un camino equivocado: la anti-globalización, y no el universalismo político y moral. Por suerte, EEUU sigue siendo una Democracia, aunque quizás cada vez con más mala salud de hierro. En Europa también se lucha por la Democracia, rehuyendo tanto las tentaciones alto-burocráticas como el intra-nacionalismo neciamente alentado por buena parte de la anti-globalización, como he dicho.
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Se habla por lo menos de reformar la ONU. Será necesario. Será necesario el contrapeso -no ingenuo ni cínico- de la Unión Europea. Será necesario hacer efectiva una "ética de la glocalización" (Ulrich Beck).
En cualquier caso, será necesario, como dice George Lucas (acaso mejorando a su tocayo el filósofo húngaro marxista Gyorgy Lukacs), "cuidar la democracia y cultivar la amistad".
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Es el miedo a la muerte propia, el miedo a admitir nuestra condición MORTAL, es el miedo a la pérdida que debe reconocerse como irrevocable de aquello que ha ayudado a forjarnos ("la muerte de las lenguas y culturas", "la transformación del paisaje", "la mujer: dadora de vida", etc.) y que tampoco puede ser reparada por múltiples "gadgets" (mercancías, objetos en general), son todos esos miedos los que convierten al encantador Anakyn Skywalker en el malvado Darth Vader.
"Sólo el amor puede juzgar", escribió Nietzsche. Y así es. Por el amor se redime lo-que-queda-de-Anakyn y con él la República y la democracia. Pero es cuando Anakyn no tiene suficiente con amar y prefiere entregarse al deseo de omnipotencia (que ni siquiera él, poderoso entre los poderosos, puede alcanzar), cuando la República y el amor sucumben. Esto no es voluntad de poder ("como amor", según el filósofo español Manuel Barrios), sino voluntad de dominio, execrable. Es la ilusión moral del Bien (¡y del Mal!) Supremo la que acaba con Anakyn: ¡horror!, quiere arreglar el mundo.
No se puede amar teniendo a la vista algún fin: se ama más allá del Bien y del Mal o no se ama. No se puede esperar que lo que se ama nos ame (Spinoza): entonces hemos dejado de entender.
Anakyn deja de entender. Todo aprendizaje requiere su ascetismo. Pero en el esfuerzo está la alegría, y aun el placer que no desdeña su entraña dolorosa.
Si es el miedo a la muerte lo que hace a Darth Vader, es el amor a la libertad lo que pone en marcha la rebelión de Luke Skywalker, su hijo.
¡Que la Fuerza os acompañe, amigos, que la sepáis controlar y que no os la controlen!
La Fuerza es la alegría.
PD: he leído la noticia que trae hoy El País. M. Torreiro llama "pedestremente religiosa" a la película. Quizás hay que cursar estudios de Teología, en plan talibán, para ser sabios y buenos. Lo que pasa es que Torreiro debería de haberse mirado algo del "tema de la religión", aunque sea en el Google, antes de escribir lo que escribe (además de lo dicho, Torreiro escribe sobre las "peroratas pretendidamente democráticas" -otra cosa sobre la que tal vez debiera informarse, sobre la democracia, digo, pues quizás ni esas simples peroratas le suenan de nada). Luego Elsa Fernández-Santos cifra la conversión al Mal de Anakyn en el dolor y el sufrimiento, en una interpretación literal y corta de miras propia de los periodistas de nuestro tiempo. Pero bueno, señora, me ha recordado usted que George Lucas nació en Modesto, California, el pueblo de mi "hermano americano" (Loren E. Dieu, abogado que vive hoy en Sacramento felizmente casado con dos hijas), que vivió nueve meses en mi casa hace 20 años. Muy bonito el Valle de San Joaquín (en Modesto está filmada "American graffiti"). Y finalmente volteo página y empiezo a leer al director de cine Álex de la Iglesia: sigue haciendo parodias, hermano. Si quieres densidad dramática, leéte "Moby Dick". En efecto, la gracia y la grandeza de esta película es que hasta los niños menores de 8 años la podemos entender. Cosa que no os ocurre ni a ti, ni a Elsa Fernández-Santos, ni a M. Torreiro.
Y la Democracia triunfa.
3 comentarios
procopio -
Josep Pradas -
Josep Pradas -