Locutores
Dos locutores han marcado mi vida como espectador, oyente y consumidor de deportes. No más. Estos dos locutores son Héctor del Mar y, cómo no, Andrés Montes.
Héctor del Mar es argentino. Cuando aun no daban casi todos los partidos de fútbol por televisión, mi hermano Javier y yo los solíamos seguir por la radio. Así fue como empezó mi idilio con Héctor del Mar. En la infancia, sí, han acertado. Del Mar era innovador, y venía de Argentina, donde los locutores tienen imaginación y no tienen complejos. Si el partido lo dan por la radio, lo radian, registrando todos los detalles. Si el partido es por televisión, la narración no hace falta que sea milimétricamente desarrollada, y pueden hacer comentarios que entretengan al personal. Francamente, me parecen muy malos locutores esos que por televisión retransmiten un partido como si lo estuviesen haciendo por la radio.
¿Cómo enamoraba Héctor del Mar? Pues con frases y latiguillos, como por ejemplo, "minuto twenty-five", o "minuto patito", que era el minuto 22. Aunque mi favorita era la frase de cuando sacaba el portero en largo y Del Mar soltaba aquello de "¡cuidado con los ovnis!". Maravilloso. Así escuchábamos mi hermano y yo los partidos de fútbol que echaban por la radio. Entretenidos e imitando la estrechez furiosa de garganta que empleaba Héctor del Mar en sus frases y latiguillos, con auqel involvidable y suave acento argentino.
Después, ya a mediados de los 80, le perdí completamente la pista. Durante años estuve persiguiendo en las ondas radiofónicas a Héctor del Mar, pero nada. Nadie se le parecía ni remotamente, además. Una lástima. Entonces, mucho tiempo después, lo reencontré. Se dedicaba a trabajar para la televisión narrando esos combates ficticios de lucha libre americana. No era fútbol pero entretenía la voz milagrosa de Del Mar. Toda la pléyade de personajes del pressing catch pasaban como héroes por su labia. Hulk Hogan, El Rey Misterio, John Cena, los irlandeses, los latinos, el mastodonte (que era mi favorito y de cuyo nombre no me puedo acordar), el guaperas americano, etcétera. Debo reconocer que me llevé una decepción con Héctor del Mar, aunque si le pagaban bien y aun era reconocido, bien merecido se lo tenía.
Si alguna vez me preguntaran cuál es mi gol favorito de la selección española de fútbol no contestaría: el gol de Torres en Viena, o el gol de Iniesta en el Mundial de Suráfrica. Mi respuesta es clara y tajante: mi gol favorito es el que le marcó Maceda de cabeza a Alemania en la Eurocopa´84, en la que finalmente España fue subcampeona. Tenía grabado en una cinta ese partido, pero la perdí, como tantas y tantas otras cosas en esta vida, hasta que finalmente se pierde la vida misma. Ahora no estoy seguro que la retransmisión tuviera la voz de Héctor del Mar como protagonista, pero en mi recuerdo borroso esto es así. Antonio Maceda, "el Paul Newman del fútbol español" batiendo en un partido memorable a Schumacher. En fin.
Sobre Andrés Montes no diré mucho más. Su celebridad fue mucho más extensa e intensa que la del argentino Héctor del Mar. Cuentan que empezó en la radio, retransmitiendo fútbol y baloncesto. Luego, en los años 90, pasó al Plus, donde hizo pareja con Daimiel narrando los partidos de la NBA. Como no tenía el Plus, no puedo opinar de cómo lo hacían, aunque he visto algún video en YouTube. Cuentan que formaban un dúo épico, capaz de hacer entretenido hasta el más soporífero de los partidos de temporada regular de dos equipos haciendo tanking. Loor a ellos, pues. En mi caso, conocí a Montes en un programa del Plus en abierto, Generación+ creo que se llamaba; eran él y Juan Antonio San Epifanio, el legendario Epi. Lo más llamativo era la música soul con la que solía acabar el programa. Montes era un experto en ese estilo musical.
Y entonces en 2006 llegó La Sexta y el Mundial de Alemania de fútbol y el éxito clamoroso y popular de Andrés Montes, quien no solo hacía partidos del mundial sino que siguió haciendo los partidos de los Eurobaskets en septiembre por lo menos hasta el de Polonia´09, que fue el primer Eurobasket que ganó la selección española. Bueno, qué digo, ¡si fue Montes el que hizo el Mundobasket de Japón´06 con Iturriaga y Juanito de la Cruz!
Montes amaba los dos deportes, sabiendo transmitir la espectacularidad del baloncesto y la pasión por el fútbol: "¡Cómo nos gusta el fútbol, Salinas!", solía decir, aunque en principio no son deportes muy semejantes y en Estados Unidos el soccer esté considerado como un deporte, no sin razón a veces, aburrido. Pero tengo para mí que el fútbol es lo primero, y luego viene lo demás. Ya lo he explicado en el caso de Daimiel, al hablar de la Edad de Oro del deporte español. Y creo que también es así en el caso de Andrés Montes, que solía referirse al juego del balompié con la acertada expresión "fútbol con fatatas".
La popularidad de Montes llegó a su clímax con las retransmisiones, los sábados por la noche, de los partidos de la LFP, la liga española. Cada sábado el correspondiente encuentro de la jornada, por la Sexta. Desde Riazor, desde El Madrigal, desde el Sánchez Pizjuán, etc. Lo que contaban de sus madrugadas baloncestísticas en la NBA era cierto. Montes te alegraba la jornada, por muy triste que hubiera sido o por muy aburrido que el partido estuviera siendo.
Su muerte, que no sé por qué me recordó a la del gran Mariano José de Larra, ese típico suicidio madrileño del vuelva usted mañana, fue un golpe muy duro para todos. Todavía padecemos su ausencia. Sé de gente que se pone música en los cascos mientras sigue un partido de NBA por el Plus. En cuanto a la liga española, pues por mucho Alfredo Martínez, Manolo Lama o Manuel Carreño que nos echen, nada se disfruta igual. Montes era, ante todo, divertido, y pasional, entrañable también, y tierno, y alocado. Luego de su muerte, hubo mezquinas voces señalando de que si trabajando era tiránico, de que si se equivocaba con los nombres de los jugadores y los dorsales, toda esa presunta diligencia asquerosa y esa falsa tolerancia en verdad desalmada. También hubo gente que se alegró de su fatídico adiós a la vida. Sabemos quiénes son.
Qué importaba si alguna vez se confundía de jugador si era la jugada lo importante. ¡The show must go on, that´s entertainment! Y, en fin, para qué hablar de jugadores si Andrés Montes era sencillamente un p... genio poniendo motes. Motes que no voy aquí a recordar porque son tantos y tan acertados todos que todo el mundo los conoce de sobra.
Como a mi padre, se me olvidó decirle que le quería. Por eso se lo digo ahora: dondequiera que estés, gracias Andrés Montes. ¡Jugón!
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