¿Fin de "Archipiélago"?
Justo cuando me habían ofrecido colaborar con un texto extenso entre varias de las plumas más consagradas del país en un número dedicado a la situación política española actual, "Archipiélago" cierra, veinte años después de que el filósofo Agustín García Calvo auspiciase su creación. La socialdemocracia más ruin ha ganado la partida, aunque sembrando futuras derrotas de todo el país si no se le pone remedio. El director de El Mundo dirá lo que quiera sobre el buen trato de Zapatero a los medios de comunicación, pero no es la primera censura soterrada, o más que censura, eliminación, que padezco bajo su gobierno, cuando se iba a escribir contra su gobierno, o por lo menos a criticar a su gobierno.
Yo la llamaba el búnker, a la pequeña planta baja que servía de redacción a "Archipiélago", revista de crítica de la cultura, en el barrio de Gracia de Barcelona, solo una calle por debajo de la Vía Augusta y relativamente cercana a la plaza del Sol. Yo pillaba el metro hasta Lesseps y luego me acercaba andando. El apartado de correos estaba, no obstante, sito en Castelldefels, que es donde vivía Ana María González, la amable y gentil hacedora de la revista que últimamente dirigían, en Madrid, Isabel Escudero, partenaire de Agustín García Calvo, y Amador Fernández-Savater, hijo de Fernando Savater. Ahora la refundarán en una suerte de Multitudes hispánica, me temo, que es en lo que ya se iba convirtiendo irrelevantemente en los últimos años. Aquel número sobre el Plan Hidrológico bajo Aznar no recuerdo que fuera censurado, y sé de primera mano que se leyó hasta en Bruselas. Ahora no. No solo no habrá tal número sobre la política de Zapatero -número que perfectamente podría haber salido antes de las elecciones generales pasadas-, sino que de hecho ya no habrá "Archipiélago". No sé de qué marxismo echarán mano a partir de ahora para seguir haciéndole el juego progre a la socialdemocracia capitalista de Estado, y es que, con todo, no fue una cosa con la que Agustín García Calvo condescendiera nunca. Hasta criticó el matrimonio homosexual en plena epopeya zapateril. Pobre de mí, y yo de acuerdo con esta crítica a esa cultura.
Hablé una vez con el novelista José Antonio González, hermano de Ana María, cuando empecé a colaborar en "Archipiélago" y él era su director, el que le dio el empuje definitivo. Junto a Ana María, en el búnker, siempre estaba Dante Bernardi, italiano no menos amable y gentil. Cuando pasaba de vez en cuando por allí para pillar libros con el pretexto de reseñar alguno, o agenciarme algún número atrasado de la revista, y tal, siempre echábamos unas risas. Con ellos era fácil.
La primera vez que vi y escuché en persona a García Calvo fue a mediados de los 90 en un coloquio organizado por un grupo de alumnos de la Facultad de Física de la UB, que reunía a Agustín García Calvo, al físico Jorge Wagensberg y al antropólogo Manuel Delgado, y que trataba sobre la ciencia. Un amigo de estos estudiantes de física y seguidor de Agustín García Calvo era compañero mío en la Facultad de Derecho de la UPF. Me avisó de la charla y asistí. La charla fue muy divertida, instructiva a su modo y un punto extravagante, como todo lo de los agustinos. Luego escribí una cosilla sobre Ortega y Heidegger en su fanzine, y quizá fue mi primer texto filosófico periodístico. Recibió numerosas críticas, porque Heidegger estaba muy de moda entre los universitarios de todas las facultades, y yo me limitaba a despacharlo con arrogante ironía orteguiana. Resulta que aquel coloquio sobre ciencia entre García Calvo, Wagensberg y Delgado apareció en uno de los últimos números de la primera fase de "Archipiélago"; a partir de entonces la revista empezaría a publicarse con la regularidad de la que había carecido en sus inicios, y así la conocí, convertida ya en la revista útil de seguir y apoyar que ha sido hasta no hace mucho. En mi época de instituto había asistido en mi pueblo a una charla ecologista de Martínez Alier, colaborador de aquella primera fase. Luego fui yo, cuando estudiaba el master y el doctorado, el que estuve escribiendo en ella, básicamente reseñas y una vez un artículo más extenso sobre Castoriadis.
Hasta ahora, que han mandado explosionar y hundir el conjunto de islas. Pero, aviso para navegantes, en el fondo del mar no vamos a quedarnos. No.
Yo la llamaba el búnker, a la pequeña planta baja que servía de redacción a "Archipiélago", revista de crítica de la cultura, en el barrio de Gracia de Barcelona, solo una calle por debajo de la Vía Augusta y relativamente cercana a la plaza del Sol. Yo pillaba el metro hasta Lesseps y luego me acercaba andando. El apartado de correos estaba, no obstante, sito en Castelldefels, que es donde vivía Ana María González, la amable y gentil hacedora de la revista que últimamente dirigían, en Madrid, Isabel Escudero, partenaire de Agustín García Calvo, y Amador Fernández-Savater, hijo de Fernando Savater. Ahora la refundarán en una suerte de Multitudes hispánica, me temo, que es en lo que ya se iba convirtiendo irrelevantemente en los últimos años. Aquel número sobre el Plan Hidrológico bajo Aznar no recuerdo que fuera censurado, y sé de primera mano que se leyó hasta en Bruselas. Ahora no. No solo no habrá tal número sobre la política de Zapatero -número que perfectamente podría haber salido antes de las elecciones generales pasadas-, sino que de hecho ya no habrá "Archipiélago". No sé de qué marxismo echarán mano a partir de ahora para seguir haciéndole el juego progre a la socialdemocracia capitalista de Estado, y es que, con todo, no fue una cosa con la que Agustín García Calvo condescendiera nunca. Hasta criticó el matrimonio homosexual en plena epopeya zapateril. Pobre de mí, y yo de acuerdo con esta crítica a esa cultura.
Hablé una vez con el novelista José Antonio González, hermano de Ana María, cuando empecé a colaborar en "Archipiélago" y él era su director, el que le dio el empuje definitivo. Junto a Ana María, en el búnker, siempre estaba Dante Bernardi, italiano no menos amable y gentil. Cuando pasaba de vez en cuando por allí para pillar libros con el pretexto de reseñar alguno, o agenciarme algún número atrasado de la revista, y tal, siempre echábamos unas risas. Con ellos era fácil.
La primera vez que vi y escuché en persona a García Calvo fue a mediados de los 90 en un coloquio organizado por un grupo de alumnos de la Facultad de Física de la UB, que reunía a Agustín García Calvo, al físico Jorge Wagensberg y al antropólogo Manuel Delgado, y que trataba sobre la ciencia. Un amigo de estos estudiantes de física y seguidor de Agustín García Calvo era compañero mío en la Facultad de Derecho de la UPF. Me avisó de la charla y asistí. La charla fue muy divertida, instructiva a su modo y un punto extravagante, como todo lo de los agustinos. Luego escribí una cosilla sobre Ortega y Heidegger en su fanzine, y quizá fue mi primer texto filosófico periodístico. Recibió numerosas críticas, porque Heidegger estaba muy de moda entre los universitarios de todas las facultades, y yo me limitaba a despacharlo con arrogante ironía orteguiana. Resulta que aquel coloquio sobre ciencia entre García Calvo, Wagensberg y Delgado apareció en uno de los últimos números de la primera fase de "Archipiélago"; a partir de entonces la revista empezaría a publicarse con la regularidad de la que había carecido en sus inicios, y así la conocí, convertida ya en la revista útil de seguir y apoyar que ha sido hasta no hace mucho. En mi época de instituto había asistido en mi pueblo a una charla ecologista de Martínez Alier, colaborador de aquella primera fase. Luego fui yo, cuando estudiaba el master y el doctorado, el que estuve escribiendo en ella, básicamente reseñas y una vez un artículo más extenso sobre Castoriadis.
Hasta ahora, que han mandado explosionar y hundir el conjunto de islas. Pero, aviso para navegantes, en el fondo del mar no vamos a quedarnos. No.
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