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procopio: café filosófico

Reseña: "La primera transición y otras transiciones"

LUCES Y SOMBRAS DEL LAICISMO

"Laicidad y derecho al espacio público", VVAA, Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia, Barcelona, 2003, 152 pp.

"Laicidad y derecho al espacio público" reúne las ponencias presentadas en el II Encuentro por la Laicidad celebrado en la Universidad de Barcelona en julio de 2002. El primero se celebró un año antes en Motril bajo el auspicio de la Asociación Pi y Margall por la Educación Pública y Laica de esa ciudad granadina. El libro recoge las colaboraciones de Joan Francesc Pont, presidente de la Fundación Ferrer Guardia, Gonzalo Puente Ojea, ex embajador de España, Henri Pena-Ruiz, profesor de filosofía política, Joan Carles Marset, geólogo y presidente de la asociación Ateos de Cataluña, Salvador Pániker, filósofo, Javier Otaola, defensor del vecino del ayuntamiento de Vitoria, Santiago Castellà, doctor en Derecho, Jordi Serrano y Vicenç Molina, de la misma Fundación Ferrer Guardia, Antonio Gómez Movellán, miembro de la asociación Europa Laica de Albacete y Fernando de Yzaguirre, sociólogo.

Los artículos tratan varias cuestiones relacionadas con la laicidad y con lo que muy bien indica el título de la obra: el derecho al espacio público. En general se intentan concretar los límites del término laicismo respecto de la religión y el anti-clericalismo. Se reflexiona por tanto en torno a los conceptos de libertad de conciencia y de convivencia política. Se cuestionan los acuerdos del Estado español con la Santa Sede y la implantación de la enseñanza obligatoria de la religión católica, o del hecho religioso de la realidad sagrada, en la educación secundaria española. Se aboga por los ideales republicanos y democráticos y por un derecho internacional imperativo, de ius cogens, capaz de hacer prevalecer los derechos humanos y la dignidad crítica de las personas. Frente a la teoría del cuerpo místico, se defiende la autonomía moral de los individuos y se recuerda a Alexandre Vinet, heredero directo del movimiento ilustrado pedagógico (Pestalozzi, etc.) y uno de los primeros maestros racionalistas y laicos de la modernidad europea, en la estela que más tarde prolongarían en nuestro país Teresa Mañé y Federico Urales, la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, etc.

Los textos, breves y a veces algo apresurados, suelen poner el dedo en la llaga y no retroceden ante lo que hoy es una evidencia: en cuestiones de libertad de pensamiento, ideológica, religiosa o de creencias, en España todavía está por hacer la primera transición. Lo que ofrecen, pues, son razones para la laicidad, razones para impugnar lo que John Dewey llamaba la religiosa “patología de la bondad”, razones para configurar sentimentalmente una patria cívica donde el amor que nos une pueda seguir siendo libre, “ora abrumado, ora triunfante”, como escribe RLS en su libro "Moral laica".

Pero hablando de la transición y de patriotismo constitucional me gustaría señalar algunas dudas respecto del artículo que firman Vicenç Molina y Jordi Serrano: “Laicidad y autodeterminación de los individuos contra el mito de las patrias o por qué Madrid no es París”. Los autores han querido reanimar el viejo republicanismo federal de Pi y Margall y, siguiendo a Ernest Lluch, enlazarlo con el austracismo de principios del siglo XVIII. Sin embargo, creo que yerran. El programa austracista, la doctrina del “buen catalán”, como se recordará, tiene su origen en la añeja querella urgellista del Compromiso de Caspe. No es un programa de regeneración sino más bien de repliegue. Desde luego, el republicanismo federal de Pi y Margall arrastraba ya este lastre, la inviabilidad –demostrada en la puesta en práctica de las dos Constituciones republicanas- de respetar “la personalidad” de fueros y constituciones de origen medieval, que por lo demás ya en pleno siglo XV habían sido contestadas por los remensas y por la Busca, a la postre vencidos igual que sucedió luego con las ciudades, las germanías o los moriscos cuando la España unida de los reyes católicos se convirtió en el Imperio de los Austria.

En resumen, si queremos un constitucionalismo republicano y laico a la altura de nuestra libertad, deberemos reflexionar sobre una política democrática no asentada en una eticidad indiscutiblemente costumbrista, o sea, deberemos deshacernos de las herencias absolutistas o medievales de las nacionalidades “históricas” tanto o más que de las propias de las naciones de ciudadanos modernas.

Ximo Brotons

1 comentario

Esperanza -

He encontrado una interesante entrevista a Gonzalo Puente Ojea que se puede bajar de Internet: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=38070205&iCveNum=10820