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procopio: café filosófico

Reseña: "Europa, Europa", sobre un libro de F. Duque (publicada en Archipiélago, 2004)

EUROPA, EUROPA

"Los buenos europeos. Hacia una filosofía de la Europa contemporánea", Félix Duque, Oviedo, Ediciones Nobel, 2003, 472 pp.

Con este libro, Premio Internacional de Ensayo Jovellanos del año 2003, el conocido profesor Félix Duque (Madrid, 1943) continúa una tradición intelectual inaugurada con el Discurso de Europa o la Europa sese discrucians del médico segoviano Andrés Laguna (pronunciado en Colonia en 1543 bajo el auspicio de Carlos V y con la pretensión, ya desesperada, de reconciliar las facciones cristianas enfrentadas tras la Reforma de Lutero), y lo hace en un momento crucial, cuando la Convención de Bruselas ha preparado una futura Constitución política de la Unión Europea que se presta a ser discutida y votada, en referéndum nada menos, en España, en los primeros meses de 2004.

Félix Duque empieza analizando (“Europa: el porvenir de una desilusión”) los discursos europeístas de los pensadores y poetas alemanes, desde Hölderlin y Hegel (o La Cristiandad o Europa de Novalis) hasta principalmente Nietzsche, Husserl y Heidegger: pensadores posteriores a la guerra franco-prusiana de 1870 que marcará el sangriento desarrollo de Europa hasta 1945, cuando ese “cabo de Asia” se vea empequeñecido ante la nueva hegemonía de la guerra fría: USA y URSS. A continuación (“Mitteleuropa y España”), el autor analiza la Europa vista por los pensadores españoles de ese mismo período histórico, o sea, Unamuno y Ortega, situados entre el fin definitivo y desastroso del colonialismo español y el novecentismo regeneracionista finalmente engullido, también desastrosamente, por la guerra civil. Y en el tercer apartado (“Raíz, flor y fruto de Europa: el paraíso, la revolución y la guerra”, algunos de cuyos ensayos ya habían aparecido embrionariamente en esta revista), el filósofo madrileño expone su propio punto de vista desde la consideración del dominio actual y casi absoluto de la pax americana, a la que opone precisamente una renaciente y minimalista Europa, “tierra de la tarde”. Hay en este capítulo unas memorables páginas sobre el “mito liminar del Jardín” pero también afirmaciones (ese cuasi-paulino deseo de una paz segura, contemplativa, difícilmente conciliable con la libertad del cuerpo individual que se dice aceptar, habida cuenta de lo que Duque considera por otra parte “histórico” en España y “cristiano” en Europa, orteguiano y heideggeriano el autor a pesar de todo, amén del olvido cuasi-culpable de la tradición epicúrea que bien podría entroncar en fin con la idea islámica del placer) que le hacen (mal)pensar a uno si al final Duque no se acaba acostando suo modo, precisamente por la vanidad de la universitas cristiana, más del lado de la monarquía universal, aunque sea en este caso sub especie Europae.

Pero bien, ¿en qué consiste el “buen europeísmo” sensu nietzscheano que da título al libro? No desde luego en ese “hombre europeo abstracto” que lo imita todo y todo lo imita mal, el filisteo y el nihilista. No. El buen europeísmo, en el que siguen resonando los ecos volterianos de la “Europa te mira”, es el que está basado en la razón y no en el patrioterismo del temor gregario: J´accuse, escribió Zola. Nosotros, los buenos europeos, somos los “mediterráneos natos”, en el bien entendido sentido espiritual o mítico del término: los que amamos el sur en el norte, y el norte en el sur. Los que deseamos la coyunda dionisíaca entre “el movimiento democrático de Europa” y la nueva especie de hombre supranacional para que nazca el superhombre...

Pero, ay, el tirano que acechaba en la sombra de la voluntad de poder, pudo más que la propia voluntad de caminar por encima de las pisoteadas cabezas de los reyes: “Europa ya no filosofa a martillazos, sino a cañonazos”, exclama con razón Camus. Lo que entonces, con voluntad de entender, elabora la “sabiduría residual” de Félix Duque para el siglo XXI es en sus mejores momentos una filosofía a la altura de aquellos pasajes de La escritura o la vida de Jorge Semprún en los que el viejo republicano rememora con gratitud las visitas al edificio público de Buchenwald (esa siniestra verdad invertida de la Weimar-alemana-por-encima-de-todo) donde los presos hacían sus necesidades. ¡Ocasión de libertad entre aquella inmundicia, uso libre de la palabra, intercambio de cigarrillos y chascarrillos! ¡Fatalidad de nuestro pobre y mortal amor que aún es capaz de crear un mundo! ¿Buenos europeos? ¿Superhombres? Niños perdidos, el puer aeternus que nos queda cuando vamos perdiendo todo lo demás.

Ximo Brotons

11 comentarios

Bartleby -

¡Ave Procopio!: Hablando de Duques y aristócratas intelectuales, pequeño y sentido homenaje a Melò (y final a usted y su sentido común) en mi blog.
Bartleby.

Melò Cucurbitaciet -

Un tío mío jesuita, que falleció hace unos meses.

procopio -

bueno, mi opinión es parecida, en cuanto a la altivez de los filósofos, a veces. Pero la filosofía es lo que es y exige cierto recogimiento, cierta distancia, y un poquito de arrogancia, no sé si es la palabra adecuada. Mejor, orgullo.

quién es ese familiar querido y valioso, melò?

Melò Cucurbitaciet -

Por cierto Chimo, me he acordado de usted ojeando una reseña, no exenta de humor, sobre una obra de Randall Collins, una sociología de la filosofías. Comenta el distanciamiento filosófico, la altivez del filósofo como pensador fuera del común, al hilo del desprecio de algunos a Weber. Bueno, ¿qué hay de eso de la altivez, de esa especie de superhombre filosófico? No me parece su caso, pero ¿cómo lo ve?

Melò Cucurbitaciet -

Desde luego, con el monstrenco burocrático de las autonomías y su prole creciente de estatutos, leyes, ordenamientos y regulaciones propias y diferenciadas, estamos incapacitándonos para salir a contemplar Europa. Parece que en Alemania algunas voces han denunciado la parálisis del sistema federal, su inutilidad, y se abordan algunas reformas. Aquí el sentido es inverso.
De los USA percibo una idea lejana: la identificación de la patria con la libertad. La democracia como identidad. Aquí el patriotismo es terruño y privilegios. Y el Nuevo Mundo es libertad. Es un lugar común, pero un familiar mío, muy querido y de reconocida valía, me decía que era preciso conocer el Nuevo Mundo para entendernos mejor.

Anónimo -

Pero si no nos apañamos con la política interior del estado español y sus comunidades, como nos tenemos que entender con otros estados? Primero hay que arreglar este desbarajuste de las autonomías y las financiaciones, conciertos económicos, etc. Luego ya vendran las europas y los mundos.
USA es diferente porque no se trata de estados independientes como la unión europea; al estilo de USA se podría crear los estados del Estado Español, por ejemplo... Puede que nos solucionara muchas cosas y en el fondo político serías parecidas a la actualidad con una conveniente reforma del senado al estilo de USA

JL2007 -

El antiamericanismo ha sido durante mucho tiempo, y lo sigue siendo, condición sine qua non para ser considerado "progre", "de izquierdas" o "moderno", términos cargados con las más angelicales connotaciones políticas. Y no veo que la cosa vaya a cambiar.
La necesidad de una Europa unida pasa, a mi parecer, por la identificación de los europeos con una "casa común", del mismo modo que un americano ya sea de Texas, California o Nebraska no tiene problemas en considerarse americano por encima de sus afectos locales (en esto puede influir la extraordinaria movilidad de los americanos, que pueden haber nacido en un estado, ido a la universidad en otro y trabajar en un tercero, cosa que en Europa casi no existe). No creo que a medio plazo vaya a darse el tipo de ciudadano que vote en las elecciones europeas una política común que cause daños en su país, ya sea por pérdida de puestos de trabajo, desvío de la financiación a zonas europeas más necesitadas que las de su país, etc. Nadie se siente europeo a ese nivel, al de sacrificar los fondos destinados a la agricultura española para mejorar la polaca, por ejemplo. Y menos que nadie, los políticos, que no se arriesgan a hacer entender a los votantes lo que sería una verdadera política común.
En fin, no parece que haya mucho por lo que alegrarse en el futuro cercano, y no deja de ser triste

procopio -

en efecto, hay cosas de la UNión europea que están tambaleándose, al menos si se pretendía crear un especie de "superestado" y no solo una unión de estados (con cierto poder legislativo, económico, etc., no lo olvidemos).

En el mismo libro de Duque hay algo en lo que yo discrepo: en el sutil antiamericanismo de Duque. Justamente vamos a ser difícilmente una especie de "Estados Unidos de Europa", a lo USA, pero por lo mismo, para que este entramado de 27 o más países pueda sostenerse y mejorar, sobre todo político-institucionalmente, es necesario que Europa esté aliada, y no confrontada, con USA. Otro tema es el de la ONU.

En fin, últimamente el parlamento europeo me dio dos disgustos: apoyo subrepticio a las Farc y no condena del comunismo (sin hablar ahora de Eta). Este es el antiamericanismo que hará aun las cosas más difíciles.

JL2007 -

Estando de acuerdo con su idea de que sería mejor una reforma de la comisión que una constitución, creo que queda el problema de fondo, esto es: ¿Qué es hoy Europa para los europeos?¿Alguien sabe qué 27 países la componen, cuáles de ellos han establecido restricciones territoriales a su pertenencia (partes de España, Francia, UK, por ejemplo, no están plenamente vinculadas a la Unión europea, mantienen "excepciones")?¿Alguien sabe qué países tienen el euro como moneda?¿alguien sabe qué es la zona Schengen? Y cuando hablo de "alguien" me refiero al común de los ciudadanos, no a los que por su profesión les toca estar al día de todo esto.
Creo que la Unión Europea puede sufrir un colapso debido a su excesivo tamaño, a las ampliaciones quizás no demasiado meditadas... en fin, puede que muera de éxito.
En cuanto a los intelectuales, laverdad es que los antisistema suelen ser muy simplones en sus planteamientos y eso perjudica el necesario debate, aunque me temo, como dije en mi anterior comentario, que quizás, aunque ese debate llegase a tener lugar, no haya público para él, no haya ciudadanía que quiera dedicar tiempo y esfuerzo a comprenderlo.
No sé porqué, pero me viene a la mente las obras de Ralph Dahrendorf, un sociológo alemán de nacimiento, miembro de la Cámara de los Lores, cuyos escritos sobre Europa, se esté o no de acuerdo con ellos, son equilibrados en cuanto a que nunca pierde de vista algo que me parece fundamental que ciertos idealistas tienden a olvidar: que la política es el lugar de la acción.

procopio -

la intención del momento implícita en el libro y en la reseña ha quedado anticuada. pero me temo que bastantes de sus ideas no. lo peor del término intelectual es, en efecto, su vinculación con los poderes establecidos. pero los intelectuales anti-sistema dan igual o más miedo. en fin, yo voté en blanco en el referéndum y ahora mismo votaría en contra. la construcción de un espacio político europeo es uno de nuestros grandes retos, y por tanto debe hacerse bien. cosa que me parece hoy bastante difícil. prefiero ahora mismo una reforma de la comisión que una "constitución". Me conformaría con una "declaración" al estilo americano, y ojalá esa declaración no llegue después de una guerra o de una gran crisis.

JL2007 -

El paso del tiempo ha dejado anticuada la reseña de un libro que quizás intentase influir en el nacimiento de la Constitución Europea. Como todos sabemos en qué quedó la cosa, no es necesario extenderse en el particular. Pero puede que haya un interrogante que merezca la pena ser considerado, y es éste: ¿Influye en algo la opinión de los intelectuales en la creación de leyes o instituciones políticas? Cuando me refiero a intelectuales quiero hacerlo a aquellos que no forman parte del establisment de un país o de una institución; me refiero a los que van por libre, no a aquellos que ocupan cargos o forman parte de consejos asesores. O, por plantearlo de otra forma, ¿importa la opinión de los intelectuales que se dirigen a la ciudadanía o sólo la de aquéllos que se relacionan con el poder? Claro que, visto así, puede que hubiese que preguntarse en primer lugar si existe algo así como una ciudadanía a la que dirigirse.