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procopio: café filosófico

Artículo: "Sonic Youth o el desasosiego" (publicado en Ruta 66, enero 2004)

SONIC YOUTH O EL DESASOSIEGO

"Sostengo que:
el caos es el futuro y tras él viene la libertad.
La confusión es lo siguiente y lo siguiente después de esto es la verdad".
Sonic Youth, "Confusion is next"

Durante los mismos días en que Lyotard decretaba el nacimiento de la posmodernidad y el deconstructivismo de Derrida se erigía en el nuevo paradigma filosófico-social de nuestro tiempo nacía en la ciudad de Nueva York la mejor banda de rock de los últimos veinte años; la más rompedora, la más influyente, la más original y la más decisiva: Sonic Youth.

Ningún grupo se le puede comparar en cuanto al nivel de ruptura que dentro de los parámetros musicales del rock supuso su erupción salvo The Velvet Underground, banda de la cual pueden considerarse no en vano sus hijos predilectos. Ningún grupo como Sonic Youth ha sabido y ha podido poner música a la confusión de lo vivo, y hacer hablar al rock en el lenguaje de nuestra sociedad: para ponerla simplemente de manifiesto, para criticarla ferozmente, o para tratar de encontrar en ella algún rasgo de belleza. Ningún grupo de rock ha ido más lejos en la experimentación musical dentro del mundo que nos rodea como esta banda de Nueva York que aún hoy sigue rocanroleando incomparablemente sobre la locura, los sueños, el amor, la naturaleza humana y la sociedad, la felicidad, el paisaje de América o la vida cotidiana.

Mi tesis principal es que tanto musical como letrísticamente la idea que mejor puede definir la propuesta de Sonic Youth viene definida por esa sensación que calificamos con la palabra desasosiego. No hablo de tedio ni de hastío ni de simple spleen vital (de los que me he referido al hablar de The Velvet Underground), tampoco es exactamente inquietud ni curiosidad o perpleja tristeza, sino desazón. Una desazón sostenida en este caso por una amplia y cristalina mirada que es capaz tanto de la más desencarnada e incluso lúgubre visión interior como de una voluntad de abrir nuevos horizontes más expansivos y más libres.

No hay idea perfecta,
no hay destino perfecto,
sólo pequeñas puñaladas de felicidad
-a veces un poco demasiado tarde.
Genetic, “Dirty”

A finales de la década de los años 70 tres personas de distinta procedencia se encontraron en Nueva York. Estudiaban en las art-schools y estaban interesadas en la vanguardia musical minimalista que en aquellos momentos realizaban autores como Glenn Branca. Esos tres personajes eran Thurston Moore, cabecilla del grupo que primero se llamó The Arcadians y luego Sonic Youth, Kim Gordon y Lee Ranaldo. Éste empezó a centrarse en la composición y en el manejo de la guitarra eléctrica, mientras que Kim aprendió a tocar el bajo como una especie de amazona rockera. Los tres juntos, más diversos baterías que ocasionalmente se les unían, empezaron en 1982 una fecunda trayectoria musical. En un cartel publicitario de uno de sus primeros conciertos como The Arcadians se podía leer: “Come see the roots rock rhythm explorations of The Arcadians” (“Ven a ver las exploraciones de las raíces rítmicas del rock de The Arcadians”). Así se presentaron estos tres inquietos personajes en sus comienzos, bajo la decisiva influencia del mencionado Glenn Branca, que fue para Sonic Youth algo así como lo que Andy Warhol fue para la Velvet Underground. Y digo “algo así” porque la influencia de Branca en Sonic Youth no sólo fue estética o publicitaria, sino directamente musical. Blanca hacía una música que bebía de las investigaciones de John Cage, del movimiento dodecafónico y del minimalismo de gente como Pere Ubu; según sus palabras, al escuchar su música “uno no está oyendo guitarras, ni siquiera música, sino un campo de sonido, como algo que se podría oír en un sueño...”. De ahí arranca el originalísimo y sólido rock de Sonic Youth, que ciertamente se asemeja a ese “campo de sonido” que se escucha como en un sueño.

Pero, ¿cómo consiguieron estos tres inquietos personajes pergeñar y hacer tan transparente ese densísimo sonido? Uno de los secretos de la “pureza convulsiva y pavorosa” (Ignacio Juliá) de la música de Sonic Youth procede directamente de la manipulación de las guitarras eléctricas que un buen día se le ocurrió llevar a cabo a Lee Ranaldo. Según la opinión de este intrépido músico “la guitarra es un instrumento ilimitado al que la mayoría de la gente no ha sacado completo provecho”. Y así procedió Ranaldo: diferentes afinaciones del clásico instrumento, diferentes y nunca probados acordes, perfectamente disonantes, diferente colocación, a menudo aleatoria, de las cuerdas de la guitarra. Todo ello permite obtener un sonido jamás experimentado en el ámbito del rock. La Velvet Underground fue el primer grupo en avisarnos de que “Dios había muerto” (y no hablo de Elvis Presley) también para el rock, pero aún así seguía siendo un grupo más o menos clásico. No fue hasta la llegada de este extraño y logrado experimento llamado Sonic Youth cuando el clasicismo pierde definitivamente sus galones también en el campo del rock. Tanto es así que algún crítico se atrevió a decir tras escuchar uno de sus primeros discos (Confusion is sex o Bad Moon Rising) que la música de Sonic Youth se le antojaba el primer tipo de música que no tenía ninguna deuda con el R&B, lo cual no era sin embargo del todo cierto. Más bien lo que empezaron a hacer aquellos tres audaces muchachos reunidos en Nueva York a principios de la década de los años 80 fue llevar lo más lejos posible las potencialidades de la música rock, que de esta forma adquirió por fin una forma artística y moderna, es decir, plenamente consciente de su naturaleza.

Y es que la distorsión provocada en las guitarras no sólo influye en el sonido que este grupo es capaz de crear, sino que esa misma distorsión quiere ser algo así como la conciencia de ese sonido, y de la naturaleza humana y social de ese sonido. Es decir, no ya sólo es que la música se distorsiona y adquiere una cierta lucidez de lo que propone y de la forma en la que se propone, sino que esa misma música se convierte en un medio de investigación de la sociedad en la que surge y en una herramienta crítica de esa misma sociedad a la que se ofrece. De algún modo, por tanto, se puede decir que gracias a Sonic Youth el rock entra a formar parte de las artes modernas en el amplio sentido social y crítico de la palabra. Parafraseando a Hegel podríamos sostener que si bien el rock se hace en la Velvet arte en-sí pero sigue anclado en el esteticismo en cuanto al para-sí, adquiere por primera vez y con todas las consecuencias el carácter de arte tanto en-sí como para-sí con la explosiva aparición de Sonic Youth. Lo cual supone una verdadera revolución no sólo en términos musicales sino también sociales e, indirectamente, políticos. En resumen, con Sonic Youth el rock asume por fin como propio el desafío racional que implica la Muerte de Dios simbólicamente decretada un siglo antes por el filósofo alemán F. Nietzsche. Por eso el crítico musical Jaime Gonzalo define la música de Sonic Youth como “el sonido de unos niños enfadados jugando con juguetes rotos”, a lo que cabe matizar que ese enfado no proviene tanto de la nostalgia por los perfectos juguetes de antaño como por el hecho mismo de haber sido largamente engañados con la falsa magnificencia de juguetes que no existen sino en el más allá: “El mundo fue hecho y vuelto a perder” (Brave Men Run, “Bad Moon Rising”).

Pero volvamos al análisis estrictamente musico-existencial, dejando para más adelante este otro tipo de reflexiones de cariz más social o puramente intelectuales. Según Glenn Branca, la clave para lograr ese “campo de sonido que se escucha como en un sueño” está en “pensar no en términos de acordes, sino en pensar en términos de intervalos y armonías”. Eso comienzan a hacer estos tres chicos de Sonic Youth y así comienzan a reconocérselo los críticos musicales de la revista americana New Musical Express. Gay Abandon califica la música del grupo como una “fortuita mezcla meticulosamente seria”. En 1985 Agnes Gooch afirma: “Los prolongados golpecitos, los hipnóticos mantras con guitarras de una sola nota que estallan en un feroz feed-back: todo esto trae a la mente el sonido de unas ruedas que giran”. Finalmente Biba Kopf resume: “Lo suyo es un palimpsesto de acceso al rock. El ruido estragante de sus guitarras simultáneamente garabatea y raspa sobre el proyecto original [de la canción], hasta que todo queda sepultado bajo el tumulto de la firma de Sonic Youth”.

He aquí el sugestivo sonido de esta banda formada por tres mentes inquietas que logran romper con el clasicismo en el rock y a la vez abrir la música rock al mundo contemporáneo del arte y de la sociedad sin perder por ello las señas que definen este tipo de música. “Destruir y reconstruir: reconstruir y desechar. Sonic Youth quiere aprender a sobrevivir”, escribe Ignacio Juliá. Este es el propósito de la banda, cuya música se mantiene fiel por encima de todo, como ha sido dicho, a la sensación de desasosiego humano que la incertidumbre política de nuestros días ha agudizado hasta la exasperación. Y la originalidad y auténtica grandeza de esta banda radica en haber sabido transmitir esa sensación no sólo retórica sino material, casi físicamente, gracias sobre todo a ese raro e hipnótico sonido que la caracteriza. Pues según el filósofo Gilles Deleuze, uno de los pocos pensadores que se han acercado sin desprecio a la música rock, el sonido, el puro sonido, “nos invade, nos empuja, nos arrastra, nos atraviesa. Abandona la tierra, pero tanto para hacernos caer en un agujero negro como para abrirnos a un cosmos. Nos da deseos de morir. Al tener la mayor fuerza de desterritorialización, también efectúa las reterritorializaciones más másivas, más embrutecedoras, más redundantes. Éxtasis o hipnosis” ("Mil mesetas").

La juventud sónica siente ese deseo que nos invade y nos empuja hacia la libertad, pero que al mismo tiempo pone de manifiesto nuestro parentesco con la mortalidad; la juventud sónica realiza ese movimiento de desterritorialización y reterritorialización, busca un lugar en el mundo, crear un mundo a partir del caos del que brotamos, formar un cosmos vital a la medida de nuestra humana condición, que vacila y vacilará irreconciliablemente entre el éxtasis y el horror.

Cuando ves la espiral girando para ti solo y
te sientes tan pesado que no puedes parar, cuando
este mar de locura te convierte en una piedra,
una foto de tu vida sale disparada como un cohete.
Mote, “Goo”

Y esto lo logra Sonic Youth elevando el rock a verdadera música, a verdadero “arte”. En sus inicios Thurston Moore escucha a los Beatles y a los Talking Heads, Lee Ranaldo va para escritor, Kim Gordon coquetea con el feminismo y admira al pintor alemán neoexpresionista Gerhard Richter. Son tres personas atentas que por un azar inexplicable conducirán al rock hasta sus propios límites: su obra entera podría colocarse bajo la rúbrica de Crítica de la razón rockera. Y es que produciendo ese sonido es como Sonic Youth consigue crear música, o sea, consigue que el rock definitivamente sea capaz de erigirse en música creadora en medio de las ruinas del viejo templo derruido de la Verdad y del Fundamento. Pues toda verdad que no se supedite a ninguna mayúscula surge de la creación ex nihilo y de la apertura de nuevas determinaciones, susceptibles a su vez de ser nuevamente revocadas, según ha establecido el filósofo Cornelius Castoriadis (y poiesis, de donde poesía, significa “creación” en griego). Y eso es lo que hace la música de Sonic Youth, ejemplarmente, poéticamente. Y aquí cabe hablar del gran secreto que oculta esta aparente estridencia absurda, pues todo ese conglomerado de sonidos disonantes que se escuchan como en un sueño y que nos trasladan a las regiones vírgenes del desasosiego tienen un único propósito: el de construir, el de crear tiempo y vida significativa más acá de las Verdades Absolutas y de la Eternidad.

¿Qué es real? ¿Qué es verdad?
No te estoy dando la espalda
¿Adónde vas? ¿Dónde has estado?
Pidiendo deseos, velando sueños.
Wish fulfillment, “Dirty”

En el "Diccionario de las artes", Félix de Azúa sostiene que la música hace significados de los sonidos. La música es “el arte de construir el tiempo mediante sonidos no lingüísticos; es una “escultura de tiempo”, móvil e inacabada. Y la forma de medir ese tiempo es posible mediante los instrumentos, que son herramientas de medida. Dicho esto, se entiende mejor la radical transformación que supuso la manipulación de las guitarras eléctricas que realizó Lee Ranaldo en los comienzos de la aventura musical de Sonic Youth. Pues si el instrumento de medida cambia, la medida y el tiempo que con ella se crea, cambian también. O mejor dicho, o dicho un poco a la manera de Marx, cambia el modo de producción del tiempo y por tanto la naturaleza de ese tiempo, que ya no viene dado de antemano por un canon establecido que conoce ya el ser del tiempo o cómo ha de ser el mundo humanamente habitable, sino que se arriesga a crear libremente un tiempo a la medida de nuestra capacidad humana de imaginar: “el misterioso ritmo,/esta infinita estación,/las grandes decisiones” (Genetic, “Dirty”).

A veces se ha definido la música de Sonic Youth como “el ruido de un sueño”. Pues bien, ese sonido de nuestros ensueños consigue por primera vez en la historia del rock, al menos de un modo radical (y me remito aquí a la etimología que emparenta este vocablo con la palabra “raíz”), crear tiempo significativo no preestablecidamente ordenado. O sea, la música de Sonic Youth crea lo que se conoce popularmente con la expresión tiempo libre, baluarte de la autonomía de los individuos que la sociedad capitalista se ha obstinado en combatir empecinadamente desdes sus inicios (y la lista de “corruptores de la sociedad” que han elogiado la ociosidad, desde Betrand Russell hasta Guy Debord, es muy larga en el siglo XX), obligándonos a trabajar a todos “con normalidad” y ocasionando consecuentemente un gran número de parados, es decir, de gente que malvive absurdamente en un tiempo muerto. De ahí el sentido vital emancipador del tiempo libre (destructor-creador, reversible) que consiguen fabricar las canciones de Sonic Youth, pese a su aparente non-sense tanto instrumental como letrístico.

“Su sonido (frenético, monolítico, convulso, monstruoso)”, sostiene Ignacio Juliá, “es lo estimulante. Su única razón de ser es, por lo que parece, acariciar la belleza de la locura. Su impulso resulta curativo a través de una violenta catarsis: el absoluto exterminio de toda estética inútil o inservible; el renacimiento de un arte que expresa enteramente la locura de vivir. Su objetivo, estamos advertidos, se dirige a nuestras cabezas”. Pero, ¿de qué locura de vivir habla el crítico barcelonés? ¿Qué significado expresan esos ensordecedores rumores del sueño? La música de Sonic Youth habla de la locura inherente a la condición humana, redoblada por una sociedad que lejos de aceptar su parte irracional condena al cuerpo que la encarna paralizando el tiempo libre en el que podría esperarse de ella una cierta reconducción hacia la cordura, mediante la práctica del arte o del amor.

Pues el hombre es, en palabras del pensador Víctor Gómez Pin, un animal “intrínsecamente perturbado”. Como toda forma de la naturaleza, no está perfectamente acabado: sus contornos se diluyen, su raíz se hinca en un abismo sin fondo, él es-lo-que-no-es y no-es-lo-que-es (Hegel). Pero esta libertad originaria del hombre ha sido culpabilizada por la religión, de una parte, y de otra, ha querido ocultarse mediante la entronización de una Razón absoluta, exhaustiva y atemporal, que permitiese finalmente la instauración de una sociedad uniformada, funcional y aparentemente normalizada. De ahí que el ocultamiento del caos propio del mundo y de los hombres haya propiciado la institución de una sociedad absolutamente demente, en lugar de promover la liberación común a la que decía estar destinada. Y contra esa sociedad demente, que anula la posibilidad de crear tiempo libre y de vivir bien, que obliga a una multitud informe a penar en un tiempo muerto sin alegría y sin porvenir, que culpabiliza al cuerpo como centro de esa capacidad originaria de los sueños emancipadores (“Mi cuerpo es un tiempo pasado,/mi mente un simple gozo./Aprendí mi lección/de la manera más dura,/pero tú no me conoces”, Inhuman, “Confusion is sex”), contra esa sociedad verdaderamente inhumana que no reconoce las “partes malditas” (Bataille) que nos pertenecen, se alzan los gemidos, los gritos, las súplicas, la voz agónica, desasosegada y sin embargo todavía capaz de ternura de las canciones de Sonic Youth.

La sociedad es un agujero,
me hace mentir a mis amigos.
El asalto de música sagrada (...)
Quiero vivir en paz.
Society is a hole, “Bad Moon Rising”

Esas toneladas de puro sonido que nos llegan como susurros de la noche, como campanadas de medianoche que anuncian con dura solemnidad una voz humana extrañada, se escuchan, pues, como el ruido de un nebuloso sueño. Ese rumor ha aprendido “las leyes de la decepción” (“Bad Moon Rising”) que trae el día, y sin embargo, ha aprendido también a extraer de esa confusión una suerte de belleza convulsa, terrible, inquietante: parecida al caos del que nace. La frustración de nuestros deseos refleja una y otra vez el verdadero rostro del personaje que cada día intentamos crear, pero esa locura no tiene por qué esconderse ni mutilarse ni culpabilizarse; más bien se trata de dar fielmente forma a ese caos para volver a construir cada día nuestro frágil y efímero mundo, una y otra vez. Es lo que reza el título de una canción del segundo disco de Sonic Youth: "Making the nature scene".

Y es esa creación la que en Sonic Youth no sólo está dicha por las letras de las canciones sino que, tal vez por primera vez en la historia del rock, está hecha por su música. O dicho de una manera más modesta: quizá por primera vez un grupo de rock se ha atrevido a afrontar los mismos desafíos que la mejor música clásica, rompiendo así con el clasicismo propio que hasta entonces, con excepciones precursoras como las de la Velvet Underground, se había implantado cómodamente como canon del rock. De ahí que valga la pena citar la frase de una de las primeras composiciones de Lee Ranaldo, Thurston Moore y Kim Gordon, que por cierto Nietzsche utilizó como una de las máximas morales de su filosofía artística: “No digas más que la verdad” (Confusion is sex, “Confusion is next”). Esta misma canción pone de manifiesto de la forma más explícita hasta qué punto el cuerpo (sueños, inconsciente, sexo) puede aliarse con su propio e inherente caos para poder crear ese tiempo libre e indeterminado que se nos abre expansivamente ante nosotros, al contrario del tiempo congelado que la sociedad quiere imponernos como método de control de nuestra desbordante imaginación. La verdad es creación, como ya se ha apuntado, y a ella debe ceñirse nuestra libertad, nuestra ambivalente humanidad. Frente a las ilusorias promesas del futuro, el puro aliento de nuestra imaginación “rompe el día y la noche”, para decirlo como los Doors, y abre la posibilidad del presente como tiempo libre y también como regalo.

Respiro en el mito,
estoy por encima de la ciudad.
Que se joda el futuro,
estoy contento y dentro de tu beso.
Eric´s trip, "Daydream nation"

A estas alturas sería repetitivo perorar por enésima vez sobre las consignas antifuturistas de grupos como Sex Pistols o The Dictators. Los miembros de Sonic Youth lo sabían y se limitaron a constatar en una canción (My future is static, “Sister”) la parálisis provocada por esa mentira del futuro que nuestra Sociedad del Progreso Ilimitado nos quiere vender como un nuevo reino de los cielos.

Pero en este punto Sonic Youth vuelve a volar un poco más alto que los demás, y la refutación del futuro tanto a través de su música como en sus letras supera la limitación de la mera consigna y se adentra sin complejos en los profundos recovecos de la política. Llevan la crítica de los elementos de fascismo encubierto que perviven en nuestra sociedad hasta la raíz misma de sus manifestaciones comerciales. Ya no se escupe a la Reina, o se maldice la discriminación social, se da un paso más: se ataca, pero de forma irónica, la realidad misma de su encubrimiento llevada a cabo mediante objetos de consumo aparentemente inofensivos. De esta forma, América es Ameri-k-k-kan, el sistema económico se llama Reaganomics, el fascismo tiene el rostro de Madonna (cabe remitirse además a "Kill your idols"), y los numerosos utensilios domésticos o los innovadores aparatos tecnológicos que nos procuran el celebrado confort capitalista (TV, lavadora, etc.) pasan a formar parte del paisaje de esa banalidad, como línea del mal en la que se recortan los sentimientos y las acciones que aún son capaces de cierta nobleza y cierta verdad.

La genialidad emancipadora de Sonic Youth radica en este punto en coger todos esos elementos cosificadores (es decir, anti-humanizadores) y en devolverlos a su lugar original, es decir, al caos, para triturarlos en ese abismo común como en una batidora y crear a partir de él algo que pueda sobreponérsele: belleza, generosidad, independencia, mundo. El cocktail está servido y tiene un nombre colectivo: juventud sónica, que quiere vivir y, como decía Nietzsche, quiere querer.

Musicalmente las influencias de Sonic Youth van desde la vanguardia y el punk hasta el funky o el hard-core. Se puede decir que ellos fueron los fundadores del nuevo estilo noise, pariente del grunge, y que incluso se dejaron embeber de rasgos raperos. En sus comienzos llegaron a celebrar un concierto en el desierto de Mojave y colaboraron con Iggy Pop y Lydia Lunch (Death Valley´69). Viajaron hasta Europa y actuaron en Berlín. Más adelante se fueron de gira mundial como banda telonera de Neil Crazy Horse Young. Tocaron junto a Fugazi, Sebadoh, Pavement, Yo la Tengo y demás grupos emblemáticos de los años 90. Don Watson, un crítico del New Musical Express, caracterizaba así en 1983 el cocktail explosivo de su propuesta: “Aquí como en cualquier otra parte las letras son fragmentos: imágenes de locura, enfado y desesperación revoloteando alrededor de un trasfondo musical tensado al máximo que deja marcadas señales lívidas”.

Pero había mencionado la voluntad de querer como principal baluarte de nuestra intimidad contra la sociedad que pretende “normalizarla”. De ahí que junto a la práctica del arte capaz de crear esos destellos de belleza, esos gestos de generosidad, esos momentos de independencia, ese mundo humano a la medida de nuestra oscilante condición donde no se producen más y más objetos sino que se crea humanidad, cabe mencionar la experiencia del amor. Durante un tiempo Thurston Moore estuvo leyendo al escritor de ciencia-ficción Philip K. Dick y encontró en él la clave de su idea del mundo humano: “Esquizofrenia no es más que otra palabra para cosmología”. Y es que sólo asumiendo esa parte trastornada que habita en nosotros mismos podremos crear algo así como un tiempo libre y una vida significativa, es decir, un mundo humano, un cosmos vital. Schizophrenia figura como canción del álbum “Sister”. Pero antes Sonic Youth había grabado el que quizá es su trabajo más importante, o el que confirmó definitivamente su trayectoria. Ese disco es “Evol”, título que hace referencia al amor que puede subvertir –de ahí evol en vez de love- los postulados de la sociedad establecida, como ya hemos dicho. De este disco, editado en 1986, el crítico de NME Dave Haslam señaló: “Es un disco hipnótico. No glorifica nuestra época de ansiedad pero nos fuerza a enfrentarnos al terrible potencial de destrucción del amor y de la vida”.

Todo lo que la luz omnipotente de una Razón absoluta y una sociedad totalitaria y homogénea quieren borrar del cuerpo y de la mente humanas brota despiadada y crudamente en la experiencia compartida del amor. Lo desconocido, el abismo sin fondo, el caos, el misterio de la existencia humana, la libertad: “No me des tu alma,/tu corazón es un abismo”, Cinderella´s Big Score, “Evol”. Y sobre todo la radical e inmanente experiencia de lo innombrable, que sin embargo pugna incesantemente por dejarse llamar a través del amor:

Sonrío como el sol,
doy la espalda al tiempo,
loco por ti,
el placer es mío.
Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero
¿Cómo te llamas?
Drunken butterfly, “Dirty”

Y está el amor furtivo (“Bésame en la sombra,/bésame en la sombra de una duda”, Shadow of a doubt, “Evol”), y el gran sentimiento expansivo de lo nuevo, de lo que crece y aumenta nuestra fuerza (“Tú eres el primer día de mi vida”, Ghost Bitch, “Bad Moon Rising”), y esa vieja nostalgia semi-mística por la impecabilidad irremisiblemente perdida (“Me siento como un ángel de brillantes/ ojos negros, ahora el mundo se ha vuelto/ increado”, Lee#2, “Goo”), y la lejana e inalcanzable belleza de lo que sin embargo conserva un insoslayable parentesco con lo que somos (“Bonitas mentiras en los ojos de otros sueños”, Beauty lies in the eye, “Sister”). A fin de cuentas, pues, se trata de “permanecer en el amor”, o como hubiese acotado el filósofo B. Spinoza, de perseverar conjuntamente en nuestro ser.

El amor ha venido para quedarse toda la vida,
se va a quedar siempre y cada día se siente como
un deseo que se cumple, se siente como un ángel
que te sueña, se siente como un cielo que perdona y
comprende, se siente como si estuviésemos desvaneciéndonos y celebrando
que tenemos un espíritu carnal que se pulveriza: me voy a reír de él.
Tienes una corona de algodón, voy a guardarla
bajo tierra, vas a controlar la química
y a poner de manifiesto el misterio.
Cotton crown, “Sister”

La afirmación incondicional de la vida que conlleva la experiencia del amor pone de manifiesto de la manera más radical el misterio de esa misma vida. El desasosiego nos angustia y nos descorazona, pero también nos señala horizontes despejados: allí donde recomienza la experiencia de la libertad y donde todo vuelve a ser posible. Dice Savater en De los dioses y el mundo: “Quizá el intento de salir fuera de la razón abstracta del Sistema nos haga perder completamente la razón. Pero es imaginable –a nivel mítico- una cordura que fuese el reverso de la abstracción vigente y siempre en aumento; una cordura que sólo vislumbramos como negación de lo abstracto, de sus pompas y sus obras, una cordura que fuera base de una comunidad impecable1, multiplemente una, en la que no primase lo utilitario abstracto sino su opuesto, es decir, lo sagrado. A este anhelo, que no utopía, llamamos `revolución´”. He aquí donde esa sensación vagamente fastidiosa del desasosiego adquiere potencialidades revolucionarias, potencialidades creadoras de vida relevante en medio de la pena de muerte que de antemano la sociedad se ha arrogado el derecho a imponernos y administrar: “Estoy esperando aquí algún pliegue de realidad:/tengo un gran final mortal en mi cabeza/y ni un minuto de paz” (Rain king, “Daydream nation”).

Y el centro disperso de ese momento revolucionario sigue radicado en el aquí y ahora, en nosotros, entre la claridad del día, entre la frondosidad de los sueños. Y así suena, tal cual, la música de Sonic Youth: desasosegada, revolucionaria, sagrada, impecable, al borde del aniquilamiento, preparada para fundar sin embargo un nuevo lenguaje, más libre y más verdadero. ¿Cuál es el secreto de esta maravillosa e inquietante música? ¿De dónde proviene su emoción? El enigma está guardado en una de las canciones de su primer álbum y resume la extremada sensibilidad poética de Sonic Youth, la cual seguirá enamorándonos todavía por mucho tiempo: “Oigo el sonido de hoy” (I dreamed a dream, “Sonic Youth”).

Cada día no es más que otro respiro,
cada noche otra pequeña muerte.
Saucer-like, “Daydream nation”

Ximo Brotons

7 comentarios

Anónimo -

Saucer Like es del Washing Machine no del Daydream Nation

tomas -

muy bueno

Jordan 4 -

Happiness is beneficial for the body, but it is grief that develops the powers of the mind.

markos -

WAAAAAAAAAAA!!!!

SONIC DEATH!!!!

sonic youth es la mejor banda del mundo!!

oldboy -

El artículo es interesante consigue describir la sensación que produce escuchar a SY. Confieso que SY no son de mis favoritos (prefiero Flaming Lips o los primeros Mercury Rev por citar algunos) pero yo también he vuelto a escucharlos.

Mercutio idéntico -

Un buen artículo, compañero. Un poco denso para mi gusto, pero me acabo de enchufar el Goo; así que ha cumplido su función.
Supongo.

Korghar Seth -

Prokopio, no se k komentar del tema ya k no e eskuxao por desgracia jamas "Sonic Youth". Además no tengo tiempo de eskribir nada interesante k tengo kurro pero por lo menos mandarte un saludo y k kuando tenga mas tiempo libre me kurrare algo pa decir.
Un Saludo Kordial Del Master ;)