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procopio: café filosófico

Reseña: "La democracia según John Dewey" (publicada en "Archipiélago", abril 2005)

Dewey es uno de los autores (junto a Castoriadis, Arendt, Virno, Beck, Deleuze, Sloterdijk, y otros) con los que he ido trabajando después del "Ensayo sobre el sentido común". Quizá sea buen momento de repasar esta reseña otra vez, porque Dewey es uno de los clásicos del siglo XX, fenecidos o vivos, que más recorrido intelectual y práctico permiten.

LA DEMOCRACIA SEGÚN JOHN DEWEY

"La opinión pública y sus problemas", John Dewey, trad. de Roc Filella, estudio de Ramón del Castillo, Morata, Madrid, 2004, 187 pp.

Decía Cornelius Castoriadis que a lo largo del último medio milenio únicamente Spinoza y Hegel habían logrado hilvanar el gran descosido de nuestra época moderna, a saber, la relación y vínculo entre lo íntimo (que no meramente privado) y lo público (o lo relativamente privado). Y tengo para mí que John Dewey (1859-1952) corrobaría el matiz que Castoriadis añadía a su dictamen: mientras que en Spinoza el amor racional del ciudadano libre sobrenada en un vacío histórico, en Hegel el vínculo se logra a expensas de una adoración a fin de cuentas acrítica de lo real-histórico.

¿Quién fue John Dewey? El más insigne y perspicaz representante de la única corriente de pensamiento que en la más reciente modernidad haya intentado anudar a la manera antigua la relación entre lo íntimo y lo público, esto es, combinando una teoría del conocimiento con una práctica de las disposiciones. Teoría y práctica que, a partir de lo necesario, se proyectarían sobre lo posible en atención a las condiciones y consecuencias tanto de las necesidades como de las capacidades respectivamente tomadas en consideración, esto es, deliberadas. Este pensamiento instrumental emergió en los Estados Unidos de América a finales del siglo XIX y se llamó pragmatismo. El solo nombre de John Dewey, repito, podría valer como condensación de sus mejores y más perdurables logros, y quizá Castoriadis pudiera haberlo mencionado junto a Hegel y Spinoza (mucho más cercano a éste, Dewey rechaza sin embargo los planteamientos de ambos, aunque en el caso de Spinoza podríamos decir que, en lugar de rechazarlo, lo mejora).

Por todo esto reviste el mayor interés la publicación por parte de la benemérita editorial Morata de "La opinión pública y sus problemas" ("The public and its problems", en el original), obra de John Dewey que toma por objeto de discusión la cuestión de la formación de un público democrático en la era de la sociedad tecnológica. Esto es, la cuestión de cómo convertir la masa de relaciones humanas que la industrialización tecnológica ya por entonces había formado en lo que Dewey llama un público (que spinosianamente podríamos llamar también una multitud democrática), y de qué instrumentos políticos son los más adecuados para volver a identificar los intereses comunes de los gobernantes y los gobernados, es decir, para transformar la Gran Sociedad tecnológica en una Gran Comunidad política. Hoy en día, de Peter Sloterdijk a Paolo Virno, en el contexto de la “crisis del humanismo” que caracterizó nuestro pasado siglo XX, multitud de pensadores vuelven a abordar esta cuestión con audacia e interés.

Muy someramente, la propuesta histórica y psicológica de John Dewey consiste en intentar combinar una política del conocimiento bajo el signo de la libre investigación y comunicación sociales propias de la ciencia con una ética del interés público que atienda a los efectos de la aplicación tecnológica de la ciencia. Para decirlo sin barroquismos, una ética pública del conocimiento social anudaría lo íntimo y lo público, las costumbres y las instituciones, el trabajo y las corporaciones, y en fin, la vida y la política en el ámbito de comunidades locales traspasadas por los flujos translocales de esos mismos nudos.

Como “hipótesis con la que orientar la experimentación social”, la lectura de este libro de 1927 será de una utilidad reflexiva máxima para todos aquellos que hoy están poniendo en marcha prácticas emancipatorias como el software libre, las asambleas de investigacción y comunicación social, los blogs o los portales sindominio en internet, las tele-street, etc. O para aquellos que construyen esferas públicas no directamente estatales, sea cara a cara o por internet, que luchan contra la propiedad intelectual de la industria e intentan otras reapropiaciones divulgativas de la inteligencia común, que se socializan glocalmente en ateneos de barrio y van construyendo así “lugares mundiales”, etc., etc.

En cualquier caso, sabemos muy bien que la fusión de lo íntimo y lo público, más que imposible, es indeseable (las experiencias totalitarias nos lo han enseñado), pero también somos muy conscientes, se diría que cada vez más gracias precisamente a tecnologías como internet, de que los temblores de nuestros cuerpos anhelan algo más, bastante más, que el ondear de banderas nacionalistas o el imperio multinacional de las mercancías. Anhelan ser compartidos, porque son comunes. Anhelan amar y comunicarse. Anhelan, paradójico deseo, hacerse públicos. La democracia según John Dewey es vida cooperativa en comunidad. La Gran Comunidad sería poner comúnmente en juego, como quería Bataille, nuestras temblorosas vidas. Medios no faltan, aunque en ellos y sobre ellos haga falta más libertad y deliberación social.

Ximo Brotons

12 comentarios

hughes -

Hombre, vaya, yo soy valenciano y madridista. Lo del Valencia por aquí empieza a parecerse un poco.

Yo escuché una traca cuando se marcó el 2-1, pero, clero, aquí hay tracas para cualquier cosa.

procopio -

no sé en qué barrio vives. Aquí en Castellón, como ya me esperaba, han salido a la calle nada más pitar el final, y aun sigue pasando gente, ya menos. En general, "Barça, Barça", pero también algún "Que se quema Madrid", etc. Ningún puta España y tal, cosa que en mi pueblo y en Barcelona será normal, aunque sea en tono bajo.

Me he quedado con lo que ha dicho Etoo: "el pueblo de Cataluña". O sea, ese ente intemporal, institucionalizado desde la edad media, que acoge negros y todo, con barretina. Las dos únicas banderas en el podio han sido las del negro y la estelada, faltaría plus. Le llaman democracia (por ejemplo, Bernal, que en su habitual ceguera política, y más después del fútbol-Barça, ha escrito una cosa que no sé qué coño venía a cuento), yo NO. Por eso estoy aquí, en Castellón, precisamente desde que Laporta fue elegido presidente (esas elecciones anticiparon las posteriores, las del tripartito: hoy ha vencido el cuatripartito, y no es que delire, es que es la única forma que tienen de hablar de política los nazionalistas).

Yo sí que he visto cosas mucho peores sobre el Barça. Con el Barça me pasó como con las drogas: yo no le dejé, sino que me dejó él a mí. He de reconocer que tampoco he sido ni mucho menos un verdadero culé. Y que además, simpatizo con el Madrid, ya desde pequeño. Es ilógico, pero era lógico el cambio de Fábregas y desde que lo han cambiado el Arsenal ha perdido el partido. Un italiano que diga lo que quiera, porque hablar no saben. Es casi un dialecto comparado incluso con el catalán, cuando se habla en español.

En fin, no me alegro personalmente, pero conozco mucha gente a la que aprecio, desde hace muchos años, que supongo que estarán contentos. Pronto los veré. Yo estuve en Wembley. También conozco muchos antibarcelonistas, desde hace años, que supongo que lo contrario. Yo estoy con ellos ahora, desde hace unos diez años, cuando echaron a Cruyff.


Ser del Barça es una obligación para ser un catalán normal. Esta es la triste historia.

En Valencia que tiren petardos, que no saben hacer otra cosa.

Bartleby -

Enhorabuena si eres del Barça. Y, si no, también, por catalán a fuer de ser español.
No puedo felicitar al territorio porque no me oye.
Anécdota: el gol del Arsenal ha sido celebrado en mi barrio con tracas; los del Barça, con silencio. Es la primera vez que oigo esa reacción. Habrá que cerrar esa herida. No tiene sentido.

procopio -

de nada, hombre. me gusta hablar de filosofía.

hughes -

Muchas gracias. De Félix Duque ya he leído algo, olvidé mencionarlo.

También a doña Hannah.


Gracias.

procopio -

una lista de filósofos del siglo XX: parecidos a Heidegger, está Gadamer, su discípulo, y en español, el discípulo de éste, Emilio Lledó. También está Eugenio Trías, y su "filosofía del límite", muy cercana a la religión, pero asumiendo una base política. Trías tiene cosas en la editorial Destino. Si te gustan Agamben y Sloterdijk, te pueden gustar estas especie de escuela italiana estetizante, como Magris o Calasso, pero en filosofía. El Círculo de Bellas Artes de Madrid ha sacado una revista y salen algunos de ellos. También sale Félix Duque, otro que te puede interesar. De los americanos, Rorty es interesante, intenta hacer una filosofía americana europeizada, o algo así. Y está Derrida. Pero yo prefiero a Deleuze.

Etcétera.

procopio -

muy propio, veo que la sustituyes por la sociología cotidiana de la radio.

hughes -

Gracias. La verdad es que intuyo que políticamente Heidegger está equivocado. Sólo el hecho de la sistematización de las cosas me aterra, pero es que las operaciones intelectuales, la profundidad de su pensamiento me atrae, es lo más parecido a la poesía, aunque distinto, menos libre, establece una relación con las palabras distintas pero igual de seria. Creo que son incompatibles, pero me provocan el mismo tipo de placer, un placer que fuera de eso sólo obtengo con las drogas. Como no es plan de matarse pues me encamino hacia las grandes y alemanísimas haches. pero ya te digo, soy un ignorante y un atrevido.

También me interesaría saber el quién es quién de la filosofiá contemporánea. Conozco algo, Sloterdjik y Agamben, pero poco más.

Bueno, te agradezco toda la información que puedas darme. Leeré tu bitácora con muchísimo interés, aunque los aspectos políticos me resultan menos sugerentes. Yo en política lo despacho todo con federico.

procopio -

no me acuerdo; ¿editora general? o algo así. Si lo que te va es la metafísica idealista supongo que gozarías, y llegarías a dudar, con los Diálogos de Platón.

hughes -

¿Podrías darme el nombre de la editorial chilena?

procopio -

sí, claro, no es precisamente mi favorito, pero la reciente traducción chilena de "Ser y tiempo" es muy inteligible, y trae al final una especie de vocabulario. Con tiempo y paciencia puedes obtener un buen botín. Al principio Heidegger se enmaraña en asuntos propedéuticos, metodológicos, relativos al papel de la fenomenología y eso, pero luego la cosa ya va por sí sola.

Cuando tenga tiempo hago una lista, si te fías de mis escasos conocimientos, pero lo mejor es leer directamente a los autores.

hughes -

Hola.

Te cuento mi caso: he leído muy pocas cosas de filosofía: Ortega, Marías, algo de Agamben, unas páginas de Heidegger, Benjamin... Pero muy poco. Me interesan los libros, la literatura, no es que tenga ambiciones, pero es que disfruto con ellos y a la filosofía siempre le tuve miedo, demasiado respeto. La lectura a pelo de Heidegger en traducción de Gaos me resultó apasionante. Evidentemente, no entendí nada, pero en mí se iba abriendo una manera de pensar distinta. Es como ir al gimnasio y descubrir, subido en esos aparatos, que uno tiene músculos que hasta entonces desconocía, ni que decir tiene que al principio duele un huevo, pero luego es agradable marcar biceps.

No me interesa la política, ni lo político, pero sí lo que se conoce como metafísica. Leyendo a Agnamben he disfrutado, pero me peleaba con los conceptos filosóficos como con cofres cerrados: encierran joyas, algo luminoso, pero se resisten a quien no conoce suss claves.

En fin, con todo este rollo lo que quería pedirte, con todo el atrevimiento del mundo es que alguna vez, cuando puedas, cuando te sobre el tiempo y te apetezca nos des a tus lectores una lista de libros por la que empezar y estudios, monografías, tesis sobre algunos autores.

¿Es posible adentrarse en heidegger a pecho descubierto, en español y sin conocimientos filosóficos?

¿Por dónde empezar?