Blogia
procopio: café filosófico

La libertad de lenguaje (II): Billy Budd contra Wittgenstein

"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo", escribe Wittgenstein. Contra esta crítica religiosa de la metafísica, en su último libro el profesor italiano Paolo Virno esboza una metacrítica atea de la metafísica (y para empezar, pues, de la religión) dándole la puntilla materialista a la frase de Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje _no_ son los límites de mi mundo".

Naturalmente está en el fondo de esta metacrítica atea la frase de Spinoza: "Nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede un cuerpo". Un cuerpo humano, quería decir. Pues bien, hace tiempo (está ya en mi tesina "Ensayo sobre el sentido común") encontré un buen ejemplo literario de este ateísmo en el personaje Billy Budd de la homónima novela de Melville. No tengo aquí la novelita y no puedo traer la cita textual. Cuando la tenga a mano, aquí la pondré.

Pero cuál fue mi sorpresa cuando leyendo "Diarios 2002" del periodista Arcadi Espada éste se hacía eco de un comentario del novelista Vicinzey (del cual leí "En brazos de la mujer madura" con bastante mejor recuerdo que mi lectura, inacabada, de "La insoportable levedad del ser" de Kundera) muy despectivo con la novela de Melville, poniéndola nada menos que como paradigma de la mentira en la novela moderna. Y la mentira, al parecer, la mentira moral, es que Billy Budd, la víctima, ame a su verdugo; la mentira literaria, de entrada, es novelizar y embellecer unos hechos reales.

Dejaré de lado ahora el hecho de que Melville no pretende novelar un hecho real, sino que hace la operación típica de escribir un relato a partir de una historia que un marinero le contó. No tiene la pretensión de escribir ningún "relato real" al estilo de MVM o Cercas; ni siquiera, que yo recuerde, defiende que la historia que le han contado sea verídica; en todo caso, no utiliza esta referencia inicial del relato -que no forma parte en ningún momento del mismo-, es decir, esta historia más o menos verídica en la que dice más o menos basarse, para dotar de verosimilitud a su relato, plena y conscientemente ficticio.

No he leído el ensayo de Vicinzey y la única referencia que poseo es la que me llega de la mano de Espada. Que vuelve a ella, pese a mis críticas en el Nickjournal, en su por lo demás formidables "Diarios 2004" recientemente publicados. La cuestión es que la mentira reside en que la víctima ama a su verdugo. Pero, francamente, no sé de dónde se saca Vicinzey (porque no da la impresión de que Espada se haya leído "Billy Budd") que Billy Budd ame al capitán (no me acuerdo si es capitán o qué) que le condena a muerte con injurias, es decir, con falsas pruebas. La cuestión es que Billy Budd, requerido, no acierta a articular palabra cuando pretende defenderse y es finalmente sentenciado.

Desde luego, el relato de Melville es un alegato no del amor de la víctima por el verdugo, sino de lo contrario, de lo previamente contrario, que es: el derecho a la presunción de inocencia. Y, no menos importante, el derecho de "habeas corpus". ¿No se dice judicialmente por otra parte que "tiene derecho a callarse y a hablar solo en presencia de su abogado"? Pero me detendré ahora solo en el "habeas corpus". Que es ni más ni menos lo que ama Billy Budd en su colapso mental, en su parálisis muda ante la maldad y villanía del capitán. Una víctima, una víctima pública, es en primer lugar un mártir, un testigo: y eso es simplemente el personaje de Billy Budd, y no no sé qué síntoma de qué proto-síndrome de no sé qué.

Digo que Billy Budd "se avanza" contra el capitán; pero ni lo agrede, ni tampoco acierta a hablar, y a decir la simple verdad: que él no ha robado nada (creo recordar que se trataba de un robo). Pero ahí está Billy Budd, "avanzándose", sobrepasando los límites de "su" mundo que previamente otros le han impuesto al imponerle "su" lenguaje. En un barco donde no hay ningún derecho reconocido (ese es el tema). ¡Pero a Billy Budd le queda el cuerpo y solo el cuerpo, que finalmente colgará del cadalso (que no vemos, desde luego, como lo miraría Capote)! ¡Libertad de lenguaje! Eso es lo que significa políticamente el princpio de "habea corpus" que personifica Billy Budd, marinero.

Bien, no entiendo muy bien qué le pasó a Vicinzey leyendo a Melville. Hace poco leí una cosa de Vicinzey sobre Nabokov que es lo que hacía tiempo andaba buscando (yo, que una vez, tengo disculpa porque era contra Godard, defendí que Nabokov sí fue un gran novelista). ¿Cómo alguien capaz de tal sutileza paciente y sin morbo es capaz de despachar de forma tan ciega y tan _miserable_, como decimos los españoles, la novela "Billy Budd" de Melville? Me temo que al centroeuropeo y freudiano Vicinzey le pudo, ay, el antiamericanismo.

Más le hubiese valido decir simplemente que "Billy Budd" le pareció (en su juventud) un relato cursi o, incluso, va, no pasa nada, totalitario. Hoy, Vicinzey, es todo "un escritor húngaro afincado en Inglaterra". Y no en la vulgar y chabacana América.

2 comentarios

ausenteresidente -

Quise decir anteriormente 'también podríamos acercarnos a W....' El vino y tus sobrinas, mala combinación.
Consulta cuando puedas y si 't'abelleix' que dicen por ahí, mi blog. Explicación sobre las acequias.

ausenteresidente -

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo", escribe Wittgenstein.... dándole la puntilla materialista a la frase de Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje _no_ son los límites de mi mundo".
Hombre, eso, querido hermano es la poesía: decir el mundo, como podemos; aunque depende de la chati que tengamos entre manos, só podríamos acercarnos a Wittgenstein. Nos vamos entendiendo.