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procopio: café filosófico

Deportes de base

Si hablamos de deporte base, tengo que ser muy claro. En mi caso se trató de atletismo y de natación. Antes de jugar al fútbol (de lateral derecho), antes de pasarme al baloncesto (de base), yo empecé a hacer deporte en ambas disciplinas, precisamente las dos grandes lagunas del deporte español en los JJOO. 

Empecemos por el atletismo. Mi primer recuerdo es como espectador. En mi pueblo se celebraba un campeonato, quizá de España, de marcha atlética. Eran los años de la gran rivalidad entre Josep Marín y Jordi Llopart. Allí estaba yo en el paseo marítimo de mi ciudad, frente al puerto, apoyado en una valla, con apenas seis o siete años, solo (ya entonces iba solo al colegio, mi madre me dio las llaves de casa a mis siete años), bajo un sol de justicia, seguramente un domingo de primavera o quizá de otoño. Y allí vi al primer atleta español medallista en unos JJOO, Jordi Llopart, Plata en 50 km marcha en Moscú´80, ni más ni menos. Aunque yo era más de Josep Marín, que vestía de azul frente al rojo de Llopart, el aura mítica del atleta subcampeón olímpico se podía apreciar en todo su esplendor. ¡Ay, palabras que me faltáis para expresar lo que se siente y se vive y se ve cuando enfrente está un deportista de élite en su máxima expresión! Marín logró ser subcampeón del mundo luego en 1983 en Helsinki, Finlandia, pero yo ya no los vi juntos más.

Cuando apenas empezábamos la EGB nos apuntaron a atletismo. Competimos en todas las disciplinas para comprobar en cuáles destacábamos cada uno. Recuerdo que mi amigo Jaume Barcons corría como el demonio en los 100 metros lisos. Mis especialidades acabaron siendo la marcha atlética y el salto de longitud. No servía para correr, era lento. Recuerdo que durante una época, los sábados por la mañana, hacíamos cross en campeonatos comarcales. Otro gran amigo, Agustín Pons, era un as del cross. Yo no quedaba ni entre los veinte primeros. Siempre en el pelotón de los torpes. La marcha atlética era otra cosa, pero recuerdo que en una competición celebrada en las pistas de atletismo de mi pueblo quedé el noveno y no pasé el corte a la final. El octavo fue otro gran amigo, Daniel Agut. Le deseé suerte para la final y ahora no logro recordar si la tuvo.

El salto de longitud no se me daba, pese a todo, mal. Qué sé yo, a lo mejor saltaba tres metros, pero me parece que quedé tercero. No lo recuerdo bien. Recuerdo, eso sí, que le ponía mucho empeño. Empeño es la palabra. Se nos inculcaba lo que ahora llaman cultura del esfuerzo. No me parece mal. Quizá resulta patético el atleticismo, como cuando dicen "Lebron James es solo físico" como si Wilt Chamberlain o Shaquille O´Neal o hasta el mismísimo Michael Jordan no hubieran aprovechado su "físico". Tampoco a unos niños les vas a pedir que desarrollen hasta el paroxismo sus músculos, pero en la alta competición, eso es un factor ganador y no un dato a evitar.

Mi aprecio por el salto de longitud ha sido, tras aquellas experiencias infantiles, duradero. Además, el salto de longitud ha dado grandes tardes al atletismo internacional. Cómo no evocar aquí el salto mexicano de 8,90 metros de Bob Beamon en 1968. Es una disciplina que cuenta con especialistas, pero que a menudo se combina con otras pruebas. Por ejemplo, con los 100 metros lisos en el caso del gran Carl Lewis, el Hijo del Viento. O ya en su época en el caso de Jesse Owens.

Hablando de los 100 metros lisos, hay que reconocer que hoy por hoy se han convertido en la prueba reina del atletismo, sobre todo gracias a Usain Bolt, que para mí es el mejor deportista mundial de la más reciente actualidad. ¿Ha sido así siempre? Hombre, yo recuerdo levantarme de madrugada para ver la carrera de 100 m de los JJOO de Seúl, la famosa carrera en la que Ben Johnson batió a Carl Lewis y que luego le valió a Johnson el hecho de ser sancionado por dopaje y consecuentemente el Oro para Lewis. Lo recuerdo bastante bien. No solo nos levantamos mi padre y yo, creo que también mis hermanos. Eso habla bastante bien de la expectación que ya entonces levantaba la carrera de la pura velocidad del atletismo.

Pero durante algunos años la prueba reina del atletismo fueron los 1.500 metros, que vienen a equivaler a la milla británica. La rivalidad en el medio fondo entre los británicos Sebastian Coe y Steve Ovett contribuyó sobremanera a tal emergencia. Los españoles tuvimos la suerte de coincidir con un alteta nuestro en aquella década dorada de los 1.500, con el Bronce de Abascal en Los Angeles´84 y el colofón del Oro de Fermín Cacho en Barcelona´92. Empero, el dominio africano ya empezaba a asomar con corredores talentosos, fríos y enérgicos a la vez como Said Aouita o más tarde El Gerruj. El dominio africano, aunque algunos de estos africanos se hayan nacionalizado europeos, es abrumador en la media distancia pero sobre todo en el fondo. Kenia y Etiopía tienen su particular Superbowl en cada mundial u olimpiada en los 3.000 obstáculos, el 5.000 y el 10.000, igual que Estados Unidos y Jamaica la tienen en las pruebas de velocidad.

Hablando del medio-largo fondo, hay una película preciosa protagonizada entre otros por Donald Sutherland en el papel del entrenador que inventó las zapatillas de la marca Nike. Es una película hermosa que trata de un vibrante corredor estadounidense de 3.000 metros en los JJOO de Munich´72. El chaval era una bala pero le faltaba disciplina. Al final muere en un accidente de tráfico. Para él se diseñaron las primeras Nike (del griego "niké": victoria), que como todo el mundo que las probado sabe, son las mejores zapatillas del mercado, por delante de las Adidas, Reebok, etcétera. Y hay novelas sobre atletas. Leí con gusto una novelita del profesor universitario Sebastián Serrano, en catalán, titulada "Elogi de la passió pura". Creo recordar que transmitía bastante bien la pasión de un corredor. Como digo, para mí Usain Bolt es hoy el corredor por excelencia, y recuerdo ver en directo sus dos prodigiosos récords del mundo en el Mundial de Berlín´09. La carrera de 100 metros fue preciosa, aunando la belleza con la efectividad del récord. La carrera de los 200 metros fue más espesa, más trabajosa, no tan bella, como apuntando única y exclusivamnete al récord, sin esa soltura y facilidad a la que nos tiene acostumbrados el jamaicano Bolt, como él mismo reconoció después. Es como comparar la Eurocopa´08 que ganó España con el Mundial de Sudáfrica que también ganó España: esa Eurocopa es a los 100 metros lisos de Bolt en Berlín´09 lo que el Mundial 2010 a los 200 metros de Berlín´09. Es decir, una cosa bella, hermosa y eficaz a un tiempo la primera, y simplemente eficaz la segunda.

Pero pasemos a la natación. Poco después de acabar aquel curso dedicado al atletismo me apuntaron a natación. Todavía iba al colegio sito en Can Pahissa, una vieja casa modernista cuyos jardines habían servido como decorado de alguna película de época. Pues bien, ya de noche, en otoño, esto sí lo recuerdo bien, nos venía a buscar un autocar para llevarnos hasta Sitges a entrenarnos. Supongo que serían las instalaciones del CN Sitges, y bajo ese nombre llegué a competir, recuerdo una vez en Hospitalet. Quedé, sin demasiada gloria, quinto. Pero antes de calzarse unas zapatillas, uno debe aprender a atarse los cordones -un ejercicio escolar que recuerdo vivamente. Y yo aprendí a nadar no en Sitges ni en el mar de todos mis veranos, sino en el Club de Tenis Vilanova.

Allí, en una piscina para niños en la que sin embargo no hacíamos pie (esto es muy importante) me recuerdo llorando como un histérico. No estoy seguro de que el miedo que tenía lo haya vencido del todo a lo largo de todos estos años. Nado tranquilamente en el mar, incluso embravecido. Voy con cierta frecuencia a la piscina, y practico, un poco de crawl, un poco de braza, un poco de mariposa y un poco de la difícil espalda. Pero la angustia que sentí mi primer día en la piscina no la he dejado de sentir, me temo, nunca en todas las otras piscinas en las que he zambullido mi cuerpo. Y lo recuerdo bien. Supongo que es como los gatos con el agua. Me recuerdo en la ya mencionada competición de Hospitalet. El recinto cerrado. El agua. La gente. El gorro en la cabeza. De pie antes de saltar -yo me dedicaba al crawl. En fin, la angustia, como diría el filósofo danés Soren Kierkegaard.

Bueno, aquello duró un año. Luego pasé dos años en el fútbol y por fin el baloncesto. Pero no tengo demasiado buen recuerdo de mi paso por la natación. Una de las entrenadoras en Sitges me tenía cierta manía persecutoria. No le caía demasiado bien. Claro, es que yo no era ni tenía por qué ser catalanista, como sí lo era ella. Además, estaba solo, sin ninguno de mis amigos. En suma, en aquella carpa cerrada donde entrenábamos no lo pasé demasiado bien, y me sorprende, porque ahora, en cuanto puedo, no me pierdo una prueba de natación mundial u olímpica. Puedo decir, pues, que he visto nadar a Michael Phelps, y que eso me ha gustado, aunque algunos expertos prefieran el estilo de Spitz a la insaciabilidad de Phelps. Yo por mi parte me quedo con... Johnny Weismuller, sí, el Tarzán de las películas en blanco y negro, y cuya muerte, dicen que enloquecido por su fama lanzando el grito que hacía en sus películas, fue la primera noticia que yo recuerde haber visto en un periódico de papel, en una ocasión de aquellas en que te asomas al quiosco para leer las portadas de la prensa.

Pero no solo de natación vive la piscina y no podría dejar esto, paciente lector, sin mencionar otras cosas. No, no voy a hablar de la natación sincronizada ni de los saltos de trampolín. Voy a hacerlo muy brevemente del waterpolo. Como he leido el libro del gran Manel Estiarte, Todos mis hermanos, lo recomiendo aquí fervientemente. Allí explica Estiarte -hay una preciosa fotografía antigua de la piscina municipal de Manresa- cómo se fraguó la selección española de waterpolo que fue tantas veces medallista y campeona olímpica en Atlanta´96 y en los dos mundiales siguientes. Es un relato emocionante que vale la pena leer. 

La base del deporte son al atletismo y la natación. Por ejemplo, atleta antes que el mejor jugador de rugby de la historia fue el galés Gareth Edwards. Por ejemplo, antes que el mejor ala-pivot de la historia, Tim Duncan fue nadador. Cuando se habla y se debate sobre deporte base en España convendría tener estos datos muy presentes. Yo he intentado aquí relatar mi experiencial personal, que coincide con el hecho de que estas dos hermosas actividades físicas sean desde siempre la base de todos los demás deportes.

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