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procopio: café filosófico

Simpatía por Adam Smith

"No fueron, al principio, santos de mi devoción", así canta Loquillo en la canción Simpatía por los Stones. Lo mismo podría decir yo de Adam Smith. Siendo joven, escribí una reseña de su libro La teoría de los sentimientos morales para la revista Lateral, pero lo cierto es que no me había acabado de leer el libro entero. Critiqué el desvarío neoliberal, en otros sitios publiqué cosas contra el llamado neoliberalismo, contra la economía política, etc. Estaba equivocado.

Hoy ya sé qué es eso que, repito, llaman neoliberalismo. He leido a Milton Friedman. Y acabo de terminar La teoría de los sentimientos morales de Adam Smith. No fue al principio santo de mi devoción, pero hoy, ahora, no puedo sino sentir una enorme y cómplice simpatía por su obra y por su personaje. ¡Simpatía por Adam Smith! Quizá algún lector me pregunte por qué. Le contestaré con la misma música que utiliza Loquillo para proclamar su simpatía por The Rolling Stones: porque, a pesar de todo, estuvieron ahí desde el principio y reflejan como pocos la pasión del rocanrol, o, en el caso que nos ocupa, la pasión por la filosofía moral.

En concreto, desde hace ya un tiempo, siento simpatía por el libre mercado, por lo que Ayn Rand llamaba el capitalismo de laissez faire, que Thatcher llamaba capitalismo popular, por la libertad de empresa, por los tratos voluntarios, por el Estado mínimo. En concreto siento simpatía por esta moral smithiana de la simpatía, del espectador imparcial bien informado, del hombre ideal dentro del pecho, de la corrección y de la aprobación, del sentido común escocés. La mano invisible sigue sin convencerme, ¡pero entre filósofos nos lo perdonamos todo!

Siento simpatía, en fin, por la economía, de cuya ignorancia dolosa se ve afectado en España incluso un personaje tan ilustre como Savater, que no solo debería rechazar las preguntas sobre matemáticas sino asimismo, pues, las de economía y sociedad. El que forma parte de la Ilustración es Smith, no Marx, quien cita a Voltaire es Smith, no Marx. Por mi parte, para acabar, no puedo dejar de sentir simpatía por las justamente famosas palabras de Smith en La riqueza de las naciones. Reciten todos conmigo: "No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio". Simpáticas palabras. 

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