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procopio: café filosófico

Enseñar Historia

Como ya he dicho, y el lector, si es que hay alguno, ya sabrá, estoy profesando este curso 13-14 en un centro de adultos donde no se enseña filosofía. Las materias que imparto son Historia, Geografía y una asignatura extraña llamada Mundo del Trabajo (cómo encontrar empleo y no morir en el intento). Dado que la Historia ha sido desde siempre mi asignatura favorita, estoy globalmente contento del curso que está acabando, y ayer mismo terminé de leer la voluminosa Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, prosa clásica donde las haya.

Lo primero que puedo decir es que, en efecto, tal como decía Foucault, en la Historia se está menos solo que en la Filosofía, lo cual es un alivio. Lo segundo que puedo decir es que en una escuela de adultos los debates son más o menos plausibles, porque los alumnos, si bien poco formados, son adultos, cosa que no ocurre en un IES, donde se quieren hacer debates que resultan más bien en un guirigay y en una excusa para no trabajar. Lo tercero que quería señalar son algunas breves reflexiones sobre el hecho de enseñar Historia (en concreto estoy enseñando historia contemporánea) a la luz de la experiencia adquirida en este curso.

Lo arduo en Historia es la relación entre acontecimientos, datos, personajes, etc. En esto se nota que no soy historiador de formación, si bien mi formación filosófica me ha servido en ocasiones para elevar el vuelo de la explicación por encima de las frías narraciones historiográficas. Si la Historia es maestra de la vida, la Filosofía sigue siendo en este sentido maestra de la Historia y de paso de todo lo demás. Por ejemplo, a la hora de explicar los nacionalismos del siglo XIX o el día después de la victoria alemana en la guerra franco-prusiana de 1870, mi conocimiento de la obra de Nietzsche prolongó lo que hubiera sido un simple registro historiográfico para convertirlo en un registro al fin y al cabo moral. Es este registro, si bien siempre atento a aquellos corsi e recorsi históricos de Vico, el que permite entender -y de paso prevenirse- y no solo conocer la Historia.

La Historia es maestra de la vida porque la vida es relación y, si hacemos caso a Dewey, porque todo conocimiento es relacional. La capacidad historiográfica de relacionar todos los datos, hacer encajar el puzzle, por así decir, refleja la complejidad misma de cualquier vida humana, y por eso es tan útil y tan bonita la Historia. Y enseñarla, explicarla, hacerla inteligible, desde la revolución industrial, la independencia de los EEUU y la revolución francesa hasta la II Guerra Mundial, está siendo mi pequeño placer filosófico en este raro curso en una escuela de adultos de Elche.

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