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procopio: café filosófico

Perfeccionismo emersoniano

Como decíamos ayer... "Nulla esthetica sine ethica, o sea apaga y vámonos", esto escribió el profesor Valverde antes de abandonar la universidad española e irse a Estados Unidos. De Estados Unidos precisamente nos viene ahora el pensamiento de Stanley Cavell, profesor emérito de Estética y Teoría General del Valor en Harvard. ¿Es un esteta el profesor Cavell? ¿O más bien su obra nos conmina a pensar en el sentido de la sentencia de Valverde: nulla esthetica sine ethica? A partir de la lectura de su libro Ciudades de palabras. Cartas pedagógicas sobre un registro de la vida moral (Pre-Textos, Valencia, 2007) voy a intentar responder a esta cuestión.

En primer lugar, habrá que explicar qué es el perfeccionismo emersoniano, y lo voy a hacer en relación al significado de la democracia. Ya en mi libro Ensayo sobre el sentido común cité el "yo aborigen" de Emerson al hablar de la intimidad trágica que en aquel trabajo defendí. Pero en mi siguiente trabajo, Idea trágica de la democracia, no mencioné en ningún lugar a Emerson, si bien todo el capítulo dedicado específicamente a la política empezaba con "el hombre como animal inacabado" de Nietzsche, deudor de Emerson. Aparte está el hecho de mi viaje emersoniano-nietzscheano a Tenerife -la isla surrealista- como inspiración para redactar Idea trágica de la democracia.

¿Qué dice Cavell al respecto? Cito de un artículo de David Pérez Chico publicado en 2006 en la revista valenciana La Torre del Virrey: "Ésta -la perfeccionista- no es una demanda moral parcial, sino la condición de la moral democrática". Más aún: "El perfeccionismo es la dimensión del pensamiento moral dirigida menos a reprimir lo malo que a liberar lo bueno (...) Si existe un perfeccionismo que no solo sea compatible con la democracia, sino necesario para ella, no consiste en excusar a la democracia por sus errores inevitables ni en considerar cómo sobreponerse a ellos, sino en enseñar a responder a esos errores... de una manera que no sea dando excusas ni obviándolos".

En esta última cita, si digo bien, Cavell se distingue de sus dos grandes maestros, Austin y el último Wittgenstein respectivamente, de los que partió en su día en su andanza filosófica. Pero sobre todo el perfeccionismo moral se distingue de otras dos corrientes de la filosofía moral académica, como son el utilitarismo y el kantismo. Y aun de Rawls. Pero, ¿cómo enseña Cavell, en este magnífico aunque complejísimo libro traducido por Lastra y Alcoriza, "a responder a esos errores"?

No voy a resumir ni explicar el libro porque lo que les recomiendo es que lo lean, ya que no pueden asistir a las clases de Cavell en Harvard o Chicago. El libro presenta una especie de conversación del autor con las obras de Emerson, Locke, Stuart Mill, Kant, Rawls, Nietzsche, Ibsen, Freud, Platón, Aristóteles, James (Henry), Shaw y Shakespeare, además de una lectura de una serie de películas de Hollywood de los años 30 y 40 del siglo pasado englobadas bajo el género de la comedia de enredo matrimonial o del melodrama de la mujer desconocida, en las que Cavell parece ver el afán reflexivo de su perfecccionismo moral. Por citar alguna de estas películas podemos mencionar Historias de Filadelfia, Sucedió una noche y Carta de una mujer desconocida. El libro es extenso y solo añadiré que me hubiese gustado entenderlo más de lo que me parece que lo he entendido.

Lo que Cavell propone con su perfeccionismo filosófico es que el perfeccionismo, que es, en fin, la posibilidad y la necesidad de mejorarse uno mismo en las crisis existenciales de nuestras vidas mortales (Cavell dice estúpidamente "finitud" allí donde habría que decir, con Castoriadis, "mortalidad"), siguiendo el lema emersoniano de la "identidad no alcanzada, pero alcanzable", "se dirige a la condición previa del pensamiento moral, aunque es difícil no entender la exigencia nietzscheana de hacernos inteligibles [en lo que consiste el perfeccionismo emersoniano] -empezando por uno mismo- como el principio del pensamiento moral". Hay otra idea interesante aquí, y es la advertencia de Cavell de que la tarea de la filosofía moral no consiste tanto en inmortalizar la vida mortal como en hacer mortal lo que llama pre-mortal, un poco en la idea de Nietzsche de que no gozamos de un alma inmortal sino de muchas almas mortales.

Por si todavía no se ha comprendido qué es el perfeccionismo emersoniano, extraigo una cita de Ciudades de palabras en las que Cavell explica qué no es y que sí es tal doctrina moral y filosófica: "Esta expresión de la sensación de agotamiento de la posibilidad me parece la negación absoluta del pensamiento fundacional del perfeccionismo, el de una próxima identidad alcanzable en otra sociedad alcanzable que ha de fundarse en la revaloración y reconstitución de la propia vida tras una crisis en su aparente fundación o dirección". Nótese cómo Cavell, lejos de un emersonismo aristócrático indiferente a la injusticia social, escribe "en otra sociedad alcanzable", haciendo referencia explícitamente en su obra a la vida en democracia. Pues precisamente el hecho de poner en cuestión nuestras vidas indetermina tanto la responsabilidad individual en cómo son las cosas como el efecto general de nuestra vida privada, uniendo ambas, vida pública y vida prívada, en el mismo afán perfecccionista que puede o no puede, siguiendo a Locke, mostrar el consentimiento a ser gobernadas. Esto es lo que he entendido: que, gracias a que dicho consentimiento no tiene límite mensurable, es posible la democracia.

Pero ahora volvamos al principio. ¿Es un esteta o un diletante Stanley Cavell? La respuesta parece evidente y es que no. Con su obra nos enseña a responder a los errores de la democracia aprendiendo a admirar. ¿Admirar qué? Admirar a los otros y a nosotros mismos sin envidia ni esnobismo. Enseñar a admirar era para Sloterdijk la tarea principal de la educación humanista en este siglo XXI. Pero la admiración, como la alabanza, tiene sus peligros, y el peligro de la eticidad de Cavell es desembocar como la de Hegel en una mera adoración de lo real. A pesar de la estética con ética de Cavell, el peligro es evidente, si bien las críticas que ha recibido el profesor de Harvard vienen de hegelianos como el crítico de arte Danto o de neopragmatistas deweyanos, y por lo tanto en su origen hegelianos, como Rorty. En todo caso, me parece que Cavell mismo zanja la cuestión, no solo con los hegelianos adoradores de lo real sino con los "presentistas", al decir: "Sólo podemos acercarnos a la historia de la filosofía filosofando en el presente. [Pero] Ningún presente la iluminará por completo o será iluminado por ella (salvo que hayamos de creer a Hegel y tal vez Heidegger), y algunos ejemplos de la filosofía del presente casi no dejarán sitio a una iluminación mutua con el pasado (si hemos de creer a Descartes o a Hume o a Quine)". Lo cual nos deja un poco más aliviados, pero sobre todo, tras la confirmación, cambiados, mejorados. Hasta la próxima vez.

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