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procopio: café filosófico

Algunos apuntes sobre el pragmatismo americano y Europa

He preferido destacar esto en otro artículo.

A finales del XIX Peirce y James eran mejores filósofos que cualesquiera otros. En España, la Psicología tuvo su primera cátedra en la figura de Giner de los Ríos, y más adelante la de Sociología en la de Sales. La Institución Libre de Enseñanza, fundada por Giner de los Ríos, vino a ser la primera institución educativa laica del país, pero nunca llegó a convertirse en universidad y su desarrollo posterior no está del todo claro, pues ni los mismos prosélitos parece que hicieran mucho caso a uno de sus maestros, Fernando de los Ríos, cuando tras visitar a Lenin en la Urss volvió sin haber visto allí a la libertad. ¿Para qué?, preguntaría el comisario soviético. Desde luego la confesionalidad católica del Estado fue uno de los problemas de la Constitución de 1876, aunque poca cosa -la ILE se pudo fundar y pudo funcionar- comparado con la "república de trabajadores de todas las clases" (y de varias naciones, tendría que haber añadido el Constituyente) por venir, previo paso por la primera cirugía de hierro, en los años 20, de tipo obrerista. Sea como fuere, hoy José Luis Pinillos y Salvador Giner respectivamente continúan la tradición de la psicología y de la sociología hispánicas.

Como ya he dicho, la primera traducción al español de la obra pragmatista fue la traducción por el uruguayo Vaz Ferreira de "Pragmatism", de William James, al poco de salir, en 1908, en Uruguay. Vaz Ferreira escribió más tarde una obra titulada "Nietzsche, James, Unamuno: filósofos de la vida". A principios de los años 20, se tradujo en Madrid "La voluntad de creer" de James, si no me equivoco, en la Imprenta de los Ciegos y Sordomudos. Después de la 2ª Guerra Mundial se tradujo en Suramérica a John Dewey, y a partir de los años 70, en Suramérica y en España se ha traducido ya más ampliamente a Peirce, James y Dewey. Aunque no podríamos pasar al siguiente punto sin mencionar dos hitos primerizos relativos a Peirce: la publicación en la revista barcelonesa "Crónica científica" de un artículo suyo sobre su trabajo en el Servicio Geodésico de los EEUU, allá por los años 70-80 del siglo XIX, y su correspondencia con el matemático y lógico madrileño Ventura Reyes, que citó a Peirce en sus artículos para la revista "El Progreso Matemático" de Zaragoza. Personalmente, sin embargo, solo Cajal en su gira de conferencias por los EEUU y, obviamente, Santayana, conocieron a Peirce.

Antes he dicho que ya a finales del XIX tanto Peirce como James podían considerarse mejores filósofos que el resto, de los que tanto aprendieron y a quienes superaron. Quizá con la sola excepción de Nietzsche (pues a Darwin solo hay que tomarlo como naturalista); y es que Nietzsche y el nietzcheanismo en Europa, bien es cierto que con dispares resultados, vienen a ser lo que Peirce y James, y el pragmatismo, en EEUU. Una revolución y la fundación de algo nuevo.

Con resultados dispares, en efecto. Y tan dispares. Nietzsche, su filosofía trágica, su vitalismo, recorre toda la filosofía europea posterior, pero no encuentra escuela, no halla acomodo, nadie que la sistematice y la haga funcionar. En cambio el éxito del pragmatismo no conocerá más límites que sus propias autocorreciones. El filósofo francés Michel Onfray dedicó desde una óptica "de izquierdas" una obra a Palante, nietzscheano de primera hora, pero apenas conocido, vencido por el positivismo de la academia. Hay algunos otros, igualmente casi anónimos, hasta el Círculo de Sociología de París de los años 30, con Bataille, a mi modo de entender, a la cabeza. Bataille es el único verdadero y completo nietzscheano, el único vitalista, el único trágico de cierto reconocimiento de la primera mitad del siglo XX. En el Reino Unido, Russell y Whitehead compitieron con el pragmatismo, hasta rendirle los honores de campeón en forma de vida académica americana en la figura de Whitehead y su "vasta síntesis europea". Santayana, que había empezado con Schopenhauer y luego tuvo que seguir la lógica de Harvard, salido de un cierto Madrid cosmopolita acabó volviendo como esteta a Europa sin haber podido alcanzar la comprensión de la Terceridad en EEUU, a pesar de los valiosos indicios de su obra. En definitiva, en la primera mitad del siglo XX el único filósofo no estadounidense que puede competir con el pragmatismo americano es Georges Bataille. Ni el sentimiento trágico de Unamuno ni la razón vital de Ortega, aun demasiado atados al historicismo hispánico, ni la fenomenología neokantiana de Husserl o Merleau-Ponty, ni el existencialismo de Heidegger y Sartre, ni la ciencia social de Adorno, ni el vitalismo idealista de Bergson, pueden con él. Tampoco los lógicos, como Carnap, que huirán de la Europa en guerra (solo Hanna Arendt -y Leo Strauss- puede considerarse que triunfa verdaderamente en EEUU). Lo que pasa es que Bataille no tiene obra más que fragmentaria y aun un poco demasiado literaria o existencial, incluso surrealista -¿ese "nuevo realismo" del pragmatismo americano parecía en Europa algo así como "superrealista"?. Oficio de bibliotecario, en todo caso.

Después de la 2ª Guerra Mundial, tras las amonestaciones de Camus al uso falsario de ese nietzscheanismo de postín que había impuesto el nazismo, el vitalismo, la filosofía trágica resurgirá, también en España, de un modo más académico, más límpido, más auténtico, pero sin hallar tampoco el fondo sobre el cual podría desarrollar una escuela duradera y funcional. El neokantismo sigue aun vivo, aunque bien es cierto que pasado por el pragmatismo americano -Habermas, Apel. A partir de 1960 el filósofo francés Clément Rosset empieza a elaborar su "filosofía trágica", pero más allá de su salutífera labor de esclarecimiento, apenas se ha rozado con la cuestión política. Quienes sí se rozarán y se frotarán con ella, a veces hasta lo delirante, serán Foucault y más tarde Deleuze. Foucault es un poco el Bataille de la segunda mitad de siglo: pero su arqueología del saber es todavía aun demasiado propedéutica, por decirlo así, mero paso previo a lo que debería constituirse después en una filosofía, que nunca llegó a ser tal. El Deleuze de "Mil mesetas" y de "Qué es la filosofía" supera por esto a Foucault, pero Deleuze cree que salva el escollo del individuo-sustancia por medio de su filosofía dualista, demasiado cartesiana aun, cosa que de hecho le hace tropezar con dos escollos a la vez: la anarquía y el universalismo tipo ONU. En el Reino Unido, Bernard Williams vuelve, por esto, a Descartes, y a lo mejor de Descartes, a su proyecto de investigación pura: una forma de volver a empezar. En Italia, de la mano principalmente de Paolo Virno, formado en la filosofía analítica del lenguaje, ha renacido uan especie de pragmatismo europeo, un poco deweyano, foucaltiano, pero que no logra escapar de la hipóstasis de la acción, a mi modo de entender, y su "relacionismo" no escapa tampoco a las trampas del relativismo de las que pretendía huir. Finalmente, en Alemania, destaca Sloterdijk, su crítica de la razón cínica, cada vez más inclinado a la sociología, aun existencialista, aunque haya llamado al despertar de Europa por otras vías: ¿pero cuáles? De momento parece que podemos dar gracias a Dios de que la Unión Europea haya cumplido 50 años, lo cual no elimina no obstante ninguno de sus claros problemas, tampoco solventables mediante la hermenéutica de Gadamer o Derrida.

Como se ve, la filosofía trágica vitalista de cuño nietzscheano, la única tradición europea que podría competir con el pragmatismo americano, avanza mal que bien, y a menudo parece que ha agotado su camino en este sentido. En España, el vitalismo de los discípulos de Ortega (a destacar Zubiri y sobre todo Zambrano) que a su vez corregía a Unamuno tuvo su continuidad en los Savater, Trías y compañía. Como labor pedagógica su obra no ha sido desdeñable, pero sus propios proyectos, tampoco en Savater, han logrado alcanzar la altura máxima de la filosofía estadounidense, especializándose en cuestiones como la ética, la religión, la estética, la filosofía de la ciencia, etc. Por eso, considero que quienes han realizado verdaderamente el proyecto nietzscheano en filosofía son dos autores europeos que apenas mencionan al filósofo de Sils-Maria en sus obras. Uno es el Wittgenstein de las "Investigaciones filosóficas" y el otro es Cornelius Castoriadis.

Superior a Popper, cuyo falsacionismo no deja de ser insuficiente a la vista de un pragmatista americano, Wittgenstein elabora en su segunda gran obra, no solo la corrección de la primera, sino todo un proyecto de reflexión mayor que bien podría pasar, junto a lo más valioso de Nietzsche, por la mejor filosofía europea del siglo XX. El hecho de que anécdoticamente Wittgenstein fuese en su niñez compañero de clase de Hitler realzaría de algún modo esta proposición. Pero las "Investigaciones filosóficas" de Wittgenstein, como toda la obra de Nietzsche, no deja de ser una obra solitaria, difícil de traducir escolarmente y socialmente en una tarea colectiva.

A mi modo de entender, Castoriadis, que no fue profesor hasta los años 80, en París, cuando ya tenía casi 60 años, es por eso aun mejor que Wittgenstein, al menos en varios aspectos. Es más sistemático y de algún modo más completo. Su libro "La institución imaginaria de la sociedad" (1973), en el que cita a Mead, si no me acuerdo mal, podría compararse sin menoscabo con cualquier gran libro de los primeros pragmatistas americanos. La vía que Castoriadis siguió para realizar la filosofía trágica europea es ciertamente indirecta: apenas cita nunca a Nietzsche, y lo que lleva a cabo es un duro ajuste de cuentas con el freudomarxismo hegemónico para en seguida rescatar la antigua noción de "imaginación" y elaborar una lógica semiótica que, también sin apenas citarlo, recuerda a la de Peirce. No se detiene frente a ningún problema, incluida la gran cuestión antropofilosófica de la técnica, y su obra acaba por dibujar una idea de la democracia que debe tanto a Pericles como a Lincoln. Y es cuando Castoriadis rescata la idea griega de la autonomía y de la democracia cuando más se aproxima al nietzscheanismo, pero sin citarlo, porque de hecho ya están hermanados en su raíz. Castoriadis es, pues, tanto un filósofo trágico vitalista como un pragmatista americano: o mejor dicho, quizá, él nos ha enseñado que la filosofía trágica vitalista no puede sino desembocar en una suerte de pragmatismo americano europeo.

Mi libro "Idea trágica de la democracia" es básicamente castoridiano. En la Introducción dejo caer que se trata de un "pragmatismo trascendental", pero no al modo kantiano de Apel, sino al modo de Nietzsche, si "trascendental" tiene un significado "materialista" en Nietzsche. Sin embargo, más allá de su obra filosófica, la actividad pública de Castoriadis siguió otros derroteros, considerándose siempre del lado de esa especie de "sociología de izquierdas un poco liberal" que volvería a acercarle, en el mejor de los casos, a Mead y a la Escuela social de Chicago (de la que por otra parte también saldría Milton Friedman). Pero no fue sino Rorty quien no solo atestiguó las razones de Hayek sino también las de McCarthy, y esta certeza en Europa, a Castoriadis, podía parecerle aun un poco "surrealista". De modo que por este lado, la obra filosófica de Castoriadis supera en mucho a su labor de intelectual aun un poco con peluca "ancien regime", y es a la primera a la que vale todavía la pena consagrarse.

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