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procopio: café filosófico

El valor del deporte

Yo empecé con el atletismo y la natación. A los 6 años, atletismo: marcha atlética, salto de longitud y cross, compitiendo entre escuelas en la pista de atletismo de mi pueblo, Vilanova, y cerca, en cross, en Ribas. Al año siguiente, natación. Llegué a competir en una piscina de Hospitalet con el C.N. Sitges, adonde íbamos varias tardes a la semana a entrenar. Modalidad crawl. Luego, a los 8 años, fútbol, que es el deporte al que ya llevábamos jugando toda la vida, como quien dice. No se me ha dado nunca mal, pero en el equipo de mi colegio yo jugaba en una categoría superior a la que me correspondía, y por tanto de lateral derecho y no de central -un central de estilo líbero como los de antes, o de centrocampista, que era lo que me gustaba-, y además no teníamos campo de entrenamiento, y éramos muy malos. En dos años solo ganamos dos partidos, uno de ellos con gol a lo "mano de Dios". Una vez perdieron -yo no jugué- por 17-1. Estuve así dos años. Un chico de mi escuela que jugaba en las categorías inferiores del club de fútbol de mi pueblo, y que más tarde llegó a jugar en 2ªB con el Sant Andreu, me propuso apuntarme al club. Allí fui, pero no me entusiasmó el ambiente y nadie se fijó en mí siquiera para darme la bienvenida. De aquella triste forma se acabó mi relación seria con el fútbol, que coincidió no obstante con la final contra Francia en la Eurocopa´84.

Fue mi hermana quien me sugirió pasarme al baloncesto. Ya con 10 años, y poco antes del verano en el que la selección absoluta conquistaría la Plata en Los Ángeles´84, tras obtenerla en el Europeo´83 con tiro final fallido de Super Epi, empecé con el basket. Fue una relación de amor que duró 7 años. Empezamos con los fundamentos: botar el balón, atarse las zapatillas, pasar, colocarse en la pista, lanzar a canasta, moverse y defender. Muy lentamente, esto, durante casi todo un año durante en el que apenas competimos con otros equipos, que yo recuerde. No fue, pues, hasta el año siguiente cuando empecé realmente a jugar al ba-lon-ces-to, en la maravillosa posición de base, cuajando desde luego óptimos resultados, hasta el punto de que tres años depués me llegaron a proponer un plan: jugar en el club más importante de mi pueblo, gimnasio y entrenamientos todos los días, y luego probar en la cantera del Juventud de Badalona, en cuyas categorías juveniles tenía contactos el entrenador de mi pueblo que me proponía dicho plan. Dije no, porque a la vista estaba que había jugadores mejores que yo, sobre todo más altos y más fuertes, y porque a mí me gustaba estudiar. El basket, desde entonces, aunque federado, lo jugué como un pasatiempo, durante tres años más, hasta que sucedió una desgracia que me mantuvo alejado de tocar siquiera un balón durante más de ocho años: la muerte de un amigo, al estilo Antonio Puerta, jugando en aquel equipo de mi pueblo de la 3ª Regional Catalana. En fin, tanto al mini-basket como al basket disfruté jugando de lo lindo; sobre todo en el periodo escolar, que entonces se alargaba hasta el 8º de EGB. En mi pueblo éramos dos (ellos tenían un mejor banquillo), con otro par de equipos, los más potentes. Ellos ganaron dos ligas y una copa, y nosotros una liga y dos copas, especialmente bonita la última. No tengo por qué negarlo, yo tenía trazos de crack, particularmente en el mini-basket. Luego ya se me hizo todo un poquito grande. Aquél último año escolar fui seleccionado como el base titular del equipo de mi pueblo (50.000 hab.) en un par de partidos de confraternización con un equipo de Villarreal, Castellón. En los años federados, siendo yo cadete, iba de base reserva con el equipo juvenil, y llegamos a jugar la promoción a Regional Preferente, y todavía con ellos cuajé alguna que otra meritoria actuación. Mi récord de puntos, en un partido escolar, fue 33, aunque en lo que yo era fuerte era en las asistencias. Mis medias estaban sobre los 10-12 puntos, las 5-6 asistencias y parecidos rebotes, porque entonces yo ya casi medía los 180 cm. que mido. También era un buen recuperador. Lo más flojo que yo tenía era el tiro exterior, y curiosamente es algo que ahora hago mucho mejor. Es algo parecido a lo que le puede pasar a Ricky Rubio. Mi ídolo por encima de todos fue y será Magic Johnson.

Los años en que estuve sin tocar siquiera un balón de basket se acabaron cuando alguna gente de mi pueblo me empezó a recordar lo bueno que yo era, e incluso a reprocharme que no hubiera apostado por la vía profesional. Esos años coincidieron con la Plata ganada por la selección de Herreros y compañía en el Europeo´99. Yo desde luego no me consideraba tan bueno, aunque conocía mis virtudes. Yo solo hubiera apostado por la vía profesional de haber crecido hasta el 1,90 como mínimo ya entonces y no hasta el 1,80 que antes he mencionado, y en el que me he quedado. Para eso tendría que haber sido como Raúl López, y francamente dudo de que, al menos física y técnicamente, fuera el caso. Además, por un defecto de nacimiento tengo el hueso de la nariz levemente roto y desviado a la izquierda y en los momentos de máxima tensión, aunque esto luego lo fui controlando, me quedaba literalmente sin respiración hasta salirme de la pista y explotar a llorar.

Hace poco, meses después de la felicidad del Oro mundial logrado en Japón, me topé con el primer entrenador que yo tuve, el que nos enseñó los fundamentos, y cuyo hijo ha llegado a jugar en la LEB Plata. Me definió como un base "científico". Recordamos aquellos gloriosos partidos escolares, que sentaron las bases de la popularización del baloncesto hasta nuestros días, con un periodo de relativa sequía intermedio, hasta la explosión de los Navarro, Gasol y compañía. De mí se solía destacar la inteligencia del juego, por ejemplo el entrenador que me propuso ir a probar a la Penya. Pero también algo más intangible, quizás, o la consecuencia de dicha inteligencia, eso que se conoce como "competitividad". Nosotros en la escuela nos montábamos, sin más medios que nuestra imaginación y trabajo, nuestros All Stars NBA. Por motivos que no vienen al caso explicar, yo era Sleepy Floyd, de los Warriors de Golden State, que luego ganó el Anillo con los Rockets de Houston. Y así todo. Por eso no sé si ahora que juntamente, según me contaba mi primer entrenador, se juega escolarmente un basket "políticamente correcto", de mírame-y-no-me-toques, pero a la vez se cuenta con muchos más medios, y salen cada vez más individualmente jugadores excelentes, esto se sabrá llevar, cultivar y prolongar. Yo imagino que, si se conservan los fundamentos, a la larga o a la corta siempre se disfrutará de jugar y competir al baloncesto, mal que les pese a los pacifistas de la nada. El "fair play" no es no competir y bla-bla-bla; es precisamente jugar, luchar y competir. Saber ganar y saber perder. Jugar lealmente en equipo solo es posible precisamente así.

Después de dejar el basket, jugué varios años al fútbol-sala en la liga local de mi pueblo. Otros deportes en los que llegué incluso a entrenarme fueron el hockey sobre patines, muy popular en mi pueblo, y el tenis, pero sin competir. Mi único deseo deportivo personal no cumplido es no haber podido jugar al rugby. Pero me compré un balón ovalado y la camiseta de la selección de Gales que quedó 3ª en el Mundial´87 y ganó el V Naciones´88, con Triple Corona incluida. Un día organizamos un partidillo en la playa. Finalmente, ahora que se habla tanto de F-1, recuerdo que yo jugaba los domingos por la mañana, de muy niño, a las carreras de coches. Mi favorito era Nelson Piquet. Pero esta ya es otra historia.

PD: se me ha olvidado decir que también he jugado al golf, o mejor dicho, a una especie de golf que nosotros mismos construíamos, con mi amigo del instituto Sergi Cortiñas, hoy doctor en periodismo. Un día probé de jugar al golf de verdad con mi ex-cuñado danés en un pitt&catch de esos, pero es más difícil que patinar sobre ruedas.

2 comentarios

procopio -

claro, ahí están los gimnosofistas, o los peripatéticos.

el deporte da mucho que pensar, al menos a mí, practicarlo, y luego verlo. claro que si lo tienes que practicar profesionalmente, realmente no puedes leer a Spinoza y quizá leyendo a Spinoza sería difícil ser un profesional del deporte.

pero hay algunos por ahí que han leido sus frases a Nietzcshe, o el mismo Phil Jackson, el entrenador de baloncesto, que les hizo aprender algo de virtud aristótelica a Saquille o´neal y cia.

unos "comparan" a Pau Gasol con Jesucristo (por ejempl Ray Loriga, nombre de boxeador, no?), yo lo "comparo" con Aristóteles.

saludos. :)

cronopiodeley -

Es curioso a veces esa falsa dicotomía que crea entre hombre de pensamiento y hombre de movimiento. Yo no concibo una cosa sin la otra, tal vez porque sea un poco hiperactivo.

Ahí va mi C.V. deportivo, un poco como el suyo: comencé con el Judo, a los 6 años, a los siete era subcampeón de mi región. A pesar de ello, también salté al futbol sala y posteriormente al futbol (campeon de mi región una vez en cada modalidad). A los 15 años, cuando empezaban a llover "ofertas", debido a la poca motivación y las lesiones frecuentes en abductores, me retiré, aunque tuve varias recaidas.

En ese tiempo, también practicaba el tenis de mesa con asiduidad y me ofrecieron entrar a formar parte del equipo de atletismo, porque era veloz (el único que conozco que me haya ganado en velocidad es el famoso Yago Lamela) y daba unos saltos considerables (me colgaba del aro midiendo escasamente 170 cms).

Después del retiro seguí jugando a futbol sala frecuentemente, más como aficionado, empecé a jugar a squash y a practicar el boxeo francés, por pura casualidad.

Salté luego al boxeo inglés y al Aikido. Finalmente terminé en el jiu-jitsu y en el thai-boxing.

Un saludo y gracias por escribir.