Blogia
procopio: café filosófico

Consideraciones sobre los Estados Unidos

Hace un año por estas fechas leí "Análisis de los Estados Unidos", un librito estupendo del profesor Julián Marías, y que sospecho que es de lo mejorcito de la obra, acaso demasiado anclada en el orteguismo, de Marías.

Ahora que he estado, aunque solo una semana, por fin, en los Estados Unidos, de cuerpo entero, me atreveré a dejar constancia aquí de un par de ligeras consideraciones sobre ese gran experimento democrático que son los EEUU, sin el cual posiblemente no hubiese existido la Revolución francesa tal como la conocemos, y lo que es consecuencia de ella en toda Europa. Es cierto que antes de la Constitución de los EEUU (y hablo de constitución a propósito, porque la previa declaración de independencia, con ser un paso crucial, no es realmente el decisivo en la formación de la primera democracia unitaria moderna; el mismo Washington así lo vio, en el sentido de que la simple independencia confederada de las colonias no hubiese supuesto la auténtica revolución democrática que se produce, pues, con la firma de la Constitución en 1787; esto es justo además lo que causó años después la contienda entre norte y sur y la definitiva consolidación del experimento democrático americano a manos de Lincoln -uno puede simpatizar sentimentalmente con la dorada causa del sur, en cuanto raíz, rara y excelsa, de dicho experimento: pero no ya el esclavismo sino el relativismo ventajista cada vez mayor de esa sofisticación mayormente demócrata que se fue apoderando del sur, no deja opción como no la tuvo Lincoln, que por cierto procedía de la frontera del Oeste), está el "Bill of rigths" inglés, o el experimento holandés de Jan de Witt, sin los cuales es difícil pensar en los mismos EEUU, pero ahí sigue la monarquía británica al igual que la holandesa, entre otros matices diferenciadores.

Y hablando de diferencias, mi primera consideración de los EEUU, después de haber estado por fin allí, gira en torno a esta pregunta: ¿es diferente EEUU a Europa? Mi respuesta es la siguiente: no existen grandes diferencias, pero las pequeñas diferencias acaban por marcar una si no grande sí relevante diferencia. Tampoco sabría decir ahora en qué consiste esta aún perceptible marcada diferencia, pues solo he estado allí, y en una ciudad en parte atípica como New York, una semana; pero mientras espero a volver otra vez a los EEUU para desarrollar este punto con más fundamento, diría que la gran diferencia gira en torno al sentido real y profundo que allí sigue teniendo la manera en como pensamos la democracia: de entrada, como "una gran conversación".

También sobre los deportes me gustaría decir algo. Hasta ahora pensaba que los que habían codificado el deporte moderno tal como lo conocemos, eran los ingleses. Pero ahora, dejando de lado las carreras de caballos (estuve viendo una en un sitio de apuestas de una calle de NYC), he visto que no es así. Y no me refiero a la America´s Cup (estuvimos navegando donde se disputó la primera vez, en el río Hudson), sino al mismísimo béisbol, antaño conocido como "New York Game". Oficialmente, los torneos de béisbol y sus reglas son incluso anteriores a las del fútbol y rugby europeos, tal como se puede ver si se consulta la Wikipedia, o por lo menos contemporáneas.

En suma, cuando llegas a Nueva York te llama la atención, aun viniendo de una Europa plenamente mestiza, la variedad de caracteres raciales humanos: "e pluribus unum". De verdad que es algo que me llamó la atención. Hoy en día, por cierto, también resulta chocante que puedas expresarte en un español tal-como-suena sin problemas en casi todo NYC. Aun así, tengo que decir que acabé expresándome en un inglés harto bien construido, y dicho sea de paso, con ligero acento "new yorker". Pero, ay, en seguida se acabó.

En fin, hoy leo en un periódico español que el alcalde de NYC ha propuesto plantar 1 millón de árboles y la imposición de una tasa a los coches que entran en Manhattan. Que son muchos todos los días. He recordado que, entrando por el Holland Tunnel de vuelta de nuestro viaje a Filadelfia, el guía turístico, uruguayo, puso la radio, una emisora en español, mientras estábamos parados en medio de un océano de coches, y que el locutor decía: "Un estudio revela que no son los coches los causantes de las emisiones de CO2 a la atmósfera, sino los edificios de Manhattan, bla, bla, bla". Ahora pienso, por si se les ocurre eliminar la iluminación nocturna de esa maravilla que es Manhattan, que yo la pude ver aun en su pleno aunque herido esplendor. Una vez, entrando por Queens, y la otra desde la orilla de New Jersey.

PD: coincidió que en el viaje de vuelta pasaron la película "Pequeña Miss Sunshine" en el avión. Estuve viendo toda la segunda parte de la película, y mis temores se hicieron realidad. Había visto el trailer en los cines y me la habían aconsejado unas determinadas personas, en forma y tiempos determinados: de ahí mis temores. En efecto, es una película banal. Supongo que por eso ha ganado el César francés a la mejor película extranjera. Pero no diré que el problema es que sea una película inamericana: estas banalidades también son típicamente americanas. Quiero decir que al final hay triunfador, faltaría más; el problema es que es un triunfo banal, que no justifica sino lo mismo que pretende denunciar, y que acaba por destrozar una película por lo demás recorrida por el tedio de una acaso buena idea pobremente argumentada y, lo que es peor, mal caracterizada (un guaperas como papá de una familia de esas, como que no: quizá si hubiese sido Jim Carrey, pero entonces se hubiese visto bien a las claras que no es más que un telefilm al que no le hubiesen dado ningún premio progresista). En definitiva, una película digna de la ignorancia presuntuosa que emponzoña nuestro mundo, especialmente el progresista. "Hélas!".

0 comentarios