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procopio: café filosófico

Adiós a "Lateral"

Lo cierto es que me ha costado ponerme a escribir sobre el adiós repentino de "Lateral". Yo formé parte del Consejo de Redacción de "Lateral" durante casi un año y medio, en torno al año 2000, en la época de mayor repercusión pública de la revista, cuando mayores fueron sus combates contra el nacionalismo terrorista de Eta, contra la flácida Logse, contra esto y contra aquello, cuando "Babelia" sacaba cada mes la reseña de "Lateral" e incluso le copiaba portadas, cuando la revista se había ya consolidado y esperaba, ay, dar un salto que no se produjo, lo que, pese a sucesivas intentonas infructuosas, finalmente parece haber decidido su cierre.

Conocí "Lateral" en los quioscos, posiblemente en el quiosco sito en el paseo de San Juan junto a la estación de metro/tren de Arco de Triunfo. Era un número sobre Borges. Finalmente yo había decidido estudiar un doctorado de Humanidades, rama filosófica, en la UPF, y desde esa estación junto a la que está el quiosco iba andando hasta el campus de la Ciudadela. Yo sabía, ya a mitad de la carrera de Derecho (que cursé en la UPF, mitad en la sede de la calle Balmes, mitad en la sede de la estación de Francia) que, si tenía la oportunidad, no me iba a ganar la vida con el Derecho, aunque entonces todavía dudaba entre ampliar mis estudios en un doctorado de Ciencias Políticas o en uno de Filosofía. Finalmente, dado que tenía guardado un dinero que me lo permitía, me decidí por seguir el curso de doctorado de Humanidades en la misma UPF, dirigido a la sazón por los filósofos Eugenio Trías y Francisco Fernández Buey, e intitulado "Aprender a leer. El mundo como texto".

Fue en ese primer año académico del doctorado cuando trabé, pues, relación con "Lateral". Otoño 1996. Una revista cultural hecha en castellano, liberal y tolerante por lo que parecía, y abierta al mundo. Justo un poco lo que buscaba entonces, cuando desgraciadamente la situación sociopolítica catalana empezaba a ser ya asfixiante e insostenible: para mí por lo menos. Hay que recordar que en aquellos primeros años 90 el nacionalismo se hizo definitivamente hegemónico, hasta hoy, con el esperpento ya oficializado del Estatuto. En aquel número sobre Borges leí una especie de editorial en el que el director, un tal Mihály Des, arremetía sin perder el humor contra Eta y en general contra el nacionalismo. ¡Bravo! De hecho, mi primera colaboración consistió casi inmediatamente en mandar una carta al director alabando la reciente visita de Vargas Llosa a Barcelona y sus críticas al provincianismo catalanista.

Una revista valiente, excéntrica, liberal e interesada por la cultura; una revista que debía su nombre a una cita de Canetti: ¡eso había que conocerlo! De modo que ya a principios de 1997 visité un día así por las buenas la redacción de "Lateral", no muy lejos del quiosco donde la vi por primera vez, vamos, a una esquina de distancia: en el paseo de San Juan frente al Asador Donosti, un poco más arriba de la tienda Norma de cómics. Un piso del ensanche barcelonés, 2º 1ª, al que se llegaba con un añejo ascensor central de madera, o por las escaleras circundantes, un piso de altos techos y balcones escuetos, largo y ancho, muy parecido a la casa donde yo había vivido siempre hasta hacía muy poco, en mi pueblo, en su pequeño ensanche.

Allí hablé con Jorge Zentner, un amable e irónico argentino, guionista de cómics y profesor de "literatura creativa". Mi amor por la literatura no hacía más que crecer entonces, pero yo estaba más interesado por la sección filosófica de la revista, por la reseña de ensayos. Juan Trejo, cuentista aficionado y sumo lector de las letras yanquis contemporáneas, también andaba por ahí. Les llevé una muestra, que creo recordar que era una reseña sobre un librito de Adorno. "De acuerdo", me dijo Jorge, "pero haz las frases más cortas". En junio de 1997 salió mi primera colaboración, una "faldón" (una reseña larga) sobre el volumen recién editado por Taurus de Fernando Savater, "La voluntad disculpada". Era el número 25 de la revista "Lateral", que había empezado en 1994 (justo el año en que la Generalitat convirtió al catalán, pobre, en la lengua vehicular de todo y lo demás). Era un número dedicado a Pla.

No mucho más tarde me enteré de boca de Javier Calvo, que hacía reseñas de poesía con la firma de "Xavi Calvo", hoy aún joven pero ya consolidado escritor, con el que entonces coincidí en el segundo curso del doctorado (en una asignatura impartida por Jaume Vallcorba a la que también asistía el escritor -de su pequeño país- Jordi Llavina), me enteré, decía, de que Mihály Des, además de profesor húngaro de literatura eslava en la UB, era judío. Igual que Jorge Zentner y alguno y alguna más en la revista. Pues muy bien. Yo estaba interesado por entonces -hasta ahora- en Spinoza, que además de holandés era también judío e hispánico, aunque lo echaran de España, de la sinagoga y casi hasta de la Holanda recién independiente. Pero bien.

Como segundo de a bordo en la revista estaba entonces Miquel Porta Perales, un periodista muy crítico con el nacionalismo catalán a pesar de compartir ciertos postulados liberal-conservadores. Era lógico que Don Pujol no ofreciera mucha ayuda. Miquel Porta Perales, con su mujer Anna, que hacía las reseñas de literatura catalana (novelas publicadas en catalán), fue un buen compañero en el Consejo, a pesar de los rifirrafes amistosos que manteníamos a causa de mis posturas intempestivas e izquierdistas. Otra amable compañera del Consejo fue Charo González, profesora de instituto de filosofía y aficionada al periodismo, que entonces llevaba todo el asunto de los artículos críticos con la Logse y que después hizo un espléndido trabajo en relación con los movimientos cívicos vascos no nacionalistas como Basta Ya, etc.

Bueno, estos eran los pesos pesados, pero había mucha más gente. Lo mejor sin duda de "Lateral" es el hecho de que haya sido cantera para jóvenes aficionados al arte de leer y escribir, e incluso al de hacer uan revista de cultura en España, como el último jefe de redacción, mi compadre castellonense Robert Juan-Cantavella. Hicimos cenas en el viejo barrio chino, hoy Raval, bebiendo whisky en el "Marsella". En fin, yo conocí en algunas de esas fiestecillas que se monta la gente de la cultura a escritores como Lázaro Covadlo, Juan Villoro, o así muy de pasada a Enrique Vila-Matas, que hablaba con mi ex profesor Antoni Marí, en la alcohólica entrega del Premio Herralde de Novela en un restaurante de la Bonanova. Con Roberto Bolaño, del que "Lateral" dio noticia antes que nadie, no coincidí. En la presentación del número 100 de la revista conocí personalmente (me presenté personalmente, mejor dicho) a Arcadi Espada.

Acabé el doctorado de Humanidades en la UPF, con la tesina aprobada (mi "Ensayo sobre el sentido común"), y me fui a la UAB a presentar la tesis doctoral en la Facultad de Filosofía bajo la amable dirección del profesor Víctor Gómez Pin. Mis colaboraciones en "Lateral" siguieron. Si miro sobre quién o qué escrito, veo a Savater, a Schopenhauer, a Nietzsche, a Foucault, a Rosset, a Onfray, a Sloterdijk: ese nietzscheanismo. Veo mi primera entrevista, al antropólogo francés Marc Augé, y otras a Gómez Pin y a Sabino Méndez. Veo a Castaneda y las drogas. Veo al periodismo y al ensayo multicolor (Lec, Ignatieff, Sagarra, Marías, Ferlosio), a la novela (Graves, King, Chesterton, que finalmente no salió), a Bertie Russell. No pude publicar una reseña larga sobre Castoriadis, porque a pesar de que Mihály dijo reconocer en mí a su abuela cofundadora del partido comunista húngaro, eso era ya demasiado comunista... Pero en general no tuve demasiados problemas en sacar lo que quería y en leer lo que me apeteciese. Últimamente me dio más por el ensayo histórico o por las memorias, e hice una reseña sobre las de un gran editor, Rafael Borràs.

Con el cambio de color político en el gobierno autonómico se podía esperar un mayor apoyo y una mayor proyección de "Lateral". Si es que hubiese habido realmente un cambio. Pero no, tenemos nuevo Estatuto y "Lateral", la revista que me dio mi primera oportunidad, ha cerrado.

Por eso me ha costado ponerlo por escrito, porque con "Lateral" también se acaban unos años, cruciales, de mi vida. Es tal vez exacto en vista de la situación actual lo que ha dicho Mihály Des en la despedida: quizá no influimos en la época, pero al menos la época tampoco influyó en nosotros.

Salud a todos.

11 comentarios

Vicente -

Un texto muy bonito. Echaremos de menos Lateral.

Un saludo.

procopio -

me acuerdo, me acuerdo, amigo maciste; y el sr. "joder macho", y la srta. "iiiii", etc.

¡Macho Hércules! -

¡Bravo, Sr. Procopio! He disfrutado leyendo su texto. Yo también conocí Lateral gracias a Vd. ¿Se acuerda de la entrañable estancia de nuestro itálico amigo Andrea en la redacción de la revista? Un abrazo.

procopio -

no seré muy original si digo que me temblaban las piernas.

Melò Cucurbitaciet -

Me ha gustado mucho Procopio, precioso. Su ascenso a la revista por esa escalera... una gran experiencia.

julia -

Lo siento, Procopio. Yo también conocí Lateral por usted, cuando mencionó en el blog de Arcadi la memorable conversación entre éste y J.R. Recalde, con una estupenda crónica de Charo González. Y su exhibicionismo en este post, y si es que lo hay, se agradece, gracias por esa crónica. Un saludo.

procopio -

lamento este exhibicionismo; por eso me costó ponerlo por escrito: pero lo necesitaba yo y quizá también la explicación de esos años. Queda apuntado.

Sr. Verle -

Su crónica, aunque demasiado personal, tiene el aroma de narrar una muerte anunciada. Siempre, bueno casi, que se cierra una publicación nos hacemos más dociles. Un saludo Mr. Procope.

procopio -

gracias.

Rada -

Yo conocí Lateral por Usted, amigo Procopio. Recientemente, hará algo más de un año. Con su cierre perdemos un espacio de libertad, lucidez y buen gusto. Uno más. Saludos.

neguev -

Lo prometido es deuda.
Y me sumo al adios con nostalgia.
Hasta siempre Lateral